Datos personales

Hablar pocas veces de la profesión militar es una de las pruebas de gran desidia e ineptitud para la carrera de las armas. (Del art. 14 de las RR.OO de las FAs)

13 octubre 2024

DESFILE DEL DFN DE 2024

 Hoy, como es natural, El Furriel quiere hablar del tradicional desfile que con motivo del Día de la Fiesta Nacional de España se celebró ayer en Madrid. Al igual que el año pasado, por haber asistido a la celebración de la patrona de la Benemérita, no he podido ver el desfile en directo, por lo que lo he visto en diferido por la tarde. Esta circunstancia te permite ver las cosas con más detalle al poder rebobinar y volver a ver una imagen. 

En condiciones normales me habría sentado frente a la pantalla espectante por saber cuál sería la sorpresa con la que nos sorprenden cada año, pero esta vez iba ya alertado pues al finalizar con la Guardia Civil e ir hacia mi coche vi que tenía 192 mensajes de WhatsApp sin leer. Echando un vistazo rápido a alguno de los distintos grupos que comparto con militares ya fui teniendo una idea de lo que había pasado, pero no quería dejar de verlo con mis propios ojos.

Por la mañana pensé que poco habría que escribir sobre el desfile, ya que sería, más o menos, lo mismo que escribí el año pasado en EL DESFILE DE LA FIESTA NACIONAL. Que si hace falta más orden cerrado, que si algunos oficiales entran a matar con el sable en el vista a la derecha, que si las alineaciones, que si la retransmisión es una birria, etc. Vamos, lo que tristemente se ve habitualmente en los desfiles actuales. Sin embargo, viendo lo que ha ocurrido en este desfile de 2024, merece la pena hacer un análisis concreto.

Aunque estoy seguro de que si no hubiera llovido podríamos hablar de todas esas cuestiones que deslucen los desfiles habitualmente, sí llovió, y mucho, por lo que habrá que ser benevolente con el análisis técnico del desfile.


Varias y razonables fueron las medidas adoptadas como consecuencia de la lluvia, como fueron suspender el desfile aéreo y el lanzamiento paracaidista con la Bandera o que no desfilaran las banderas de todas las unidades, de gran valor, para evitar su deterioro. Hasta ahí todo natural y lógico.

Pero ya es otra cosa lo que se le hizo a La Legión... y a los españoles que esperaban bajo la lluvia para verla pasar a su paso característico. Los militares, y los legionarios como los que más, tenemos la rara y trasnochada costumbre de ser disciplinados; cuando se nos da una orden la hacemos nuestra y la cumplimos, pero el pueblo que está viendo el desfile no entiende ciertas cosas y ésta es una de ellas, según me llega de alguien que vio el desfile in situ y oyó los comentarios de mucha gente del público.

Supongo que la orden se daría tras un profundo estudio de la situación y según los datos que se tuviera en ese momento. Esto es como la guerra, que no es una ciencia exacta, sino un arte, y a veces se acierta y a veces no.

El motivo para que La Legión y los Regulares no desfilaran a su paso específico no fue otro que reducir el tiempo de exposición bajo la lluvia de, supongo, políticos e invitados, porque el público permanecía estoico e impasible bajo la lluvia, pudiéndose haber ido a sus casas cuando le hubiera dado la real gana, y los militares llevaban mojándose desde las 8 o 9 de la mañana —algunos incluso desde bastante antes—.

Gracias a Youtube es fácil comprobar que en 2023 el desfile a pie, desde el Coronel Jefe de la Guardia Real hasta la última compañía de La Legión, tardó en pasar por delante de la tribuna presidencial 18 minutos y en 2024 ha tardado 15 minutos. Es decir, lo que se ganaron fueron sólo 3 minutos, 180 segundos. 


¿Realmente valió la pena que La Legión no desfilara a su paso por 3 minutos? ¿Por 180 segundos valió la pena que el público no pudiera ver el desfile a paso legionario que es, sin lugar a dudas, el que más pasiones levanta en estos desfiles?

No hace falta ser un experto en desfiles, ni siquiera en cinemática, para saber que habitualmente La Legión deja espacio con la unidad anterior para alcanzarla, a su velocidad, al final del recorrido. Es decir, en caso de haber desfilado a 160 pasos por minuto estos 3 minutos, al final del recorrido, habrían sido CERO.

Claro, dirán algunos ¿y los Regulares que van detrás? Pues sin acritud, y teniendo en cuenta que el desfile regular sí es más lento, la solución habría sido fácil: se pasa a los Regulares a desfilar delante de La Legión a 124 pasos por minuto y listo. En vez de cambiar el paso a dos unidades se lo cambias a una sola y el daño moral es bastante menor. 

Sí, daño moral. El legionario, como todo el mundo, tiene sus virtudes y sus defectos; más de unos que de otros según quién hable de ellos —la envidia es muy mala—, pero no cabe duda de que lo que es máximo en La Legión es el orgullo que tiene le legionario por todas y cada una de sus características diferenciadoras, incluido el desfile a 160 pasos por minuto. 

A pesar de todo, este desfile será inolvidable para los que han tenido la gran suerte de desfilar en estas condiciones. El soldado español se crece ante las adversidades y el orgullo que han debido de sentir al desfilar así bajo la lluvia y con los charcos por encima de los tobillos. El Ideario Paracaidista dice que "por encima de todo está la misión; el calor, el frío, el hambre, el sueño y el cansancio para mí serán estimulantes". Estoy seguro de que la lluvia de ayer fue un estimulante para todos y cada uno de los soldados que tuvieron la gran fortuna de desfilar calados hasta los huesos. Qué envidia.


Para terminar, sigo pensando como el año pasado: aunque sea la Fiesta Nacional, la fiesta de todos los españoles civiles y militares, no deberíamos olvidar que es un desfile MILITAR. No me gusta ver en un desfile militar a los de Vigilancia Aduanera ni a Protección Civil ni al SAMUR. ¿Por qué no desfilan también, por ejemplo, los guardas forestales, los celadores de hospitales, los maestros, los panaderos o los barrenderos con sus camiones de recogida de basura? A su manera también hacen Patria...

 

06 octubre 2024

DEJÉMONOS DE MARICONADAS

El jueves por la noche tuve un sueño; bueno, una pesadilla realmente. Me desperté cansadísimo, consecuencia, sin duda, de la intensidad con la que esos pensamientos nocturnos me habían debido de atormentar durante toda la noche.

A primera hora de la mañana no conseguía recordar el sueño. Sabía que algo tenía que ver con uniformes militares, pero no conseguía descifrar el enigma. Ni siquiera tras mi primer café mañanero conseguía recordar de qué se trataba. 

Pensarán mis pocos pero leales lectores que menudas vueltas le estoy dando a un simple sueño, pero es que, primero, soy un tío muy disciplinado y cuando hay que dormir, duermo y no me entero de nada a mi alrededor, de ahí mi extrañeza, y, segundo, sabía que el sueño había sido sobre algo interesante o, al menos, inquietante para mí. 

Bueno, el caso es que había ido olvidando el asunto y mi leal compañero SIMENDEF —que, por cierto, está a punto de pasar a la reserva y otros vendrán que bueno lo harán— consiguió, como todas las mañanas, ponerme las pilas y despertarme del todo.

Así iba pasando el tiempo y a media mañana salí de mi despacho para dar una vuelta por el Museo Militar que tengo la gran suerte de dirigir. Respiro hondo y huelo a historia; esa historia de la Milicia de España que me relaja porque me apasiona y, además, me abstrae del mundo actual haciéndome olvidar lo que tenemos...

En una de las salas me encontré con un compañero del colegio que hacía años que no veía. Me presentó a su mujer y ésta hizo el ademán de darme dos besos, pero de golpe se quedó paralizada y me djo "te iba a dar dos besos, pero como vas de uniforme no sé si es correcto". Por supuesto, le di dos besos y en ese preciso instante fue como si todo ese sueño nocturno pasara como una película por mi pantalla cerebral en décimas de segundo.

Tras charlar un rato, volví a mi despacho, me senté y fui recordando el sueño enteretico, como dicen en  mi tierra. No me extraña que me levantara cansado; lo que no entiendo es que no me levantara de mala uva. O sí...

El sueño consistía en que llegaba a un acto militar en el que, fuera de formación, nos íbamos colocando los militares en el corralillo a modo de tetris intentando guardar la rigurosa antigüedad. No sé ni dónde ni con motivo de qué era ese acto, pero el caso es que había muchas más mujeres militares de las que por proporción suele haber. Empiezo a ver que ya no hay saludo militar, o si lo hay es algo leve y casi disimulado, entre hombres y mujeres y todo el saludo se reduce a dos besos. ¡Dos besos entre militares de uniforme! Menos mal que sólo era un sueño... 

Un coronel dando dos besos a una capitán mientras la llama, por supuesto, por su nombre de pila. Una teniente coronel que le da dos besos a un comandante. Menos mal que sólo era un sueño... 

Como si hubiera sido la formación más rápida del mundo, acababa el acto militar rápidamente y un grupo decidía hacerse una foto de familia con el monumento a los Caídos de fondo y, como si de un equipo de fútbol se tratara, echándose los brazos por encima de los hombros unos de otros, sin importar empleos ni antigüedades. Menos mal que sólo era un sueño... 

Sí, menos mal que era un sueño, porque son cosas que jamás ocurren en la realidad ¿no? No creo que nadie haya visto jamás esa imagen de dos militares de uniforme saludándose con un par de besos, pues no son los adecuados signos externos de la disciplina y de la cortesía militar de los que habla el artículo 52 de las RR.OO para las FAs:

Pondrá gran cuidado en observar y exigir los signos externos de disciplina, cortesía militar y policía, muestras de su formación militar. Se esforzará en poner de manifiesto la atención y respeto a otras personas, sean militares o civiles, en destacar por la corrección y energía en el saludo y por vestir el uniforme con orgullo y propiedad. Tendrá presente que el saludo militar constituye expresión de respeto mutuo, disciplina y unión entre todos los miembros de las Fuerzas Armadas.

Pues eso, que son cosas que nunca ocurren pues todo el mundo sabe que no es muy correcto porque devalúan el significado del saludo militar si se acompaña de dos besos. Hasta la mujer de mi compañero del colegio, una civil que nada sabe de uniformes, dudó si era correcto dar dos besos a un militar de uniforme. 

No sé qué haría si viera un par de militares de uniforme saludándose con un par de besos. Pero ¡bah! qué más da; eso nunca ocurrirá en el Ejército Español porque todo el mundo sabe que es de lo más anti marcial. Sólo pasa en los sueños. 

Si es que ni entre padre e hija se dan dos besos quienes, aunque no lo vistan todos los días, tienen respeto al uniforme y respeto a las formas que materializan externamente la disciplina y el valor de la jerarquía.


Ya puestos, espero no tener ninguna pesadilla con una pareja de militares de uniforme paseando cogidos tiernamente de la mano como si fueran Dora la Exploradora y Hello Kitty.

También es cierto que muchas veces la realidad supera la ficción. Tal es el caso que he recordado mientras escribía, y esto no fue un sueño. Siendo teniente, estaba en una base aérea esperando a que cambiaran las condiciones climatológicas para poder realizar el lanzamiento paracaidista que se había suspendido momentáneamente por exceso de viento. Nos dirigimos unos cuantos a tomar un café a la cantina de la base con el objetivo de hacer tiempo. Al llegar a la puerta la abrí y dos soldados mujeres hicieron el ademán de salir. Se ve que creían que yo les abría la puerta para dejarles pasar. Por supuesto me dispuse a entrar yo y, claro, ellas se quedaron de piedra viendo que no les dejaba pasar. Entonces les dije bastante serio: "igual es que estáis muy acostumbradas a que un teniente os ceda el paso, pero yo no estoy acostumbrado a ceder el paso a los soldados" y entré teniéndose ellas que apartar. Tremenda era la cara de asombro que se le quedó a las dos soldados. No sé a qué estarían acostumbradas, pero está claro que culpa no era de ellas, sino de quien les había acostumbrado a eso. 

Y como todos los sueños tienen moraleja... Seamos serios, joé, y no confundamos los signos externos de la disciplina y de cortesía con las muestras externas de cariño. El moderno cede el paso al antiguo y se saluda militarmente y con estrechón de manos; dejémonos de mariconadas y de querer ser tan guays


22 septiembre 2024

ORGULLOSOS DE NUESTRA UNIDAD

 El artículo 48 de las Reales Ordenanzas para las fuerzas Armadas de 1978 decía que "Todo militar se sentirá orgulloso de la unidad en (la) que sirve. Se esforzará en que ésta alcance los más altos niveles de preparación y por ello merezca ser designada para las más importantes y arriesgadas misión". Las RR.OO de 2009 cambiaron el texto, para decir lo mismo, en su artículo 22: El militar velará por el prestigio de las Fuerzas Armadas y por el suyo propio en cuanto miembro de ellas. Se esforzará en que con su aportación personal su unidad, de la que se sentirá orgulloso, mantenga los mayores niveles de preparación, eficacia, eficiencia y cohesión, con objeto de que merezca ser designada para las más importantes y arriesgadas misiones. 

Se escriba como se escriba, está claro que el militar debe estar orgulloso de la unidad en la que sirve. Esto, que parece evidentísimo, no creo que lo sea tanto en muchos casos a tenor del comportamiento de algunos. Y no me refiero al comportamiento en la propia unidad, porque cuando alguien cumple con su unidad no se le puede recriminar que prefiriera estar en otra, me refiero a cuando estando en una unidad uno quiere convertirla en otra copiando cualquier cosa de la unidad que anhela vehementemente. Me explico.

Todos los militares, o la inmensa mayoría, hemos estado en distintas unidades. Unas veces hemos tenido la gran suerte de estar en la que queríamos estar, pero otras, por diversos motivos como ascensos, tiempos máximos, etc, hemos tenido que despedirnos de esa tan querida unidad, "nuestra unidad", y pasar a otra totalmente distinta. Uno puede echar de menos la unidad anterior por innumerables motivos, tanto personales como profesionales, pero debe tener claro que en ese momento todo su esfuerzo tiene que ir encaminado a contribuir a la grandeza de su unidad actual. 

Llegados a este punto estoy seguro de que mis pocos pero leales lectores estarán pensando que no he descubierto la pólvora hoy con estas afirmaciones, pero voy a intentar explicar ciertas actitudes que se dan demasiado frecuentemente y que quedan muy lejos de demostrar orgullo por la propia unidad.

Hay unidades que tienen una personalidad muy particular, una idiosincrasia distinta o, incluso, una aureola tradicional que las diferencian un poco de las demás. Estas unidades suelen marcar con una gran trascendencia a los que por ellas pasan destinados. Uno ahí destinado pensará y actuará como se hace en esa unidad. Está claro que se está sintiendo orgulloso de la unidad en la que sirve.

El problema viene cuando este militar tiene que cambiar de destino y llega al nuevo pensando, actuando e, incluso, usando el uniforme como en su unidad anterior. Se resisten a pensar que ya no están en su antigua unidad y lo único que pretenden es transformar la nueva para que se parezca lo máximo posible a la que él echa de menos, pero en la que no puede estar. Son los que yo llamo los "quiero y no puedo"

El Ejército Español es, gracias a Dios, muy heterogéneo y tiene las suficientes diferencias en su seno que permiten dar personalidad propia, en mayor o menor medida, a todas las unidades. Sin profundizar mucho, sólo tenemos que echar un vistazo a las distintas tradiciones y a las particularidades en la uniformidad. 

Es precisamente en la uniformidad en lo que primero que se dan a conocer los quiero y no puedo. Cuántos casos conocemos de quien ha copiado las peculiaridades de una unidad para que la suya se parezca (imite) a otra. ¿Eso es estar orgulloso de la unidad en la que sirve o es estar orgulloso de la unidad en la que sirvió por encima de todas las demás, incluso de la suya actual? 

El ejemplo más característico es el de los que han sido legionarios, aunque sea media hora, y ahora van vestidos de caqui, pero no se resisten a ir con la camisa desabrochada. Nunca lo entenderé. ¿Es para hacer que se sepa que ha sido legionario? ¿Es necesario cometer una falta de uniformidad para demostrar que se es esto o aquello? Creo que hay otras características, que no son desabrocharse un botón de la camisa de verano, las que tienen que definir al militar y las que darán renombre a su unidad. Además, creo que no se dan cuenta del flaco favor que están haciendo a La Legión con esa actitud. La Legión es lo que es, con todas sus características, entre ellas la del botón desabrochado de la camisa. Es una seña de identidad del legionario y de la camisa legionaria, no de la camisa caqui —o amarilla grisácea, que es como se llama oficialmente; manda h...—. Si ya no estás en La Legión, por mucho que te duela, no puedes desabrocharte el botón de la camisa.


Otro ejemplo claro es la adopción de las manoplas blancas por algunas unidades que jamás las han usado. En este asunto creo que debemos mirar, sobre todo, hacia algunos antiguos paracaidistas que al llegar a otras unidades han querido mantener el uso de las manoplas y las han convertido en parte de su uniformidad. Así ocurrió en la BRILAT y en la UME, unidades que jamás usaron las manoplas y a las que se les dotó de ellas de forma no oficial ni reglamentada. 

Menos mal que la Instrucción General 03/22 “Descripción y uso de los uniformes y prendas del Ejército de Tierra" ha regulado por fin, entre otras prendas, el uso de las manoplas blancas sólo para unidades legionarias, paracaidistas y... de Regulares. Me quedé sorprendido cuando vi que se les incluía, porque tampoco las habían usado jamás a lo largo de su historia. Por más que veo fotos y vídeos de las diferentes décadas desde su creación, las unidades de Regulares no han usado jamás manoplas blancas, salvo desde hace unos pocos años, cuando seguro que algún antiguo legionario quiso mantenerlas en su nueva unidad para, aunque él no lo hiciera con esa intención, restarle a La Legión una de sus señas de identidad.

Las manoplas han sido siempre características de legionarios y paracaidistas y conforman parte de su propia identidad, ¿no nos damos cuenta de que haciendo que se adopten por otras unidades estamos rompiendo un poco la identidad de las unidades originales en su uso?


¿Y las boinas? ¡Uf!, esto daría para un monográfico. En los años 60 y 70 en España sólo usaban boina los paracaidistas, tanto del ET como del EA, los guerrilleros, los esquiadores-escaladores, los carristas, los pilotos de helicópteros y los infantes de Marina y marineros en su uniforme de campaña y de faena. Es decir, unidades que tenían una identidad muy particular. En el momento de su creación en 1976, la Guardia Real también la adoptó. Progresivamente se fue generalizando hasta que a principios de los 80 la prenda de cabeza general de la tropa del ET volvió a ser la boina caqui en vez de la gorra montañera, como ya lo fue en la década de los años 20 del siglo pasado, a la vez que en la Academia General Militar dotaban a su personal de boina grancé.

Pero como siempre hemos tenido muchos "quiero y no puedo", algunos jefes quisieron que su unidad tuviera también su parte de individualidad —protagonismo— y, en vez de demostrarla derrochando virtudes, valores o hechos memorables, recurrían a darle ese toque especial sólo en apariencia creando una boina de un determinado color que, en ocasiones, no les quedó muy acertado. Así hemos llegado a que ya casi nadie usa la boina caqui de uso general (la caqui con el águila del Ejército) ni, mucho menos, la gorra de plato. Tenemos boinas de color verde, en tres o cuatro tonalidades distintas, grancé, rojos, negro, azul también en varias tonalidades, marrón, gris, amarillo, color arena y seguro que algún color más que se me olvida. Quedan muy pocas unidades que usan la original boina caqui y la gorra de plato y de esas pocas que quedan, le quitan el emblema del Ejército y le ponen el suyo propio; así mola más... En resumen, que la excepción se ha convertido en regla y la regla es ya, tristemente, una excepción.

¿Y todo esto por qué? Pues porque si cada uno, de verdad, se sintiera orgulloso de la unidad en la que sirve, no necesitaría copiar nada de los demás.

Para terminar quiero tener en cuenta un ejemplo de todo lo contario a lo que estamos tratando hoy. La División Acorazada Brunete N.º 1 nació en 1943 y su primer jefe, el almeriense Gral. Rada que, por cierto, fue el primer jefe en desembarcar en Alhucemas en 1925 al mando de la VI Bandera de La Legión, adoptó una prenda de cabeza que permitiera el uso adecuado de los cascos de intercomunicación y transmisiones que necesitaban los carristas. Así se creó la boina negra de carrista con alas horizontales, como se ve en las siguientes imágenes:


En 1981 la DA Brunete tuvo una participación relevante en los sucesos del 23-F y el gobierno de turno quiso cambiar la imagen de aquella unidad cuyos miembros habían salido en telediarios y periódicos en el Congreso o en RTVE tocados con esa característica boina. Al nuevo jefe de la Brunete, Gral. Pedrosa, le propusieron que mantuviera la boina negra, pero con caída del ala hacia el lado izquierdo; vamos, como la que llevaban los paracaidistas. Don Prudencio Pedrosa, que fue combatiente paracaidista en IFNI y que mandó la BRIPAC, se negó rotundamente porque la boina negra con caída del ala hacia la izquierda era una de las señas de identidad de los paracaidistas y cuentan que dijo literalmente "quien quiera llevar la boina como los paracaidistas, que pida destino a paracaidistas", preservando una de las identidades de la Brigada Paracaidista. De modo que se adoptó la boina negra, color clásico de las unidades acorazadas de la mayoría de países, pero con caída del ala hacia la derecha:

Gral. Prudencio Pedrosa Sobral

A pesar de ello, tras la revolucionaria y en gran medida desafortunada normativa de uniformidad de 1986, se eliminó esta boina dotando a las unidades acorazadas y mecanizadas de una boina como la paracaidista:


Aunque me he centrado en aspectos de la uniformidad de épocas más o menos recientes, seguro que también ocurría esto hace siglos, por lo que me imagino que fue lo que ocurrió cuando alguien decidió que las unidades de marinería de la Armada, no las de Infantería de Marina, también tuvieran escuadras de gastadores en sus desfiles, aunque jamás existieran los gastadores en los buques de guerra...

En resumen, sintámonos orgullosos de la unidad en la que servimos, con sus peculiaridades propias sean o no tan vistosas como las de otras unidades, y dejemos de querer ser como otros. 






08 septiembre 2024

CÓMO HEMOS CAMBIADO

Con 40 años de servicio, echo la vista atrás y pienso cuánto hemos cambiado o, mejor dicho, cuánto han cambiado las Fuerzas Armadas españolas. Han pasado cuarenta años y es natural que tantas cosas hayan cambiado tanto. Pero, si entendemos la evolución como un cambio hacia adelante y como mejora ¿realmente hemos evolucionado? Pues depende en qué.

De pollo en 1983

Sólo soy un aficionado a la historia que cuento vivencias, mis vivencias. Por eso este de hoy no pretende ser un artículo sobre datos históricos, sino un resumen de los principales cambios que he experimentado a lo largo de mi vida militar mientras iba acumulando trienios. Vida militar que, aunque parezca raro, aún me sabe a poco...

Siempre he odiado —esto no es delito de odio ¿no?— a los "dices tú de mili" cuyas montañas que subían eran más altas, las marchas más largas, las guardias más frías y las maniobras más duras. A mí, como al Fary, nunca me han gustado los hombres blandengues, y menos si de militares se trata, pero la vida cambia porque cambia la sociedad y la evolución, en este caso sí, ha hecho que el hombre cambie a mejor en general. ¿Somos actualmente más blandos que los soldados de los tercios o que los legionarios romanos? Pues seguro que sí; el ser humano se ha ido acomodando a las facilidades que le ha ido dando la vida y, gracias a Dios, ahora con una simple aplicación informática conseguimos en unos segundos lo que hace siglos hacía un tío duro galopando de punta a punta de España para portar un mensaje. Esto es evolución.

Muchos de estos cambios han sido irremediables y no podrían no haber existido porque han sido producto de la vida misma. No podemos achacar a nadie algunos cambios lógicos y naturales por mucho que no nos gusten, pero hay otros que han sido producto de empeños de mentes pensantes que, supongo, no eran conscientes del gran daño que iban a crear a la Institución. El Plan Bolonia o la suspensión del Servicio Militar y la plena profesionalización de la forma tan chapucera que se hicieron, por poner unos ejemplos.

Veo mi foto de 1983 y pienso en cuántos tipos de botas distintas he tenido desde las famosas y duras como ninguna Segarra de tres hebillas hasta las actuales de boy scout; o cuántos tipos de uniformes de instrucción con sus más que discutibles diseños según se iban pariendo ideas y con su indiscutible y progresiva pérdida de calidad en sus tejidos. O pensar en los Nissan Patrol y Aníbal que hemos sufrido mientras añoramos aquellos durísimos Land Rover 109 que no necesitaban ni llaves para arrancar y cuya única avería podía ser que cogieran aire, solventándolas los propios conductores purgándolos en unos pocos minutos; bueno, a la holgura del volante te acostumbrabas pronto. Y del CETME L... mejor ni hablar.



Si me pusiera a enumerar uno por uno todos los cambios que he visto producirse en estos años faltarían días para escribir tanto: armamento, vehículos, material, equipo, normativa, procedimientos, organización, planes de estudios, sistemas de alistamiento, justicia militar, etc. En todos estos campos y en muchos más este ejército de hoy se diferencia bastante de aquél que yo conocí. Pero no es mi intención hablar de armamento o de vehículos; mi idea es hablar de cómo hemos cambiado los militares y nuestras formas de pensar y, como consecuencia, de actuar.

En primer lugar, ¿ha habido cambios positivos que nos hayan hecho evolucionar? Muchos, no cabe duda (a veces, demasiados), sobre todo en cuanto a políticas de personal con cada vez más derechos, pero también en cuanto a la preparación estratégica de nuestros cuarteles generales saltando por encima de la preparación operacional en la que nos movíamos en aquella época, en cuanto a la optimización y control de los recursos, en cuanto al aprovechamiento de la nuevas tecnologías o en cuanto a la imagen pública de las Fuerzas Armadas, por poner unos pocos ejemplos. Pero sin ningún lugar a dudas, si en algo hemos evolucionado de verdad, ha sido en la seguridad del personal. A pesar de que es posible que se nos haya ido la mano y a veces seamos demasiado exagerados con las medidas de seguridad, sobre todo en instrucción y adiestramiento, creo que ahora se hacen las cosas con más preocupación por la prevención de accidentes que antes. Ya no ves algo que antes todos veíamos tan natural, como ir un montón de tíos en la caja de un camión sin ni siquiera asiento para todos y, por supuesto, sin casco. O viajar de Zaragoza a Hoyo de Manzanares en un viejo autobús caqui con las mochilas amontonadas sobre nuestras cabezas.




Si comparáramos el ejército del siglo XXI con el del XVI, por ejemplo, seguro que hay muchísimas más diferencias que serían consecuencia de muchísimos factores, pero comparándolo con el de hace cuatro décadas, estoy convencido de que el cambio en las formas de los militares y del cambio de vida cuartelera ha sido, sobre todo, consecuencia de la profesionalización de la Tropa tras la suspensión del Servicio Militar.

La primera consecuencia de la profesionalización de la tropa ha sido que el cuartel dejaba de ser la casa del militar para pasar a ser el lugar de trabajo; y no me refiero a casa como domicilio, me refiero a casa como hogar. Tan es así que las viejas cantinas, que se llamaban en casi todos lados Hogar del Soldado, han pasado a llamarse cafetería, como en el Corte Inglés. Fuera de las horas de trabajo ya no hay nadie en los cuarteles. Ya no se convive en los cuarteles. Y este es uno de esos cambios que eran irremediables y lógicos cuando las personas tenemos vida más allá de la militar.

Pero la profesionalización llegó más allá. Durante la época del Servicio Militar, existía una distancia entre mandos y soldados que ahora no existe, o la distancia es más corta. Hay que tener en cuenta que en aquellos años los soldados estaban haciendo la Mili entre 20 meses y 9 meses, dependiendo de la época. Las Fuerzas Armadas eran muy grandes y estaban completamente cubiertas sus unidades con numeroso personal de reemplazo. Este personal llegaba, servía y se licenciaba y así iban corriendo los llamamientos de cada reemplazo anual y los mozos iban pasando. Esto, junto a la falta de conocimientos sobre el Ejército de aquella tropa, no ayudaba al acercamiento.


Pero con toda prisa política hubo que terminar con la mili en 2001. Se aceleró el proceso de profesionalización, pero no se consiguió completar los efectivos para dotar a todas las unidades del personal necesario, a pesar de que mediante los planes META de los años ochenta y RETO y NORTE de los noventa, el Ejército de Tierra se había reducido casi a la mitad en cuanto a número de unidades. Hacía falta soldados. 

Desde 1986 ya había algunos profesionales, los Voluntarios Especiales, pero eran un porcentaje bajísimo y no había más de tres o cuatro por compañía. En 1990 nacieron los Militares de Empleo de Tropa Profesional (METP, los conocidos como los metopas) que paliaron un poco el número de soldados tras la reducción del Servicio Militar a 9 meses y tras la proliferación de objetores de conciencia. Poco antes de 2001 habían ingresado algunos argentinos y uruguayos de ascendencia española, pero también suponían un muy bajo porcentaje. Fue en 2002 cuando se empezó a ofertar plazas de forma multitudinaria para españoles, sudamericanos y guineanos en nuestros ejércitos; había que completar plazas y los españoles no estaban muy por la labor de ser soldados (aún reinaba la idea de mili entre los jóvenes y muchos preferían dejarse el pelo largo, fumar porros y beber litronas en un parque mientras hablaban mal de España). 

A pesar de que desde 2002 hasta 2009 se incorporaban once ciclos por año, hubo verdadera dificultad para completar las plantillas. En la mayoría de unidades hubo que cerrar compañías por falta de tropa y en los centros de formación —yo me encontraba entonces destinado en el Batallón de Instrucción Paracaidista— se nos presionaba mucho para que los alumnos no pidieran la baja voluntaria; en unos centros fueron más tolerantes con la comodidad de los alumnos para retenerlos de cualquier forma y en otros nos costaba más llevarles el desayuno a la cama —ya contaré un día por qué disolvieron el BIP—. Este nuevo criterio de instrucción la justa para que no se disparen en un pie duró unos cuantos años en los que primaba la cantidad sobre la calidad. 


Con estos mimbres había que trabajar día a día y, además, responder a las más y más exigentes misiones internacionales en las que el personal debía estar perfectamente preparado. Ahora ya lo tenemos más asumido en algunos sitios, pero en aquella época fue muy fuerte tener que ver a empresas de seguridad controlando los accesos de algunos cuarteles por falta de soldados para hacer guardias.

Aquella distancia que había entre el mando y el soldadito de reemplazo fue reduciéndose hasta que con el soldado profesional acabó por desaparecer. Este hecho no cabe duda de que fue una evolución y un cambio muy positivo pues se llegó a que todas las unidades vivieran un espíritu de unidad distinto al que estaban acostumbrados y que era el que ya desde siempre habían vivido las unidades con tropa semi profesional, como La Legión o la Brigada Paracaidista. Pero se cambió demasiado rápidamente de chip y se llegó a dar al soldado unas responsabilidades para las que no estaba preparado. En muchos casos se comparaba al soldado con el Guardia Civil aduciendo a la profesionalidad de los dos. Esto, si bien técnicamente era cierto, no lo era en la realidad, debido principalmente a lo expuesto anteriormente sobre la deficiente instrucción con la que llegaban a las unidades.

El caso es que esa positiva evolución que redujo la distancia entre el soldado y el mando originó en un contacto mucho más cercano que, como es lógico y natural, acababa en amistad en muchos casos. Esto no debería entenderse como algo negativo, sino todo lo contrario, pero el problema es que ese buen rollito impide en ocasiones ejercer la autoridad como se debe. ¿Y cuáles son estas ocasiones? Pues en las que ni el subordinado —ya no hablo sólo de tropa— ni el superior saben estar en su sitio. La cercanía entre oficiales y suboficiales ya existía de antes, pero no era óbice para que si uno tenía que corregir al otro, lo corrigiera. Sin embargo, con la profesionalización de la tropa sí he observado mucho que no fue así y derivó en un paternalismo y confraternización mal entendidos. Creo que se ha confiado tanto en la profesionalidad de todos, que se ha llegado a ser poco exigentes con las actitudes de los que fallan.

Cada vez cuesta más corregir a un subordinado. En muchas ocasiones no se corrigen las faltas, aunque haya superiores delante. El purismo en la aplicación de la disciplina se ha relajado y ahora ya se califican las faltas no en leves, graves o muy graves, sino en bueno tampoco es para tanto o en cómo le voy a llamar la atención si es mi conductor o, lo que es peor, en me da corte llamarle la atención.

Y este es el principal cambio negativo que he observado en estos 40 años en cuanto a las actitudes de los militares. El caso del párrafo anterior es anecdótico, pero se ha impuesto un estilo de mando en el que cuesta corregir, a todos los niveles. Se dictan normas que se incumplen sistemáticamente, sobre todo en policía y uniformidad, y aquí no pasa nada. Se incumplen procedimientos y hasta órdenes directas y nada va más allá de una simple, muy simple, amonestación verbal, salvo que las consecuencias sean ya demasiado graves.

Como ya dije una vez en mi publicación dedicada a los nuevos oficiales y suboficiales, el artículo del Cabo de nuestras antiguas Reales Ordenanzas, y el del Militar en en las actuales, es la esencia misma del ejercicio del mando: hay que hacerse querer por el subordinado y hay que ser graciable con él, pero no hay que olvidar que hay que ser firme en el mando y no disimular jamás las faltas.

Por último, no podemos olvidar la política de derechos del personal que, si bien algunos eran necesarios, se han generado tantos que al final tanto derecho va en perjuicio de la operatividad de las unidades. Es complicado ya para un jefe de unidad disponer de todo su personal. Días de descanso adicional, de descanso obligatorio, de descanso por preparación, asuntos propios, licencias, excedencias, bajas médicas, paternidades, maternidades, lactancias, reducciones de jornada y flexibilidades horarias sólo van en perjuicio de la operatividad de las unidades y, como consecuencia, de la del Ejército. 

18 agosto 2024

EL IHCM

Una mañana de principios de 2022, estando yo felizmente destinado en la BZAPLEG dedicado a esas cosas a las que nos dedicamos los militares en las unidades de la Fuerza y por las que se supone que de jóvenes quisimos ser militares, me llamó el anterior Director del Museo Histórico Militar de Cartagena anunciándome que en unos meses iba a salir la vacante de su puesto pues él ya cesaba. La vacante iba a ser de Libre Designación y desde Madrid le habían pedido que sondeara a posibles peticionarios. Me llevé una gran sorpresa porque jamás había pensado en la posibilidad de ir destinado a ese magnífico museo de mi ciudad natal que tantas veces había visitado. También, por supuesto, me causó una gran duda, porque con casi 40 años de servicio, principalmente alternando la boina negra y el chapiri, no estaba yo muy seguro de que pudiera servir para un puesto tan tranquilo —creo que nunca había pensado que me iba llegando la hora de esa ley de vida  que es acabar siendo un pureta. Como gran aficionado a la historia militar de España mi cabeza se sentía muy atraída por esa idea, pero mi corazón no quería colgar el fusil y quitarse la mochila de la espalda. Al final, y cercana mi fecha de ascenso a Teniente Coronel en la que sí o sí tendría que abandonar mi feliz destino en La Legión, decidí solicitar la vacante con la suerte de ser designado para ocupar ese puesto. 



Instituto de Historia y Cultura Militar... ¡Uf!, no sabía demasiado sobre el IHCM, salvo lo que más o menos sabemos todos los militares: que es el órgano que asesora a la SEGENEME sobre la idoneidad o no de los escudos de armas de las unidades, el órgano que custodia los historiales de las unidades disueltas o el órgano que de vez en cuando organiza cursos de heráldica, de uniformología o de música militar y que edita la Revista de Historia Militar, poco más. Pero como los militares españoles somos los más polivalentes del mundo que aprendemos los cometidos de cada puesto por ciencia infusa y que un mismo militar español lo mismo vale para estar poniendo minas y manejando explosivo, coordinando la logística de una unidad, gestionando los créditos y gastos en una habilitación, dirigiendo el protocolo de una brigada o tratando la gestión medioambiental o de riesgos laborales, pensé ¿Quién dijo miedo? Y ahí estoy desde hace un par de años, aprendiendo un montón de cosas desconocidas para mí. A estas alturas...

El caso es que en este tiempo me he dado cuenta de que el IHCM es uno de los grandes desconocidos de nuestro Ejército y por eso El Furriel, que como buen español sabe de todo —y lo que no sabe se lo inventa— intentará hoy dar a conocer un poco esta órgano tan interesante y tan importante para el Ejército de Tierra, al igual que lo son el Instituto de Historia y Cultura Naval para la Armada o el Instituto de Historia y Cultura Aeronáutica para el Ejército del Aire (y del Espacio).

El IHCM tiene su  primer antecedente en el Depósito de la Guerra, creado en 1810 como dependencia del Cuerpo de Estado Mayor con las misiones de recopilar y conservar la documentación histórica y topográfica precisa para asesorar al mando en las intervenciones militares, a partir de las experiencias de campañas anteriores y del conocimiento de los teatros de operaciones. En 1847, se establecen en el Depósito dos secciones, una geográfica y otra histórica, y en 1873 se configuró el Archivo Histórico del Depósito de la Guerra, a cargo de la Sección de Historia y Estadística Militar. El Depósito de la Guerra fue suprimido en junio de 1931, supongo que debido a que el gobierno de la II República no consideraba necesario tener un órgano dedicado a mantener viva la historia militar de España... En 1939 se constituye el Servicio Histórico Militar, que se convertirá en IHCM en 1997.



El IHCM, al mando de un General de División depende directamente del JEME y funcionalmente de la Subdirección General de Publicaciones y Patrimonio Cultural del Ministerio de Defensa.

Orgánicamente, el IHCM se organiza de forma muy heterogénea, pero con unos órganos básicos más interrelacionados de lo que puede parecer a primera vista, con tres ramales fundamentales: archivos, bibliotecas y museos.


Las dos sundirecciones, al mando de sendos genersles de Brigada dirigen cada una de las áreas y, por su interés general, el Museo del Ejército (dirigido por otro Gerneral de Brigada), la Biblioteca Central Militar y los cuatro archivos generales militares (Madrid, Segovia, Ávila y Guadalajara) dependen directamente del General Director. También dependen de él los cuatro consorcios (Figueras, Jaca, Mallorca y Menorca) debido a su singular constitución como órganos cívico-militares gestión compartida de sus espacios con estamentos de la administración civil. Cada uno de estos órganos está al mando de un Coronel.

Territorialmente tenemos los Centros de Historia y Cultura Militar, que, al mando de un Coronel, realizan actividades del Sistema de Acción Cultural en las Comunidades o Ciudades Autónomas que tienen asignadas. Su organización incluye una Jefatura, un Archivo Intermedio Militar, una Biblioteca Histórico Militar, uno o dos Museos Histórico Militares, y en su caso un Área de Historia Militar. Estos centros son:  



Para empezar a entender a qué nos dedicamos en el IHCM, lo mejor es conocer cuál es su misión: 

“El Instituto de Historia y Cultura Militares el órgano responsable, en el ámbito del Ejército de Tierra, de la protección, conservación, catalogación, investigación y divulgación del patrimonio histórico, cultural, documental y bibliográfico del Ejército de Tierra”.

Bueno, esto de entender la misión o el propósito del jefe es algo que siempre parece sencillo a simple vista, pero que luego te pones a hacerte el bocatatún y casi siempre te sobra miga o te falta atún. Menos mal que de la misión salen los cometidos y con ellos ya podemos concretar un poco más y la cantidad de atún se aproxima más al tamaño del chusco. 

Los cometidos asignados al IHCM son, quitando los habituales de cualquier unidad, centro u organismo militar: 

- Asesorar al JEME. en cuanto a las actividades y cometidos de carácter general del Sistema de Acción Cultural (SIACU), redactando los informes técnicos y propuestas que se soliciten o a propia iniciativa.
- Garantizar la conservación y custodia de los bienes del Patrimonio Histórico Militar.
- Coordinar la elaboración y actualización de las guías, registros, censos, inventarios, catálogos e índices de los fondos del Patrimonio Histórico del Ejército, así como su informatización.
- Promover el enriquecimiento del Patrimonio Histórico del Ejército y proteger dichos bienes frente al expolio.
- Difundir el conocimiento de los bienes integrantes del Patrimonio Histórico del Ejército.
- Tutelar y garantizar el acceso de todos los ciudadanos a los bienes integrantes del Patrimonio Histórico Militar.
- Facilitar y promocionar el estudio, por parte de investigadores, de los bienes que constituyen el Patrimonio Histórico del Ejército.
- Realizar, respecto a estos bienes, el intercambio de información cultural, técnica o científica con otros organismos civiles o militares, públicos o privados.
- Inspeccionar el funcionamiento de los órganos de ejecución y servicios relacionados con el Patrimonio Histórico del Ejército, con el fin de estudiar su situación y estado.
- Asegurar el cumplimiento de los Reglamentos y Normas de aplicación en los Archivos, Bibliotecas y Museos del Ejército de Tierra.
- Gestionar el depósito en los Archivos, Bibliotecas y Museos Militares, de bienes de propiedad privada o de otras Administraciones Públicas, de acuerdo con las normas que se establezcan.
- Recabar la preceptiva Orden Ministerial para la salida temporal de los bienes custodiados en sus Archivos, Bibliotecas, Museos Militares y todos los demás establecimientos en los que se conservan fondos del Patrimonio Histórico Militar.
- Estudiar las solicitudes de acceso a los documentos excluidos de consulta pública y tramitarlas conforme al vigente Reglamento de Archivos Militares.
- Custodiar los Historiales de las UCO,s., que hayan sido disueltos y llevar al día el de las UCO,s., que existan en cada momento.
- Dictar y coordinar las instrucciones y normas técnicas de procedimiento específico de los asuntos de su responsabilidad, llevando a cabo las inspecciones o revistas técnicas a todos los órganos del SIACU.
- Archivar, inventariar, redactar y publicar documentos y temas históricos relacionados con la institución militar y la profesión de las Armas.
- Acoger y potenciar los trabajos individuales que versen sobre el pensamiento militar a lo largo de la Historia, instituciones, acontecimientos bélicos, personalidades militares destacadas, usos y costumbres del pasado, etc.
- Difundir la cultura histórico militar de nuestro Ejército, dentro y fuera de él.
- Proponer distintivos y nombres para Unidades.
- Auspiciar las relaciones con los Organismos Públicos y asociaciones civiles y militares relacionados con la Historia en general y con la Historia Militar en particular, así como con las Cátedras especializadas en la materia.
- Impulsar la formación continua del personal de los Archivos, Bibliotecas y Museos del Ejército de Tierra.

Además, el Director del IHCM es la autoridad de coordinación para todo el ET de los Premios Ejército y de la celebración de las efemérides que el JEME determina anualmente.

Todo esto se resume de forma tangible, como se dice ahora, en diferentes actividades acometidas por los órganos de dirección del IHCM, como son el fomento de la presencia de las actividades del IHCM en los medios de comunicación y redes sociales, el impulso del estudio de la Historia Militar como parte relevante de la formación y el perfeccionamiento del personal militar, la organización de cursos de carácter histórico-militar, las relaciones con las diferentes asociaciones relacionadas con el fomento de la Historia y la Cultura Militar, la firma de acuerdos y convenios de colaboración con universidades, organismos e instituciones, el fomento de la acción cultural, la implantación del uso de las nuevas tecnologías para mejorar las capacidades de los museos, archivos y bibliotecas, la mejora de infraestructuras y la dotación de materiales y la consolidación de las relaciones con organismos homólogos de países aliados y amigos.


Cursos impartidos por el IHCM


En cuanto a los órganos territoriales de ejecución, se traduce en la organización de múltiples conferencias, exposiciones temporales, presentaciones de libros, recreaciones históricas, conciertos, seminarios, cursos, visitas guiadas, colaboración con asociaciones históricas civiles de ámbito local o regional, trámite de archivo de documentación procedente de las unidades, control y gestión de fondos bibliográficos, etc. También recientemente, se ha asignado a los CHCM la supervisión de las salas históricas de las unidades y las inspecciones técnicas a los archivos de unidad ubicadas en el ámbito de responsabilidad de cada CHCM.

Como podrán ver los pocos pero selectos lectores que hayan leído todos los cometidos, en el IHCM hay mucha miga y para ponerle el atún el IHCM tiene una orgánica muy adecuada para el cumplimiento de la misión, aunque luego seamos cuatro gatos los que estamos para rellenar los bocatas.

Todo esto viene aliñado con un plus, que es que trabajamos con muchas asociaciones y entidades civiles que van a un ritmo distinto al que estamos acostumbrados los militares y eso a veces complica mucho poder cumplir las cosas en tiempo. 

En resumen, que no nos aburrimos. Y yo que creía que me iba a dedicar a pasar las horas leyendo interesantes documentos de los fondos expuestos en el museo...




11 agosto 2024

FAJAS Y BANDAS

El otro día, en un grupo de Whatsapp un compañero de promoción me hacía una pregunta sobre uniformidad referente a la Banda de la Victoria que se usó en los ejércitos de España tras la Guerra Civil. Me dio la idea, entonces, de hablar en El Furriel de esta banda, pero para ambientarnos bien en su origen hay que empezar por conocer el origen de las bandas y fajas usadas tradicional y secularmente en nuestros ejércitos. 

En España el uso de las bandas y de las fajas se remonta al siglo XVI como distintivo del Ejército Español. En aquella época, al no existir ninguna uniformidad, el método de distinción más utilizado era el uso de una banda que cruzaba el pecho desde el hombro al costado, una faja anudada en la cintura, un simple brazalete o unas plumas en los cascos o en los sombreros, todas ellas de un determinado color, que diferenciaría a un ejército del contrario. En España el color era el rojo carmesí, heredado de la tradición de los Reyes Católicos

"Rocroi, el último tercio" de Ferrer-Dalmau

En el cuadro del magnífico pintor de batallas, Augusto Ferrer-Dalmau refleja perfectamente el verdadero origen de la faja roja española. La faja no era en su origen, como se puede leer por ahí, una banda cruzada en el pecho que distinguía a los capitanes de los tercios y que, con el tiempo, se convirtió en una faja anudada en la cintura. En este cuadro se puede apreciar que la tela roja —aunque realmente era de tono carmesí— era distintivo de soldado español ya que son muchos los soldados que lo portan, unos en la cintura, otros en el pecho, otros en el brazo y otros en las plumas del sombrero y no necesariamente los que la llevan en banda son generales ni capitanes. En aquella época en la que la uniformidad no existía aún, el vestuario corría por cuenta del soldado y cada uno se vestía como podía y el distintivo carmesí que portaba sería fruto de su poder adquisitivo, por lo que no es de extrañar que fueran los capitanes, alféreces y sargentos los que usaran telas de mayor tamaño que los pobrecitos soldados que compartían tela y a duras penas les llegaba para un pequeño brazalete. Este hecho meramente comercial dio pie a que se identificara a los jefes por el distintivo de mayor tamaño: bandas o fajas. 

Fue ya a finales del siglo XVII cuando Carlos II regularizó un poco este distintivo por el que de capitán para arriba se portaría una faja roja carmesí anudada a la cintura. Desde ese momento y hasta la actualidad han sido muchas las modificaciones y cambios que han sufrido en su diseño y en su reglamentación las fajas. 

A finales del XVIII se reglamenta que sólo será usada por los generales y será de tafetán rojo —ya no se especifica que sea rojo carmesí— con las divisas del empleo bordadas en su parte anterior. Esta faja se usará incluso de paisano, como puede verse en la siguiente imagen de un cuadro del General Prim:

 
General Prim

La faja en esa época llevaba los entorchados dorados correspondientes al empleo y no tenía caída al lado terminando en unos flecos dorados que sobresalían por debajo de la faja, como se ve en el siguiente cuadro del General Castaños:

 
General Castaños

Llegamos al siglo XIX y Carlos IV regula que en la faja, hasta entonces sin caída al lado, caigan hacia el lado izquierdo los sobrantes del lazo y en ellos los entorchados dorados correspondientes al empleo; desaparecen los flecos y las caídas terminan en borlas o madroños de hilo de oro. 

Ya en el siglo XX, curiosa fue la Real Orden de 1909 en la que se disponía que los jefes de los cuerpos Jurídico, Administración y Sanidad Militar asimilados a generales de división y de brigada usaran con el uniforme respectivo una faja de seda color amarillo-grisáceo. En 1933 se derogó esa real orden pasando a usar la misma faja que le resto de generales.

Sin más modificaciones en su reglamentación, y sólo con variaciones particulares derivadas de eso tan español como es la peculiar forma de portar algunas prendas del uniforme según le dé la real gana a cada uno —aún pasa—, llegamos al reglamento de uniformidad de 1943, que establece que todos los generales ostenten faja de gala de las siguientes características:

"De tejido de hilo de seda color grana, de cinco centímetros y medio de ancha. Está montada en forma de cinturón y se sujeta por un broche de metal provisto de un cajetín, donde se coloca la caída, que consistirá en un lazo y dos colgantes confeccionados con el mismo tejido; los colgantes terminan cada uno en una borla de oro que tiene una longitud total de 28 centímetros, siendo los flecos mate y bordadas las piezas que componen el cuerpo de la borla. Toda la parte del galón, irá forrada de piel de color granate oscuro.

 A lo largo de cada colgante,. y sobre la borla, se llevarán en forma de pasador los entorchados que correspondan al grado que ostente el Oficial General; cuatro para el Capitán General, tres para el Teniente General, dos para el General de División y uno para el de Brigada".

Para Diario se fijaba una faja un poco distinta:

"De punto de seda, grana, de cinco y medio centímetros de ancha. De lazo pequeño, hecho y con broche; las cabecillas doradas, metálicas, y los flecos, encarnados, de tal longitud que los extremos de dichas borlas no rebasen el filo de la guerrera".

                               
Lazada postiza de gala

Faja de Diario

Es decir, la faja era, en principio, de una pieza de cuero forrada de seda roja sin colgante a la que se añadía la lazada postiza con sus colgantes, pero existía una sin cuero, sólo de tela, de cuatro metros de longitud que, con más o menos vueltas según el general estuviera más delgado o más gordo, se anudaba con el lazo en el lateral izquierdo. Para los oficiales de Estado Mayor se fijaba que la faja sería igual que la de Diario de los generales, pero de color azul y anudada a la derecha. Además, tanto para generales como para los diplomados en Estado Mayor, la de Gala era de hilo de raso de seda y la de Diario de punto de seda.

Posteriormente hubo algunas pequeñas reglamentaciones en cuanto a su uso: que si con el uniforme de Diario sí y posteriormente no, que si con el de Media Gala se usaba la faja de Diario o la de Gala, etc. El uniforme de Media Gala, que podría equivaler al actual para actos de especial relevancia, daría para escribir un artículo, porque a lo largo de los años 70 del siglo XX cambió cada media hora: unas veces guantes blancos y otras guantes avellana, medallas en una época y pasadores en otra, ceñidor de charol negro primero y ceñidor de tela caqui después; eso sí, en ninguna de las distintas variantes se llevaba la banda. Por ejemplo, como podemos observar en la siguiente foto de la Toma de Mando del Tte. Gral. Milans del Bosch como Capitán General de la 3ª Región Militar (1977) el personal usa uniforme de Media Gala con guantes avellana (hasta 1986 no fueron negros) y medallas (la corbata es caqui y la camisa es la color salmón, las usadas en esos años de Gala y Media Gala).

Uniforme de Media Gala en 1977

Gala con camisa color salmón y corbata caqui

Sin más modificaciones reseñables llegamos a 1986, cuando una orden ministerial da un vuelco a la uniformidad del Ejército de Tierra, pero no afecta ni a las fajas de general ni, sorprendentemente, a la Banda de la Victoria. La faja de general cambia posteriormente desapareciendo la de Diario y suprimiendo, en la de Gala, los flecos dorados dejándolos rojos, como era hasta entonces la faja de Diario. Sólo el Rey y el JEMAD, si es de Tierra, llevan los flecos dorados. En la guardia Civil, que siempre ha ido conforme a la normativa de uniformidad del ET, también llevan los flecos rojos. Sin embargo, en la Armada y en el Ejército del Aire (y del Viento) los flecos son dorados. ¿Y por qué en el ET son rojos los flecos actualmente? Pues vaya usted a saber... Pero lo mejor de este cacao son los Cuerpos Comunes, donde los generales llevan faja con flecos rojos y dorados indistintamente.

Faja actual de General de División del ET.


Flecos rojos y flecos dorados en los Cuerpos Comunes

A propósito de la faja y como recordarán mis pocos pero aún leales lectores, hace casi un año ya comenté en VOCABULARIO MILITAR (I) que la faja de general o de diplomado en Estado Mayor se llama así, faja, y no fajín, como tan errónea y frecuentemente se le llama. En ese artículo decía que la faja es la tira de tela (generalmente de seda) que usan nuestros generales y diplomados en Estado Mayor sobre la guerrera del uniforme con sus extremos de los que penden unas borlas. El fajín es el que usan los almirantes y generales de la Armada debajo de la chupa en los uniformes de etiqueta y gran etiqueta y que no lleva borlas. 


 Bueno, ¿y la banda? pues la Banda de la Victoria fue creada por el General Franco en 1940 "para perpetuar la Gloria de nuestra Cruzada". Consistía en una cinta de seda de color carmesí de 8 cm. de ancho y rematada con dos borlas y un pasador con la leyenda "1936-1939". Para los tenientes y alféreces, era un cordón rizado, también de seda del mismo color y con idéntico remate. 

Banda y cordón

Pasador

Decreto de creación de la Banda de la Victoria

La orden daba de plazo hasta el 31 de diciembre de 1941 para su implantación. Al tener que ser comprada particularmente en sastrerías y tiendas de efectos militares, los militares eran reticentes a su uso por su elevado precio, lo que motivó que en febrero de 1942, por una orden del Ministerio del Ejército, a todo el que no la tuviera en esa fecha le sería facilitada por el Establecimiento Central de Intendencia (actual PCAMI) y descontada del sueldo, por supuesto. 

Y finalmente, fue en 1989 cuando el Ministro de Defensa, Narciso Serra, suprimió definitivamente el uso de la Banda de la Victoria. Por cierto, no se suprimió mediante la ley 17/89 Reguladora del Régimen del Personal Militar Profesional —que tantas cosas trituró—, como he leído por algún lado; la ley es de julio y la orden ministerial 06/89 de Serra es de enero:

"De conformidad con lo dispuesto en el artículo único de la Ley 63/1978 y por haberlo así resuelto el Consejo de Ministros, queda derogado el Decreto de 18 de julio de 1940 que crea la banda y el cordón militar. Quedan derogadas, asimismo, la Orden Ministerial 1.647/1979, de 17 de mayo, por la que se establecen normas conjuntas de equiparación, numeración y designación de uniformes del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire, y cuantas disposiciones de igual o inferior rango se opongan a lo dispuesto en la presente Orden Ministerial".

  

Julio de 1988. Capitán con banda y tenientes con cordón

04 agosto 2024

LA MUERTE NO ES EL FINAL

 No creo que haya nadie en España —español, claro— que no haya oído nunca La muerte no es el final, esa canción que se interpreta antes de cada acto de homenaje a los Caídos y durante la cual suele desplazarse la corona de laurel escoltada por los guiones y los banderines hasta el monolito. ¿Pero cuál es el origen de esta canción y cómo se asentó en el seno de las FAs?

Caballeros Cadetes de la AGM entonan "La muerte no es el final"

La canción, de origen religioso, la compuso el sacerdote Cesáreo Gabaráin a mediados de los setenta en homenaje a un joven organista de su parroquia que murió a los 17 años. Gabaráin fue una estrella de la música para misas y es el único sacerdote que cuenta con un disco de oro. Compuso más de quinientas canciones, muchas de ellas muy conocidas entre las que destacan Pescador de hombres, Vienen con alegríaJuntos como hermanos. Sus canciones se tradujeron a numerosas lenguas y tuvo bastante éxito internacional. Como curiosidad, era amigo personal de varios futbolistas del Real Madrid, fue capellán del equipo ciclista Fagor y capellán de la Vuelta Ciclista a España. Llegó a ser prelado personal del Papa San Juan Pablo II hasta su muerte con tan solo 54 años.

La letra de la canción original de Gabaráin era:

Tú nos dijiste que la muerte
no es el final del camino,
que aunque morimos no somos,
carne de un ciego destino.

Tú nos hiciste, tuyos somos,
nuestro destino es vivir,
siendo felices contigo,
sin padecer ni morir.
Siendo felices contigo,
sin padecer ni morir.

Cuando la pena nos alcanza
por un hermano perdido
cuando el adiós dolorido
busca en la Fe su esperanza.
En Tu palabra confiamos
con la certeza que Tú
ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz.
Ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz

Cuando, Señor, resucitaste,
todos vencimos contigo
nos regalaste la vida,
como en Betania al amigo.
Si caminamos a tu lado,
no va a faltarnos tu amor,
porque muriendo vivimos
vida más clara y mejor.
Porque muriendo vivimos
vida más clara y mejor.


En marzo de 1981 el General Sáenz de Tejada (Jefe del Estado Mayor de la 1ª Región Militar), la escucha en Pamplona en el transcurso del funeral de su cuñado, el Teniente Coronel José Prieto García, acribillado a tiros por los asesinos de ETA, e imagina cómo podría realzar esta canción el traslado de la tradicional corona de laurel hasta el monolito en los actos militares de homenaje a los Caídos.

En septiembre de este mismo año, asciende a General de División y es nombrado Jefe de la División de Montaña "Navarra" nº 6 (nº 5 a partir del Plan META  de 1985). No pasó mucho tiempo en su nuevo destino hasta que encargó al Comandante Tomás Asiaín Magaña, Director de la Unidad de Música de la División, la adaptación del canto de Gabaraín al paso lento de nuestro Ejército. El Cte. Asiaín aceptó muy ilusionado el encargo de Sáenz de Tejada. El resultado, como había previsto el General, fue espectacular. La presentación con carácter interno se llevó a cabo a comienzos de 1982 en el cuartel del Regimiento de Infantería de "América" nº 66 y constituyó un éxito rotundo. El recorrido de la corona hasta la Cruz se había ceñido a la duración de la música, seleccionándose una sola estrofa del texto de Gabaraín para facilitar su memorización a los soldados, que es la que todos conocemos:

“Cuando la pena nos alcanza 
por un hermano perdido,
cuando el adiós dolorido 
busca en la Fe su esperanza;
En Tu palabra confiamos, 
con la certeza que Tú
ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz.
Ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz”.

El Gral. Sáenz de Tejada ordenó que se cantara en el resto de la División y pronto fue imitada por otras muchas unidades, sobre todo del norte de España. La primera vez que se entonó con repercusión nacional fue durante el VI Festival de Música Militar, celebrado en Pamplona en mayo de 1983 con motivo del Día de las Fuerzas Armadas

El Rey Juan Carlos I lo oyó en 1985 durante la Entrega de Despachos a la IX Promoción de la Academia General Básica de Suboficiales e hizo grandes elogios de la canción, interesándose por su origen, por lo que el Ministro de Defensa, Narciso Serra, decidió incorporarlo a las ceremonias oficiales de homenaje a los caídos de los tres ejércitos. Posteriormente la Guardia Civil y la Policía Nacional adoptaron la misma canción. La primera vez que se interpretó con rango oficial fue el 3 de octubre de 1986 sin letra, sólo música, con ocasión de la visita a España del Presidente de la República de Guatemala ante el viejo monumento de la Plaza de la Lealtad de Madrid en la ceremonia de homenaje a los que dieron su vida por la Patria. 

Siempre ha habido, y lo sigue habiendo, un poco de lío en cuanto a si se canta "por un hermano perdido" o "por un compañero perdido", pero la Instrucción General 01/17 CEREMONIAS Y ACTOS MILITARES DEL EJÉRCITO DE TIERRA deja bien claro que debe cantarse "del compañero perdido".

La Brigada Paracaidista adoptó una versión muy particular en la que se cambiaba parte de la letra y el orden de algunas estrofas, pero que, sin duda, su canto tenía muchísimo más impacto que la versión normal. El entonces Comandante Capellán D. Manuel Vicente Linares —nuestro queridísimo Páter Linares, una institución en la BRIPAC del que algún día habrá que hablar aquí—, que en torno a 1985 era el capellán de la Bandera "Ortiz de Zárate" III de Paracaidistas, quiso dar a sus paracas una versión un poco más "militar", pero sin salirse mucho del significado y de la línea de la canción, por lo que adaptó la letra incluyendo lo que el Papa Juan XXIII dijo a los paracaidistas en los años 50: "No quisiera, muchachos, que a fuerza de bajar del cielo olvidarais la forma de subir a él". 

Cuando la pena nos alcanza
por un paraca perdido
cuando el adiós dolorido
busca en la Fe su esperanza.

En Tu palabra confiamos
con la certeza que Tú
ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz.

Tú nos dijiste que la muerte
no es el final del camino,
que aunque morimos no somos,
carne de un ciego destino.

Yo no quisiera que un paraca
cuando descienda del cielo,
este soldado olvidara,
la forma de ir a él.
Este soldado olvidara,
la forma de ir a él. 

Palabras de Juan XXIII a los paracaidistas

El Páter Linares

Esta versión se cantó en todas las unidades paracaidistas hasta el año dos mil y pico —de estas aciagas fechas no suelo acordarme— cuando se ordenó que se cantara la versión normal; eso, sí, cantando "paraca" en vez de "compañero". Menos mal que, al menos, se ha mantenido esta versión para las procesiones de Semana Santa, como se puede ver en este vídeo del malagueño Traslado del Cristo de Ánimas de Ciegos, protector de los paracaidistas:


Esta pérdida es otra de esas cosas que han dejado de existir por inexplicables razones que son contrarias a la variedad de tradiciones en las diferentes unidades militares españolas. Tradiciones que, por cierto, algunas no tienen más de media hora de existencia, pero esas unidades han sabido vender el producto; habrá que hablar de estas tradiciones otro día, porque me da a mí que el concepto de tradición es un poco particular a veces.