12 noviembre 2023

ANECDOTARIO (II)

Tras terminar de escribir el Anecdotario de la semana pasada, me siguieron viniendo a la cabeza recuerdos de otras situaciones vividas a lo largo de mi ya larga vida militar y me surgió la duda de si realmente todos esos recuerdos podían considerarse anécdotas. De modo que, con la genuina mentalidad militar, me fui a ver qué decía sobre esto el reglamento. El Diccionario de la Real Academia Española dice, entre otras acepciones, que una anécdota es el relato breve de un hecho curioso que se hace como ilustración, ejemplo o entretenimiento. Bueno, espero ir más o menos encaminado y que esté siendo breve y entretenido.

Como decía el domingo pasado, los alumnos en los centros militares siempre dan mucho juego a la hora de generar anécdotas. Uno de estos casos es el que me ocurrió con un alumno que inventó un nuevo método de orientación en el campo. Durante las primeras maniobras de su vida militar (enmarcadas en la Fase de Formación General Militar cuando llevaban alrededor de mes y medio), realizábamos una noche de soledad en la que se daba una zona a cada sección y de ésta se marcaban itinerarios a los pelotones. A lo largo de ese itinerario el sargento iba dejando a cada lado del camino (metidos entre la maleza y las arboledas y a unos 10/20 metros del camino), separados alrededor de 80/100 metros entre sí a todos los alumnos del pelotón de uno en uno. Así pasaban la noche totalmente aislados y por la mañana, a una hora determinada, deberían todos, individualmente, estar de regreso en el vivac. La noche de soledad casi siempre acababa con alguna novedad que se solventaba con la constante vigilancia de los instructores a lo largo de la zona asignada. Era normal el caraja que se perdía, el asustadizo que no pegaba ojo toda la noche o el sobrao que recuperaba el sueño perdido y no abría el ojo hasta que el sol le pegara ya de lleno en la cara o el sargento le diera un suave buenos días al oído.

Pero una de estas noches ocurrió algo diferente, no porque faltara uno por replegarse sobre el vivac, que era lo normal y había que ir a buscarlo, sino por el lugar hacia donde se encaminó. Estábamos en Las Navetas, zona de la Cresta del Gallo (Murcia), y el tío, en vez de aparecer en el vivac apareció en el cuartel (a unos 20 km del campamento). Entre Las Navetas y Javalí Nuevo —recuerdo, Javalí con V— hay zonas pobladas y polígonos industriales por los que, si no conoces bien el camino, puedes dar varios rodeos. Tras volver al vivac en el vehículo que enviamos al cuartel a recogerlo, el tío dijo que se había despistado con el horario porque no llevaba reloj y que empezó a andar para no llegar tarde y que, sin darse cuenta, apareció en el pueblo del Palmar y de ahí ya pues siguió hasta el cuartel. Preguntado sobre cómo supo el camino para llegar al cuartel, dijo que se había orientado ¡por las farolas! Vamos, que el tío no llevaba reloj, pero sí dinero para un taxi.

Vista de Murcia desde la Cresta del Gallo. Como para orientarse por las farolas...

Y es que, claro, entre dormir en el suelo en invierno o echar un par de horas en la cama tras darte una ducha en el cuartel mientras llegan a recogerte, es sólo superable por tener a tu propia madre viviendo contigo en la camareta, como pretendía la madre de una alumna el día de su incorporación. La señora, que acompañó a su hija al cuartel como tantos otros padres a sus hijos, pretendía que se le diera también alojamiento junto a su hija. La señora no atendía a razones. Ella sólo decía que no podía dejar sola a su hija con tanto hombre y que tenía que vivir con ella. Cuando la paciencia se me iba acabando se lo dije al Teniente Coronel quien, con su acertado superior criterio y conociendo mi no muy abundante paciencia, mandó como parlamentaria a la Teniente Médico, quien, tras otro buen rato de charla, consiguió hacer entrar en razón a la señora. La pobre chica lo pasó mal durante su formación por falta de casi todas las aptitudes necesarias, pero en actitud iba sobrada, pues le echó muchos pares de narices hasta conseguir ser Dama Legionaria Paracaidista. Con esa madre, estoy seguro de que su actitud era el seguro para salir de su casa.

En cuanto a actitud he visto varios casos verdaderamente admirables, como el del chico de familia humilde que, sin tener ropa de deporte, llegó a hacer las pruebas físicas de ingreso en vaqueros y zapatos y, encima, hizo un tiempo estupendo en la carrera de los mil metros. Sí, como lo cuento, zapatos; en esa época aún había jóvenes que tenían zapatos y no iban siempre con zapatillas de deporte...

O también positiva era la actitud de aquel alumno negro de mi sección del que destacaban unos dientes muy blancos y que, tras decirle en broma que de noche no abriera la boca para no ser visto por el enemigo, llegó a la siguiente instrucción nocturna con los dientes pintados con rotulador negro. Tardó un par de semanas en volver a tener los dientes blancos. Actitud positiva, pero mal de la pelota.


También recuerdo otra actitud muy echá palante en un alumno durante los prolegómenos del desfile del Día de la Fiesta Nacional en la Castellana. Ese día la BRIPAC desfilaba con dos compañías de la I BPAC y una compañía del BIP. Para conformar la compañía metimos a unos seis o siete alumnos porque no teníamos suficientes cabos y CLPs destinados. Estando en la posición de inicio del desfile, teníamos detrás a la unidad de La Legión, que ese año era la BOEL. Llegó el momento de cánticos y piques y empezamos a oír gritar ¡pistolos! Creyendo que los gritos procedían de los veteranos legionarios amedrentando a nuestros jovencillos alumnos, fuimos los oficiales hacia atrás y comprobamos que uno de los alumnos, precisamente el más bajito y con más cara de niño, se desgañitaba provocando a los veteranos legías de la BOEL y les hacía peinetas con el dedo corazón extendido. Menos mal que el entonces Jefe de la BOEL —y después JEME— se lo estaba tomando a coña y todos allí se reían. 

Sin embargo, también he conocido casos de falta de actitud, como el de la mayoría de los componentes de un ciclo ante el salto de combate. El Curso Básico de Paracaidismo para Tropa consta de seis saltos diurnos sin equipo ni armamento dirigidos por los instructores de la Escuela Militar de Paracaidismo (EMP) de Alcantarilla. Es decir, sólo seis saltos en los que se adquiere la técnica del salto exclusivamente. Como en las unidades de destino lo normal es saltar con equipo y armamento, en el BIP (y UFPAC) organizábamos el denominado 7º Salto antes de enviarlos a sus respectivas unidades, que era un lanzamiento en el que, ya con sus mandos orgánicos y con mochila y armamento, generalmente era seguido por una marcha con la que se iniciaba un ejercicio Alfa de cinco días de la Fase de Formación Específica. Este salto, aunque no tuviéramos abajo al enemigo haciéndonos fuego, era conocido entre los alumnos como salto de combate. Lo de saltar fuera del colchón de la EMP con fusil y mochila con equipo para cinco días, además de ser menos restrictivo el límite de viento asumible al no ser ya alumnos del curso, le quitaba el sueño a más de uno y ese insomnio se contagiaba a veces. Y una de estas veces el contagio fue absoluto. Una pandemia. 

¡A formar la compañía! gritó el cuartelero y ahí sólo salimos los mandos y unos pocos alumnos preparados para bajar andando hasta la EMP (unos 4 km) y empezar unas maniobras con un salto. Recuerden que es un centro de formación y entre la voz del cuartelero y las de los instructores y auxiliares dando voces por la compañía metiendo prisa a los alumnos pasa medio segundo. Esta vez no había nadie por los pasillos; no nos podíamos creer lo que estaba pasando. Los alumnos estaban metidos en los baños o debajo de las camas suplicando por su miedo al terrible salto de combate. Inusualmente el miedo se había extendido del todo porque la tarde antes, en el Mesón de Tropa, unos veteranos CLP,s de la III Bandera Paracaidista habían pasado una alegre tarde riéndose de los alumnos metiéndoles miedo por el salto de combate, del que contaban la cantidad de nuertos que había tenido. Costó sacarlos, pero haciendo gala de una ejemplar psicología militar, lo conseguimos y llegamos a la hora a la EMP. Finalmente los 120 alumnos que componían ese ciclo saltaron sin novedad. Como para no saltar, con el cabreo que teníamos los mandos...


El domingo que viene, más.

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