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Hablar pocas veces de la profesión militar es una de las pruebas de gran desidia e ineptitud para la carrera de las armas. (Del art. 14 de las RR.OO de las FAs)
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06 julio 2025

EL UNIFORME MILITAR

El ya lejano 2 de marzo El Furriel escribió su último artículo. Han pasado más de cuatro meses en los que he estado muy ocupado. Entre la Cuaresma con sus innumerables reuniones y actos de mi cofradía, la vorágine de la Semana Santa cartagenera, las posteriores labores de mantenimiento de infraestructuras en casa, la mudanza y demás trabajos logístico-domésticos, sin olvidar la preocupante situación en la que se encuentra últimamente nuestra queridísima España, no he tenido mucho tiempo para sentarme tranquilamente delante del ordenador y seguir bombardeando con mis pensamientos sobre la Milicia a mis pocos pero leales lectores. Pues bien, amenacé con volver y aquí estoy de nuevo.

Durante este tiempo he pensado mucho sobre cuál sería el asunto del que hablaría aquí cuando volviera. El día a día da para mucho a la hora de recopilar ideas. El problema es que tengo que desechar muchas de esas ideas porque son temas delicados y uno tiene que morderse la lengua... al menos de momento. Al final acabo por volver a lo que inicialmente dio pie al nacimiento del Furriel, como exponía en julio de 2023 en el artículo NACE EL FURRIEL: explicar a los jóvenes militares cosas que ya no se explican en las academias, su porqué, conductas que se han perdido y otra serie de aspectos derivados de la experiencia tras cuarenta años de servicio a España vistiendo el uniforme militar.

Y es, precisamente, el uniforme militar el que ha sido el tema elegido para este regreso. Ya sabe quien me conoce profesionalmente la importancia que siempre le he dado a la uniformidad y por ello, un compañero y, sin embargo, amigo me envió el otro día una foto que sabía que me "encantaría". Tuve que verla con detenimiento varias veces para comprobar que no se trataba de la policía local de un pueblo pequeño ni de una empresa civil; se trataba del programa semanal de una compañía del Ejército Español firmado por su capitán en el que figuraba "revista de traje de gala".

¡¿Traje?! Amosaver, funcionario; un traje es lo que usan los civiles, los militares usamos uniforme. Se llama u-ni-for-me, joé. Es nuestra segunda piel y nuestra seña de identidad ante los ojos de la sociedad a la que servimos. Con tu deficiente forma militar de hablar, vístete con traje —de luces o de lagarterana, lo que prefieras— y deja el uniforme para quienes seguimos sintiéndonos orgullosos de ponérnoslo cada mañana y, aunque llevemos cuarenta años haciéndolo, tememos que llegue el inevitable momento en el que tengamos que colgarlo en el armario y guardarlo como nuestra más preciada reliquia. Si quieres seguir sirviendo a la Patria con las armas, ponte con orgullo un uniforme, no un traje. Si prefieres un traje, en Amazon hay sitio.

Soy consciente de que este capitán no es el único que llama habitualmente traje al uniforme; a mí me duele la boca de decírselo a muchos militares, pero una cosa es decirlo de forma informal y otra muy distinta es plasmarlo en un documento oficial. También soy consciente de que se dice sin saber porque está demasiado generalizado que se deja de usar la tradicional forma de llamar a las cosas sin que nadie lo corrija. Si nadie enseña a los jóvenes, ellos no van a aprender por sí solos el porqué de las cosas.

Aunque no adorna el vestido al pecho, el uniforme es, o debería de ser, una cuestión primordial en cuanto a su carga mística y moral en un ejército que se viste por los pies. No, no se trata de que sea la más primordial de las cuestiones que afectan a los ejércitos, pues no lo es ni de lejos, pero sí de que sea algo lo suficientemente importante como para no dejarlo olvidado nunca, o casi nunca.

Los militares somos un grupo de personas que tenemos vocación de servicio a la Patria y trabajamos para la más alta responsabilidad que puede tener un español: la defensa militar de España. Otros sirven de otra manera —no menos importante en muchos casos— pero nos distinguimos de ellos por el uso de un uniforme militar que es casi nuestra propia piel y nos identifica ante la sociedad a la que servimos. De ahí su importancia. De hecho, son varios los artículos sobre uniformidad en los que he hablado sobre ella.

Todos conocemos los versos de Calderón de la Barca en los que resta importancia a la forma de vestir del soldado.

Aquí la necesidad
no es infamia; y si es honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mayor calidad
que el más galán y lucido;
porque aquí a lo que sospecho,
no adorna el vestido al pecho,
que el pecho adorna al vestido.

Sí, unos bonitos versos muy acertados y llenos de mensaje, pero que en parte pierden su valor cuando se sacan del contexto en el que se escribieron. Calderón escribió esto en el siglo XVII, cuando las tropas no disponían aún de un uniforme que identificara a los ejércitos o a sus unidades. En esa época el soldado español se identificaba por una seña roja —carmesí, más concretamente—, ya fuera un brazalete, una cinta en el sombrero, una faja o una banda, como ya lo escribí en el artículo FAJAS Y BANDAS. Cada uno se vestía con la ropa que tuviera y que, según su poder económico, era más o menos vistosa. Era la época en la que la vestimenta era más cursi, e incluso afeminada, cuanto mayor fuera el estatus social y económico de ese hombre y los ejércitos no fueron ajenos a esas modas. En ese contexto tiene sentido lo escrito por Calderón, pero no se puede justificar la despreocupación por el uniforme con una idea de hace cuatro siglos, cuando éste ni existía. 

Tampoco actualmente es infamia la necesidad, pero en este asunto no hay necesidad. El soldado ya no viste como buenamente puede, pues se le proporciona el uniforme y, además, una ayuda mensual para paliar los gastos de vestuario, aunque todo el mundo sabe que nadie, absolutamente nadie, se gasta los casi treinta euros de la nómina mensual en ese concepto. 

Tenemos todos claro que en instrucción, maniobras y campaña el uso adecuado y correcto del uniforme pasa a uno de los últimos lugares en las prioridades del soldado, pero no debe pasar al último plano por ser poco importante, sino porque las condiciones de vida no son las adecuadas para tenerlo como si saliera del paquete del AVET. El uniforme, aunque sea en campaña, hay que mantenerlo en las mejores condiciones posibles porque, como ya escribí hace un par de años, la guerra no es miseria.

Llamar traje al uniforme demuestra una carencia total de significado moral para quien así lo nombra. No es de extrañar, por consiguiente, que se vea a militares con las pintas que llevan. Supongo que estamos de acuerdo en que los tallajes del PCAMI están mal, en las de los pantalones sobre todo. Si te llega largo, que es lo habitual, pues le metes dobladillo y listo. Es decir, te preocupas un poco por llevarlo en condiciones. Lo que no es de recibo es que te lleguen unos pantalones que podrían valerle a un tío diez centímetros más alto que tú y te los plantes como si nada pasara. Pues sí pasa, sí; que llevas unas ridículas pintas de Cantinflas.


Y lo que se ve en la siguiente foto en la que el protagonista colgó en sus redes sociales tan orgulloso de su innoble pinta, no requiere más comentarios. La imagen habla por sí sola.



En resumen, el uniforme es la segunda piel que acogernos los militares cuando ingresamos. El uniforme no es una seña de identidad personal, sino una seña de identidad de la colectividad del Ejército Español, de sus glorias y de los hombres que las consiguieron para España. 

El uniforme ha sido la mortaja de muchos héroes, démosle el respeto que se merece.


06 octubre 2024

DEJÉMONOS DE MARICONADAS

El jueves por la noche tuve un sueño; bueno, una pesadilla realmente. Me desperté cansadísimo, consecuencia, sin duda, de la intensidad con la que esos pensamientos nocturnos me habían debido de atormentar durante toda la noche.

A primera hora de la mañana no conseguía recordar el sueño. Sabía que algo tenía que ver con uniformes militares, pero no conseguía descifrar el enigma. Ni siquiera tras mi primer café mañanero conseguía recordar de qué se trataba. 

Pensarán mis pocos pero leales lectores que menudas vueltas le estoy dando a un simple sueño, pero es que, primero, soy un tío muy disciplinado y cuando hay que dormir, duermo y no me entero de nada a mi alrededor, de ahí mi extrañeza, y, segundo, sabía que el sueño había sido sobre algo interesante o, al menos, inquietante para mí. 

Bueno, el caso es que había ido olvidando el asunto y mi leal compañero SIMENDEF —que, por cierto, está a punto de pasar a la reserva y otros vendrán que bueno lo harán— consiguió, como todas las mañanas, ponerme las pilas y despertarme del todo.

Así iba pasando el tiempo y a media mañana salí de mi despacho para dar una vuelta por el Museo Militar que tengo la gran suerte de dirigir. Respiro hondo y huelo a historia; esa historia de la Milicia de España que me relaja porque me apasiona y, además, me abstrae del mundo actual haciéndome olvidar lo que tenemos...

En una de las salas me encontré con un compañero del colegio que hacía años que no veía. Me presentó a su mujer y ésta hizo el ademán de darme dos besos, pero de golpe se quedó paralizada y me djo "te iba a dar dos besos, pero como vas de uniforme no sé si es correcto". Por supuesto, le di dos besos y en ese preciso instante fue como si todo ese sueño nocturno pasara como una película por mi pantalla cerebral en décimas de segundo.

Tras charlar un rato, volví a mi despacho, me senté y fui recordando el sueño enteretico, como dicen en  mi tierra. No me extraña que me levantara cansado; lo que no entiendo es que no me levantara de mala uva. O sí...

El sueño consistía en que llegaba a un acto militar en el que, fuera de formación, nos íbamos colocando los militares en el corralillo a modo de tetris intentando guardar la rigurosa antigüedad. No sé ni dónde ni con motivo de qué era ese acto, pero el caso es que había muchas más mujeres militares de las que por proporción suele haber. Empiezo a ver que ya no hay saludo militar, o si lo hay es algo leve y casi disimulado, entre hombres y mujeres y todo el saludo se reduce a dos besos. ¡Dos besos entre militares de uniforme! Menos mal que sólo era un sueño... 

Un coronel dando dos besos a una capitán mientras la llama, por supuesto, por su nombre de pila. Una teniente coronel que le da dos besos a un comandante. Menos mal que sólo era un sueño... 

Como si hubiera sido la formación más rápida del mundo, acababa el acto militar rápidamente y un grupo decidía hacerse una foto de familia con el monumento a los Caídos de fondo y, como si de un equipo de fútbol se tratara, echándose los brazos por encima de los hombros unos de otros, sin importar empleos ni antigüedades. Menos mal que sólo era un sueño... 

Sí, menos mal que era un sueño, porque son cosas que jamás ocurren en la realidad ¿no? No creo que nadie haya visto jamás esa imagen de dos militares de uniforme saludándose con un par de besos, pues no son los adecuados signos externos de la disciplina y de la cortesía militar de los que habla el artículo 52 de las RR.OO para las FAs:

Pondrá gran cuidado en observar y exigir los signos externos de disciplina, cortesía militar y policía, muestras de su formación militar. Se esforzará en poner de manifiesto la atención y respeto a otras personas, sean militares o civiles, en destacar por la corrección y energía en el saludo y por vestir el uniforme con orgullo y propiedad. Tendrá presente que el saludo militar constituye expresión de respeto mutuo, disciplina y unión entre todos los miembros de las Fuerzas Armadas.

Pues eso, que son cosas que nunca ocurren pues todo el mundo sabe que no es muy correcto porque devalúan el significado del saludo militar si se acompaña de dos besos. Hasta la mujer de mi compañero del colegio, una civil que nada sabe de uniformes, dudó si era correcto dar dos besos a un militar de uniforme. 

No sé qué haría si viera un par de militares de uniforme saludándose con un par de besos. Pero ¡bah! qué más da; eso nunca ocurrirá en el Ejército Español porque todo el mundo sabe que es de lo más anti marcial. Sólo pasa en los sueños. 

Si es que ni entre padre e hija se dan dos besos quienes, aunque no lo vistan todos los días, tienen respeto al uniforme y respeto a las formas que materializan externamente la disciplina y el valor de la jerarquía.


Ya puestos, espero no tener ninguna pesadilla con una pareja de militares de uniforme paseando cogidos tiernamente de la mano como si fueran Dora la Exploradora y Hello Kitty.

También es cierto que muchas veces la realidad supera la ficción. Tal es el caso que he recordado mientras escribía, y esto no fue un sueño. Siendo teniente, estaba en una base aérea esperando a que cambiaran las condiciones climatológicas para poder realizar el lanzamiento paracaidista que se había suspendido momentáneamente por exceso de viento. Nos dirigimos unos cuantos a tomar un café a la cantina de la base con el objetivo de hacer tiempo. Al llegar a la puerta la abrí y dos soldados mujeres hicieron el ademán de salir. Se ve que creían que yo les abría la puerta para dejarles pasar. Por supuesto me dispuse a entrar yo y, claro, ellas se quedaron de piedra viendo que no les dejaba pasar. Entonces les dije bastante serio: "igual es que estáis muy acostumbradas a que un teniente os ceda el paso, pero yo no estoy acostumbrado a ceder el paso a los soldados" y entré teniéndose ellas que apartar. Tremenda era la cara de asombro que se le quedó a las dos soldados. No sé a qué estarían acostumbradas, pero está claro que culpa no era de ellas, sino de quien les había acostumbrado a eso. 

Y como todos los sueños tienen moraleja... Seamos serios, joé, y no confundamos los signos externos de la disciplina y de cortesía con las muestras externas de cariño. El moderno cede el paso al antiguo y se saluda militarmente y con estrechón de manos; dejémonos de mariconadas y de querer ser tan guays


22 septiembre 2024

ORGULLOSOS DE NUESTRA UNIDAD

 El artículo 48 de las Reales Ordenanzas para las fuerzas Armadas de 1978 decía que "Todo militar se sentirá orgulloso de la unidad en (la) que sirve. Se esforzará en que ésta alcance los más altos niveles de preparación y por ello merezca ser designada para las más importantes y arriesgadas misión". Las RR.OO de 2009 cambiaron el texto, para decir lo mismo, en su artículo 22: El militar velará por el prestigio de las Fuerzas Armadas y por el suyo propio en cuanto miembro de ellas. Se esforzará en que con su aportación personal su unidad, de la que se sentirá orgulloso, mantenga los mayores niveles de preparación, eficacia, eficiencia y cohesión, con objeto de que merezca ser designada para las más importantes y arriesgadas misiones. 

Se escriba como se escriba, está claro que el militar debe estar orgulloso de la unidad en la que sirve. Esto, que parece evidentísimo, no creo que lo sea tanto en muchos casos a tenor del comportamiento de algunos. Y no me refiero al comportamiento en la propia unidad, porque cuando alguien cumple con su unidad no se le puede recriminar que prefiriera estar en otra, me refiero a cuando estando en una unidad uno quiere convertirla en otra copiando cualquier cosa de la unidad que anhela vehementemente. Me explico.

Todos los militares, o la inmensa mayoría, hemos estado en distintas unidades. Unas veces hemos tenido la gran suerte de estar en la que queríamos estar, pero otras, por diversos motivos como ascensos, tiempos máximos, etc, hemos tenido que despedirnos de esa tan querida unidad, "nuestra unidad", y pasar a otra totalmente distinta. Uno puede echar de menos la unidad anterior por innumerables motivos, tanto personales como profesionales, pero debe tener claro que en ese momento todo su esfuerzo tiene que ir encaminado a contribuir a la grandeza de su unidad actual. 

Llegados a este punto estoy seguro de que mis pocos pero leales lectores estarán pensando que no he descubierto la pólvora hoy con estas afirmaciones, pero voy a intentar explicar ciertas actitudes que se dan demasiado frecuentemente y que quedan muy lejos de demostrar orgullo por la propia unidad.

Hay unidades que tienen una personalidad muy particular, una idiosincrasia distinta o, incluso, una aureola tradicional que las diferencian un poco de las demás. Estas unidades suelen marcar con una gran trascendencia a los que por ellas pasan destinados. Uno ahí destinado pensará y actuará como se hace en esa unidad. Está claro que se está sintiendo orgulloso de la unidad en la que sirve.

El problema viene cuando este militar tiene que cambiar de destino y llega al nuevo pensando, actuando e, incluso, usando el uniforme como en su unidad anterior. Se resisten a pensar que ya no están en su antigua unidad y lo único que pretenden es transformar la nueva para que se parezca lo máximo posible a la que él echa de menos, pero en la que no puede estar. Son los que yo llamo los "quiero y no puedo"

El Ejército Español es, gracias a Dios, muy heterogéneo y tiene las suficientes diferencias en su seno que permiten dar personalidad propia, en mayor o menor medida, a todas las unidades. Sin profundizar mucho, sólo tenemos que echar un vistazo a las distintas tradiciones y a las particularidades en la uniformidad. 

Es precisamente en la uniformidad en lo que primero que se dan a conocer los quiero y no puedo. Cuántos casos conocemos de quien ha copiado las peculiaridades de una unidad para que la suya se parezca (imite) a otra. ¿Eso es estar orgulloso de la unidad en la que sirve o es estar orgulloso de la unidad en la que sirvió por encima de todas las demás, incluso de la suya actual? 

El ejemplo más característico es el de los que han sido legionarios, aunque sea media hora, y ahora van vestidos de caqui, pero no se resisten a ir con la camisa desabrochada. Nunca lo entenderé. ¿Es para hacer que se sepa que ha sido legionario? ¿Es necesario cometer una falta de uniformidad para demostrar que se es esto o aquello? Creo que hay otras características, que no son desabrocharse un botón de la camisa de verano, las que tienen que definir al militar y las que darán renombre a su unidad. Además, creo que no se dan cuenta del flaco favor que están haciendo a La Legión con esa actitud. La Legión es lo que es, con todas sus características, entre ellas la del botón desabrochado de la camisa. Es una seña de identidad del legionario y de la camisa legionaria, no de la camisa caqui —o amarilla grisácea, que es como se llama oficialmente; manda h...—. Si ya no estás en La Legión, por mucho que te duela, no puedes desabrocharte el botón de la camisa.


Otro ejemplo claro es la adopción de las manoplas blancas por algunas unidades que jamás las han usado. En este asunto creo que debemos mirar, sobre todo, hacia algunos antiguos paracaidistas que al llegar a otras unidades han querido mantener el uso de las manoplas y las han convertido en parte de su uniformidad. Así ocurrió en la BRILAT y en la UME, unidades que jamás usaron las manoplas y a las que se les dotó de ellas de forma no oficial ni reglamentada. 

Menos mal que la Instrucción General 03/22 “Descripción y uso de los uniformes y prendas del Ejército de Tierra" ha regulado por fin, entre otras prendas, el uso de las manoplas blancas sólo para unidades legionarias, paracaidistas y... de Regulares. Me quedé sorprendido cuando vi que se les incluía, porque tampoco las habían usado jamás a lo largo de su historia. Por más que veo fotos y vídeos de las diferentes décadas desde su creación, las unidades de Regulares no han usado jamás manoplas blancas, salvo desde hace unos pocos años, cuando seguro que algún antiguo legionario quiso mantenerlas en su nueva unidad para, aunque él no lo hiciera con esa intención, restarle a La Legión una de sus señas de identidad.

Las manoplas han sido siempre características de legionarios y paracaidistas y conforman parte de su propia identidad, ¿no nos damos cuenta de que haciendo que se adopten por otras unidades estamos rompiendo un poco la identidad de las unidades originales en su uso?


¿Y las boinas? ¡Uf!, esto daría para un monográfico. En los años 60 y 70 en España sólo usaban boina los paracaidistas, tanto del ET como del EA, los guerrilleros, los esquiadores-escaladores, los carristas, los pilotos de helicópteros y los infantes de Marina y marineros en su uniforme de campaña y de faena. Es decir, unidades que tenían una identidad muy particular. En el momento de su creación en 1976, la Guardia Real también la adoptó. Progresivamente se fue generalizando hasta que a principios de los 80 la prenda de cabeza general de la tropa del ET volvió a ser la boina caqui en vez de la gorra montañera, como ya lo fue en la década de los años 20 del siglo pasado, a la vez que en la Academia General Militar dotaban a su personal de boina grancé.

Pero como siempre hemos tenido muchos "quiero y no puedo", algunos jefes quisieron que su unidad tuviera también su parte de individualidad —protagonismo— y, en vez de demostrarla derrochando virtudes, valores o hechos memorables, recurrían a darle ese toque especial sólo en apariencia creando una boina de un determinado color que, en ocasiones, no les quedó muy acertado. Así hemos llegado a que ya casi nadie usa la boina caqui de uso general (la caqui con el águila del Ejército) ni, mucho menos, la gorra de plato. Tenemos boinas de color verde, en tres o cuatro tonalidades distintas, grancé, rojos, negro, azul también en varias tonalidades, marrón, gris, amarillo, color arena y seguro que algún color más que se me olvida. Quedan muy pocas unidades que usan la original boina caqui y la gorra de plato y de esas pocas que quedan, le quitan el emblema del Ejército y le ponen el suyo propio; así mola más... En resumen, que la excepción se ha convertido en regla y la regla es ya, tristemente, una excepción.

¿Y todo esto por qué? Pues porque si cada uno, de verdad, se sintiera orgulloso de la unidad en la que sirve, no necesitaría copiar nada de los demás.

Para terminar quiero tener en cuenta un ejemplo de todo lo contario a lo que estamos tratando hoy. La División Acorazada Brunete N.º 1 nació en 1943 y su primer jefe, el almeriense Gral. Rada que, por cierto, fue el primer jefe en desembarcar en Alhucemas en 1925 al mando de la VI Bandera de La Legión, adoptó una prenda de cabeza que permitiera el uso adecuado de los cascos de intercomunicación y transmisiones que necesitaban los carristas. Así se creó la boina negra de carrista con alas horizontales, como se ve en las siguientes imágenes:


En 1981 la DA Brunete tuvo una participación relevante en los sucesos del 23-F y el gobierno de turno quiso cambiar la imagen de aquella unidad cuyos miembros habían salido en telediarios y periódicos en el Congreso o en RTVE tocados con esa característica boina. Al nuevo jefe de la Brunete, Gral. Pedrosa, le propusieron que mantuviera la boina negra, pero con caída del ala hacia el lado izquierdo; vamos, como la que llevaban los paracaidistas. Don Prudencio Pedrosa, que fue combatiente paracaidista en IFNI y que mandó la BRIPAC, se negó rotundamente porque la boina negra con caída del ala hacia la izquierda era una de las señas de identidad de los paracaidistas y cuentan que dijo literalmente "quien quiera llevar la boina como los paracaidistas, que pida destino a paracaidistas", preservando una de las identidades de la Brigada Paracaidista. De modo que se adoptó la boina negra, color clásico de las unidades acorazadas de la mayoría de países, pero con caída del ala hacia la derecha:

Gral. Prudencio Pedrosa Sobral

A pesar de ello, tras la revolucionaria y en gran medida desafortunada normativa de uniformidad de 1986, se eliminó esta boina dotando a las unidades acorazadas y mecanizadas de una boina como la paracaidista:


Aunque me he centrado en aspectos de la uniformidad de épocas más o menos recientes, seguro que también ocurría esto hace siglos, por lo que me imagino que fue lo que ocurrió cuando alguien decidió que las unidades de marinería de la Armada, no las de Infantería de Marina, también tuvieran escuadras de gastadores en sus desfiles, aunque jamás existieran los gastadores en los buques de guerra...

En resumen, sintámonos orgullosos de la unidad en la que servimos, con sus peculiaridades propias sean o no tan vistosas como las de otras unidades, y dejemos de querer ser como otros. 






11 agosto 2024

FAJAS Y BANDAS

El otro día, en un grupo de Whatsapp un compañero de promoción me hacía una pregunta sobre uniformidad referente a la Banda de la Victoria que se usó en los ejércitos de España tras la Guerra Civil. Me dio la idea, entonces, de hablar en El Furriel de esta banda, pero para ambientarnos bien en su origen hay que empezar por conocer el origen de las bandas y fajas usadas tradicional y secularmente en nuestros ejércitos. 

En España el uso de las bandas y de las fajas se remonta al siglo XVI como distintivo del Ejército Español. En aquella época, al no existir ninguna uniformidad, el método de distinción más utilizado era el uso de una banda que cruzaba el pecho desde el hombro al costado, una faja anudada en la cintura, un simple brazalete o unas plumas en los cascos o en los sombreros, todas ellas de un determinado color, que diferenciaría a un ejército del contrario. En España el color era el rojo carmesí, heredado de la tradición de los Reyes Católicos

"Rocroi, el último tercio" de Ferrer-Dalmau

En el cuadro del magnífico pintor de batallas, Augusto Ferrer-Dalmau refleja perfectamente el verdadero origen de la faja roja española. La faja no era en su origen, como se puede leer por ahí, una banda cruzada en el pecho que distinguía a los capitanes de los tercios y que, con el tiempo, se convirtió en una faja anudada en la cintura. En este cuadro se puede apreciar que la tela roja —aunque realmente era de tono carmesí— era distintivo de soldado español ya que son muchos los soldados que lo portan, unos en la cintura, otros en el pecho, otros en el brazo y otros en las plumas del sombrero y no necesariamente los que la llevan en banda son generales ni capitanes. En aquella época en la que la uniformidad no existía aún, el vestuario corría por cuenta del soldado y cada uno se vestía como podía y el distintivo carmesí que portaba sería fruto de su poder adquisitivo, por lo que no es de extrañar que fueran los capitanes, alféreces y sargentos los que usaran telas de mayor tamaño que los pobrecitos soldados que compartían tela y a duras penas les llegaba para un pequeño brazalete. Este hecho meramente comercial dio pie a que se identificara a los jefes por el distintivo de mayor tamaño: bandas o fajas. 

Fue ya a finales del siglo XVII cuando Carlos II regularizó un poco este distintivo por el que de capitán para arriba se portaría una faja roja carmesí anudada a la cintura. Desde ese momento y hasta la actualidad han sido muchas las modificaciones y cambios que han sufrido en su diseño y en su reglamentación las fajas. 

A finales del XVIII se reglamenta que sólo será usada por los generales y será de tafetán rojo —ya no se especifica que sea rojo carmesí— con las divisas del empleo bordadas en su parte anterior. Esta faja se usará incluso de paisano, como puede verse en la siguiente imagen de un cuadro del General Prim:

 
General Prim

La faja en esa época llevaba los entorchados dorados correspondientes al empleo y no tenía caída al lado terminando en unos flecos dorados que sobresalían por debajo de la faja, como se ve en el siguiente cuadro del General Castaños:

 
General Castaños

Llegamos al siglo XIX y Carlos IV regula que en la faja, hasta entonces sin caída al lado, caigan hacia el lado izquierdo los sobrantes del lazo y en ellos los entorchados dorados correspondientes al empleo; desaparecen los flecos y las caídas terminan en borlas o madroños de hilo de oro. 

Ya en el siglo XX, curiosa fue la Real Orden de 1909 en la que se disponía que los jefes de los cuerpos Jurídico, Administración y Sanidad Militar asimilados a generales de división y de brigada usaran con el uniforme respectivo una faja de seda color amarillo-grisáceo. En 1933 se derogó esa real orden pasando a usar la misma faja que le resto de generales.

Sin más modificaciones en su reglamentación, y sólo con variaciones particulares derivadas de eso tan español como es la peculiar forma de portar algunas prendas del uniforme según le dé la real gana a cada uno —aún pasa—, llegamos al reglamento de uniformidad de 1943, que establece que todos los generales ostenten faja de gala de las siguientes características:

"De tejido de hilo de seda color grana, de cinco centímetros y medio de ancha. Está montada en forma de cinturón y se sujeta por un broche de metal provisto de un cajetín, donde se coloca la caída, que consistirá en un lazo y dos colgantes confeccionados con el mismo tejido; los colgantes terminan cada uno en una borla de oro que tiene una longitud total de 28 centímetros, siendo los flecos mate y bordadas las piezas que componen el cuerpo de la borla. Toda la parte del galón, irá forrada de piel de color granate oscuro.

 A lo largo de cada colgante,. y sobre la borla, se llevarán en forma de pasador los entorchados que correspondan al grado que ostente el Oficial General; cuatro para el Capitán General, tres para el Teniente General, dos para el General de División y uno para el de Brigada".

Para Diario se fijaba una faja un poco distinta:

"De punto de seda, grana, de cinco y medio centímetros de ancha. De lazo pequeño, hecho y con broche; las cabecillas doradas, metálicas, y los flecos, encarnados, de tal longitud que los extremos de dichas borlas no rebasen el filo de la guerrera".

                               
Lazada postiza de gala

Faja de Diario

Es decir, la faja era, en principio, de una pieza de cuero forrada de seda roja sin colgante a la que se añadía la lazada postiza con sus colgantes, pero existía una sin cuero, sólo de tela, de cuatro metros de longitud que, con más o menos vueltas según el general estuviera más delgado o más gordo, se anudaba con el lazo en el lateral izquierdo. Para los oficiales de Estado Mayor se fijaba que la faja sería igual que la de Diario de los generales, pero de color azul y anudada a la derecha. Además, tanto para generales como para los diplomados en Estado Mayor, la de Gala era de hilo de raso de seda y la de Diario de punto de seda.

Posteriormente hubo algunas pequeñas reglamentaciones en cuanto a su uso: que si con el uniforme de Diario sí y posteriormente no, que si con el de Media Gala se usaba la faja de Diario o la de Gala, etc. El uniforme de Media Gala, que podría equivaler al actual para actos de especial relevancia, daría para escribir un artículo, porque a lo largo de los años 70 del siglo XX cambió cada media hora: unas veces guantes blancos y otras guantes avellana, medallas en una época y pasadores en otra, ceñidor de charol negro primero y ceñidor de tela caqui después; eso sí, en ninguna de las distintas variantes se llevaba la banda. Por ejemplo, como podemos observar en la siguiente foto de la Toma de Mando del Tte. Gral. Milans del Bosch como Capitán General de la 3ª Región Militar (1977) el personal usa uniforme de Media Gala con guantes avellana (hasta 1986 no fueron negros) y medallas (la corbata es caqui y la camisa es la color salmón, las usadas en esos años de Gala y Media Gala).

Uniforme de Media Gala en 1977

Gala con camisa color salmón y corbata caqui

Sin más modificaciones reseñables llegamos a 1986, cuando una orden ministerial da un vuelco a la uniformidad del Ejército de Tierra, pero no afecta ni a las fajas de general ni, sorprendentemente, a la Banda de la Victoria. La faja de general cambia posteriormente desapareciendo la de Diario y suprimiendo, en la de Gala, los flecos dorados dejándolos rojos, como era hasta entonces la faja de Diario. Sólo el Rey y el JEMAD, si es de Tierra, llevan los flecos dorados. En la guardia Civil, que siempre ha ido conforme a la normativa de uniformidad del ET, también llevan los flecos rojos. Sin embargo, en la Armada y en el Ejército del Aire (y del Viento) los flecos son dorados. ¿Y por qué en el ET son rojos los flecos actualmente? Pues vaya usted a saber... Pero lo mejor de este cacao son los Cuerpos Comunes, donde los generales llevan faja con flecos rojos y dorados indistintamente.

Faja actual de General de División del ET.


Flecos rojos y flecos dorados en los Cuerpos Comunes

A propósito de la faja y como recordarán mis pocos pero aún leales lectores, hace casi un año ya comenté en VOCABULARIO MILITAR (I) que la faja de general o de diplomado en Estado Mayor se llama así, faja, y no fajín, como tan errónea y frecuentemente se le llama. En ese artículo decía que la faja es la tira de tela (generalmente de seda) que usan nuestros generales y diplomados en Estado Mayor sobre la guerrera del uniforme con sus extremos de los que penden unas borlas. El fajín es el que usan los almirantes y generales de la Armada debajo de la chupa en los uniformes de etiqueta y gran etiqueta y que no lleva borlas. 


 Bueno, ¿y la banda? pues la Banda de la Victoria fue creada por el General Franco en 1940 "para perpetuar la Gloria de nuestra Cruzada". Consistía en una cinta de seda de color carmesí de 8 cm. de ancho y rematada con dos borlas y un pasador con la leyenda "1936-1939". Para los tenientes y alféreces, era un cordón rizado, también de seda del mismo color y con idéntico remate. 

Banda y cordón

Pasador

Decreto de creación de la Banda de la Victoria

La orden daba de plazo hasta el 31 de diciembre de 1941 para su implantación. Al tener que ser comprada particularmente en sastrerías y tiendas de efectos militares, los militares eran reticentes a su uso por su elevado precio, lo que motivó que en febrero de 1942, por una orden del Ministerio del Ejército, a todo el que no la tuviera en esa fecha le sería facilitada por el Establecimiento Central de Intendencia (actual PCAMI) y descontada del sueldo, por supuesto. 

Y finalmente, fue en 1989 cuando el Ministro de Defensa, Narciso Serra, suprimió definitivamente el uso de la Banda de la Victoria. Por cierto, no se suprimió mediante la ley 17/89 Reguladora del Régimen del Personal Militar Profesional —que tantas cosas trituró—, como he leído por algún lado; la ley es de julio y la orden ministerial 06/89 de Serra es de enero:

"De conformidad con lo dispuesto en el artículo único de la Ley 63/1978 y por haberlo así resuelto el Consejo de Ministros, queda derogado el Decreto de 18 de julio de 1940 que crea la banda y el cordón militar. Quedan derogadas, asimismo, la Orden Ministerial 1.647/1979, de 17 de mayo, por la que se establecen normas conjuntas de equiparación, numeración y designación de uniformes del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire, y cuantas disposiciones de igual o inferior rango se opongan a lo dispuesto en la presente Orden Ministerial".

  

Julio de 1988. Capitán con banda y tenientes con cordón

28 abril 2024

DESMONTANDO MITOS (II). Uniformidad.

Decía el domingo pasado en DESMONTANDO MITOS (I) que hay cada vez más situaciones, dichos, acciones o ideas totalmente asentadas y normalizadas que se dan por buenas y por verdaderas cuando realmente no lo son y que uno de los aspectos en los que se dan mucho los mitos es en la uniformidad y en la policía del personal militar. Ya hablé de la policía y hoy toca hacerlo de la uniformidad. 

¡Ay! la uniformidad, nunca  bien definida y comprendida. La uniformidad, que no encierra mérito cuando la confección y el diseño nos son gratos y llevaderos. La uniformidad, que reviste su verdadero valor cuando la ignorancia aconseja lo contrario a lo que se nos manda, cuando el capricho pugna por levantarse en íntima rebeldía o cuando la arbitrariedad o el error van unidos a la permisividad del mando.

Pero concretamente ¿qué es la uniformidad? Pues es la cualidad de que todo sea uniforme, igual, idéntico, coincidente, consonante y homogéneo, lo que en demasiadas ocasiones dista mucho de ser lo que se ve por ahí; en ocasiones por desconocimiento de las normas (les importan un bledo) y muchas veces "porque yo lo valgo". Y es que gusta demasiado por aquí, al igual que pasaba en el ejército de Pancho Villa, ser diferentes y querer tener cada uno su punto particular cuando viste uniforme. 

Uniforme quiere decir una forma, todo de la misma forma. ¿Será este el motivo de que cada vez se tiene más la puñetera manía de llamar traje al uniforme militar como queriendo autojustificarse de que un traje no tiene por qué ser uniforme? ¿O el motivo de llamar traje al uniforme es que cada vez nos volvemos más civilacos y vamos dejando de usar el adecuado vocabulario militar? El traje es lo que llevan los civiles; los militares usamos uniforme (aquí iría un taco y el emoticono de cabreado).

Sobre las numerosas alteraciones con las que se tunea el uniforme podríamos estar hablando durante semanas; por este motivo y porque desgraciadamente ya me voy quedando sin fuerzas y empiezo a tirar la toalla en mi pretensión de que se use el uniforme con corrección, haré un breve resumen de los casos más sangrantes que me hacen daño a la vista cuando los veo, a ver si hubiera suerte y sirviera para que, al menos los que desconocen la norma rectificaran sus faltas de uniformidad. Sé que los del "porque yo lo valgo" ni leerán este incómodo artículo.

Para que no se me diga que hablo de normas que igual están ya derogadas, me voy a remitir a las últimas normas en vigor, tanto a la Orden Ministerial de Uniformidad para las FAs de 2016 como a un par de instrucciones generales del Ejército de Tierra de 2022.


PRENDA DE CABEZA

Empecemos de arriba abajo. En los últimos años ha aparecido de golpe una sorprendente moda de no descubrirse en el interior de un edificio. Aunque es algo muy generalizado, en La Legión es más acusado. Recuerdo más de una vez, al llegar los nuevos tenientes y sargentos procedentes de la academia, verlos en el pasillo esperando para presentarse con la teresiana en la mano. Al decirles que pasaran a mi despacho aparecían con la teresiana puesta en la cabeza. Al preguntarles si en la academia no les habían enseñado cómo presentarse a un superior en su despacho con la gorra en la mano me decían que "es que nos han dicho que en La Legión siempre se entra cubierto en los despachos". ¿De dónde habrá salido ese absurdo y falso mito? 

La Instrucción General 03/22 “Descripción y uso de los uniformes y prendas del Ejército de Tierra" dice en su apartado 9.12.1 que "como norma general, se permanecerá cubierto en el exterior y descubierto en interiores, se esté o no armado. En los actos que incluyan formaciones y se realicen en interiores, todos los asistentes se mantendrán cubiertos como si fuera en el exterior". Queda claro, si bien es cierto que esta IG modifica que en interiores se esté descubierto cuando se va armado, pues hasta 2022 se permanecía cubierto en interiores cuando se portaba arma larga (no, la pistola no se incluía).

Sobre el mito de que en La Legión se entra cubierto en los despachos, recuerdo el caso de un joven oficial que, por destino, fue a despedirse del General Jefe de la BRILEG y tuvo el valor de entrar en el despacho con la teresiana puesta. Anda que tardó mucho el General en decirle que qué carajo hacía cubierto en su despacho.


EMBLEMAS EN LAS SOLAPAS

Otro aspecto importante es la posición de los emblemas de las armas en la solapa de la guerrera o de la camisa de manga corta. El emblema debe ir horizontal y no alineado con el borde exterior de la solapa y sólo en la gabardina el emblema va inclinado, como muestran las siguientes imágenes extraídas de la IG 02/22 "Emblemas, divisas y distintivos en el Ejército de Tierra":




Ejemplo de emblemas mal colocados

PISACORBATAS

El pisacorbatas también es un complemento a destacar. No debe ser visible, salvo en la modalidad B del Uniforme de Trabajo, es decir, cuando se va en mangas de camisa con corbata. "El pasador de corbatas solo será visible con el uniforme de trabajo modalidad “B”, colocándose horizontal y a media altura de los bolsillos de la camisa. En él se ostentará el mismo emblema que le corresponda al portador para uso en las solapas del resto de uniformes, no pudiéndose portar otro distintivo o escudo".


 

CEÑIDOR 

El ceñidor de gala es también objeto de un uso no demasiado adecuado. Debe ir "descansando sobre los ganchos y con la hebilla entre el tercer y el cuarto botón de la guerrera caqui y entre el quinto y séptimo en la azul. Deberá ceñirse lo justo para que se mantenga horizontal, sin formar pliegues o arrugas en la guerrera". Cuando se incumple esto se da un aspecto bastante poco marcial.

En cuanto al de tropa, hay también un absurdo e infundado mito por el que algunos (muchos en algunas unidades concretas) creen que la tropa sólo usa el ceñidor de cuero negro para gala en formación, viendo en demasiadas ocasiones a algunos sin él yendo de gala. En la siguiente imagen se ve un caso que compendia él solito un montón de faltas de uniformidad además de no portar el ceñidor de gala, como son los emblemas de las solapas torcidos, las cruces del Mérito Militar repetidas o el sable de suboficial (recuerdo el artículo sobre el sable).


Podría seguir escribiendo durante horas sobre este asunto, como por ejemplo los pantalones súper arrugados en los tobillos que dan aspecto más de Cantinflas que de aguerrido militar, los complementos que se ponen algunos en el uniforme de etiqueta sobre todo en las bodas porque mola más, la creencia de que la mujer puede llevar indistintamente pantalón o falda con el uniforme azul de etiqueta cuando sólo puede llevar falda con este uniforme, el súper antirreglamentario grupo sanguíneo bordado en la cinta de identificación (galleta, para los que no leen las normas) del uniforme de campaña, las botas de campaña atadas con unos grandísimos lazos tipo Laura Ingalls en la Casa de la Pradera, las también antirreglamentarias botas civiles con el uniforme de campaña (punto 7.1 de la IG 03/22), etc.

Y ya si me pongo a escribir las formas de denominar a los uniformes, ya no acabo en toda la noche. ¿Tan difícil es aprenderse que una cosa es el tipo de uniforme y otra muy distinta la modalidad? No sé cuántas veces habré visto escrito en una norma o invitación para un acto: "Uniformidad. Modalidad A". Cuando leo eso no me queda más remedio que preguntarme si es uniforme de diario, de gala o de especial relevancia. Sé que es la modalidad A, es decir, de invierno, pero no me aclara nada más. Sabemos que en el ET da igual modalidad A, B o C en el uniforme de gala o en el de especial relevancia, pero resulta que, por ejemplo, los Cuerpos Comunes sí tienen diferencia entre una modalidad u otra en estos uniformes. De todas formas, lo que hay que especificar es el tipo de uniforme más que la modalidad, ya que ésta va marcada por el Comandante Militar de cada provincia según la época del año.

Que esa es otra, no podemos ir en manga corta (modalidad C) a un acto en el que los civiles asistan con chaqueta y corbata por mucho que en nuestra provincia ya estemos con uniformidad de verano. Así lo dice la IG 03/22 en su punto 8.4: "Con carácter general, se usará en sus modalidades “A” o “B” en los actos sociales civiles y ceremonias religiosas en las que proceda una vestimenta formal y en los de carácter castrense de cierta relevancia cuando por estar prevista la asistencia de autoridades civiles e invitados se tenga la certeza de que estos vestirán traje, o de forma expresa se exija el traje oscuro, independientemente de la modalidad estacional que rija en el lugar.

Y el tema estrella creo que es el del uso de los distintivos, tanto de permanencia, de título o de mérito que, o hay demasiado desconocimiento, que no creo porque es algo de lo que se habla mucho, o, simplemente, la gente pasa "porque yo lo valgo". Para hablar sobre los distintivos se necesita un monográfico que ya llegará.

21 abril 2024

DESMONTANDO MITOS. (I) Aspecto Físico.

La Real Academia Española (de la Lengua) dice en su tercera acepción que un mito es una invención, una fantasía. Vista esta definición no cabe duda de que el militar español es un gran forjador de mitos.

Hay cada vez más situaciones, dichos, acciones o ideas totalmente asentadas y normalizadas que se dan por buenas y por verdaderas cuando realmente no lo son. Y creo que el motivo es el desconocimiento del porqué de las cosas, el desconocimiento de lo que está reglamentado o ambas cosas. En el primer caso, hablamos de falta de interés por nuestra historia, por nuestras costumbres, por nuestra tradición y por conocer el fondo de las cosas; se investiga y se profundiza poco y nos alicatamos lo que va para el examen y listo. En el segundo caso estamos hablando no ya de investigar y profundizar, sino de que nos cuesta mucho hasta simplemente leernos normas, instrucciones o reglamentos cuando tratan de cuestiones que no nos interesan demasiado. 

Mis compañeros y, sin embargo, amigos y quienes han estado a mis órdenes y, a pesar de ello, siguen leyendo este blog, saben que siempre he sido un quisquilloso con estas cosas. Hay muuuuchos mitos en el día a día cuartelero y hoy vamos a ver algunos de ellos, pero teniendo en cuenta que ni están todos los que son ni son todos los que están. 

Uno de los aspectos en los que se dan mucho los mitos es en la uniformidad y en la policía del personal militar. Este es, por supuesto, el segundo caso, el de no leernos las normas porque no nos interesan demasiado. Pero, en defensa de quienes desconocen muchas de estas cosas, hay que decir que la normativa sobre uniformidad es muy farragosa con órdenes ministeriales, normas, instrucciones e, incluso, órdenes directas por simendef que obligan a tener almacenada una gran cantidad de documentos que, muchas veces, amplían o derogan parcialmente los anteriores por lo que si no eres un friki de la uniformidad es cierto que es difícil estar al día al no saber ya qué está en vigor y qué no.

En cuanto al aspecto físico nos podemos encontrar el caso, por ejemplo, de las pulseras. Este ejemplo no es uno de los casos en los que la normativa es ambigua, ya que está perfecta y claramente recogido en la Norma General 3/96 de Policía y Aspecto Físico del Personal Militar del Ejército de Tierra. En ella queda clarísimo que el hombre no puede llevar pulseras vistiendo uniforme, pues en su apartado 7.3 dice que se podrá usar una pulsera discreta y que no cuelgue (solo personal femenino). Ahora, que tan de moda está que los tíos lleven pulseritas, es de lo más habitual ver esta falta de policía y cuando se lo dices a alguno te mira con cara de qué está diciendo este dinosaurio. También es cierto que he de reconocer que últimamente ya no llamo la atención a nadie por eso no vaya a ser que, a pesar de su barba y de que mea de pie, me diga que le acoso porque se siente mujer...


Luego está el caso de quien sólo atiende a la norma cuando le conviene, como es el caso del pelo recogido en forma de coleta o trenza. Si bien es cierto que la NG 3/96 dice que, en el caso de la mujer, para actividades de Instrucción y Campaña o deportivas, el pelo podrá llevarse recogido en forma de coleta o trenza, existe una modificación a esta NG que dice que para actividades deportivas, se autoriza el pelo recogido en forma de coleta o trenza, cuya longitud no sobrepase la altura de la axila. Es decir, ya no vale lo de ir con coleta para instrucción y campaña, sino sólo para actividades deportivas. 






Pero también es cierto que este de la coleta es uno de esos casos farragosos en los que si buscas en la normativa te encuentras el documento original de 1996, y hay que irse a la Normativa del ET en la Biblioteca Virtual para encontrar el escrito (un antiguo mesincet) del 2º JEME del 21NOV12 en el que se difundía el anexo con la modificación a esta NG. Aún así hay quienes dicen que si no llevan coleta no se pueden poner el casco, pero claro, es que ya la misma norma dice que su longitud y peinado será tal que permita la correcta colocación de la prenda de cabeza y resulta que el casco... es prenda de cabeza. 

Sobre esto del pelo de las mujeres también están los que creen que debe ser del color natural de esa persona y que no puede estar teñido pues así lo interpretan de la NG cuando dice que el pelo será de color natural, pero la misma modificación aclara que el pelo será de un color natural, o sea, que puede ser pelo rubio aunque se sea morena y lo que no se puede es llevar el pelo azul, rojo o morado.

También sobre los tatuajes hay bastante confusión. Los tatuajes están permitidos y es un mito eso de que no se pueden llevar en partes visibles del cuerpo cuando se va de uniforme (brazos en uniforme de verano o piernas en uniformidad de deporte). La NG 3/96 no habla nada de tatuajes, pero un oficio de SEGENEME de 21MAY01 amplía esta norma general añadiendo un apartado sobre tatuajes autorizando el uso de los realizados con antelación a su ingreso en filas. También se autorizan los realizados con posterioridad al ingreso en filas, siempre que no contengan expresiones o imágenes contrarias a los valores de la Constitución, autoridades, virtudes militares o desdoro para el uniforme. Queda claro todo, salvo qué es desdoro para el uniforme, que me parece que es algo demasiado subjetivo.


En resumen, que la NG 3/96 da mucho juego a la hora de entretenerse viendo los mitos que hay sobre el aspecto físico en cuanto al pelo, al color de uñas, a la forma de los pendientes, a las patillas, a las barbas, a los anillos o a las gafas de sol.

También existen mitos en cuanto a la uniformidad propiamente dicha, como por ejemplo la colocación de distintivos de cursos, permanencias o mérito, que muchos se los ponen donde les da la gana, aún conociendo perfectamente las normas de uniformidad, y otros muchos ejemplos de los que hablaré otro domingo.





20 agosto 2023

ARCOS DE SABLES

Poco hace falta decir para poner en situación al lector sobre qué es un arco de sables en la boda de un militar, pues creo que todos los hemos visto y, en muchos caso, hemos participado en ellos.

Es esta una ceremonia que se realiza en España desde no sé exactamente cuándo (no encuentro datos anteriores a la boda de los príncipes Juan Carlos y Sofía en 1961), pero que tiene asentada la costumbre en los ejércitos de otros países como, por ejemplo, el británico o el estadounidense desde principios del siglo XX, como mínimo.

 

Sea cuando fuera que se importara en España esta bonita costumbre, ha tomado en los últimos años un cariz que merece, desde luego, algunas reflexiones.

Empecemos por saber qué es un sable; pero no me refiero a su definición, sino a qué es (o debería ser) el sable para un militar. 

Según la Orden Ministerial DEF/1756/2016, de 28 de octubre, por la que se aprueban las normas de uniformidad de las Fuerzas Armadas, en su Norma 94.ª se clasifican las divisas militares en divisas de empleo y divisas de categoría. Las divisas de empleo están claras, espero...

Sin embargo, me temo que no queda tan claro para todos qué son las divisas de categoría. Según la Orden Ministerial citada, las divisas de categoría "son aquellos símbolos o prendas que sin representar el empleo del militar sí representan su categoría complementando a las divisas de empleo. Lo constituyen atributos varios como las palmas y ramas para galletas y viseras de las prendas de cabeza; bastones de mando, fajines y SABLES; entorchados, serretas, galones y sutases en mangas de uniforme, laterales y frontal de los gorrillos". (Otro día escribiré algo sobre el error de llamar fajín a la faja)

Es decir, el sable es una divisa que determina a qué categoría pertenece quien lo porta. Esa categoría, en las Fuerzas Armadas Españolas, es la de General, la de Oficial o la de Suboficial, que son las categorías cuyos componentes tienen asignado sable. El sable, por tanto, tiene la misma clasificación que la faja roja de los generales o el bastón de mando de los coroneles de los regimientos. 

Además del aspecto normativo, el sable siempre ha tenido un valor sentimental para el oficial o el suboficial. Cada uno siempre ha tenido "su" sable, incluso con nombre y apellidos o número de filiación grabados. El sable siempre ha sido algo muy personal, como las cosas de montar, que jamás debían prestarse (la pistola, el caballo y... los más veteranos lo entenderán). De hecho, en las academias se hace, de forma más o menos solemne, el acto de entrega de sables, pero no se hace un acto de entrega de trinchas, de mochilas o de fusil, porque no tienen el valor sentimental que tiene el sable.

Yo, con hermano y primos militares, me considero un grandísimo afortunado al ser el heredero y custodio de los sables de mi abuelo y de mi padre.

Por cierto, en época del Servicio Militar existía en cada furrielería un par de sables para los alféreces de IMEC que llegaran destinados a esa compañía para su uso durante su tiempo en filas, ya que a ellos no se les daba sable por ser eventuales y por el alto precio que tenían. 

Pero volviendo al asunto de los arcos con sable en las bodas, nos encontramos, cada vez más, a montones de militares que, sin ser de categoría a la que le corresponde sable, forman parte de los arcos de compañeros. Yo comprendo que a muchos les puede gustar el arco el día de su boda, pero ¿no molaría más si, además del sable, se pusieran también todos faja de general? ¿No sería lo mismo que si un colega de otra unidad pidiera a un legionario el chapiri para una boda porque mola más?

Sobre lo que no voy a hablar, al menos hoy, es sobre esa relativamente nueva y chabacana costumbre de golpear con el sable el sable del de delante y de dar un palo a la novia en el culo con el sable del último de la fila o sobre los que elevan al máximo concepto el espíritu de compañerismo llevando uno el sable y otro la vaina... Sobre lo que sí escribiré otro día es sobre la gran abundancia de faltas de uniformidad que se ven en las bodas, tanto en el novio como en los invitados, en las que muchos se ponen o se quitan lo que les da la gana del uniforme.

La siguiente es una curiosa foto en la que en la boda de un oficial, del que no localizo su país, le forman el arco sus marineros con sus lepantos (o como se llame esa prenda de cabeza en ese sitio) ya que no tienen sable y, en aquella época, ni de coña un oficial o un suboficial iba a prestar a nadie su sable para una boda:

Y lo gordo del asunto es que se han contagiado otros estamentos en los que, sin existir el sable para ellos, lo usan en las bodas:


Ya solo falta por ver a civiles haciendo arcos de sables; sables prestados por oficiales y suboficiales, por supuesto...

N. del A.: Siento ser tan directo y espero no haber molestado a nadie, pero creo que esto se ha ido de madre y hace perder el verdadero significado de las cosas.



13 agosto 2023

FRIKILEG

¿Qué es un FRIKILEG? Hace unos años inventé este extraño palabro para definir a unos personajes que, sin ser militares en activo, gustan de vestirse con prendas militares en las que, por supuesto, cuelgan el mayor número posible de medallas e insignias y que se asocian, hermanan o arrejuntan con otros de similares complejos y, sin ningún sentido del ridículo, se lanzan a la calle a desfilar (preferentemente en Semana Santa), asistir a actos y ceremonias militares o a cualquier tipo de sarao patriótico-festivo en el que puedan vestirse de esa guisa y salir a que sus paisanos les hagan fotos y vídeos con los que tendrán una buena excusa para reunirse en algún bar a hablar de su mili. ¿Dices tú de mili...?

El palabro se compone de FRIKI, por razones obvias descritas en el párrafo anterior, y de LEG, por ser el sufijo que caracteriza a las unidades legionarias, ya que el uniforme más deseado y el que más frikis quieren ponerse es el de legionario, aunque en todos lados cuecen habas y hay frikilegs de muchas unidades y ejércitos. Los primeros puestos en el friki-ránking los ocupan los que se visten de legionarios, seguidos muy de cerca por paracaidistas y, a muy poca distancia, los guerrilleros.


No es éste un asunto baladí, ni mucho menos; de hecho, este Furriel tiene en su móvil una carpeta denominada FRIKILEG con más de 2 Gb de fotos y vídeos descargados de redes sociales en las que aparecen personajes de este pelo en los más diversos actos y con las más rocambolescas pintas.



Llevo años estudiando a estos personajes y lo primero que se me ocurre siempre es lo mismo: ¿qué tipo de gente es un Frikileg? El principal rasgo y más común a todos ellos es que son personas acomplejadas, que jamás llegaron a ser nada en el mundo de la Milicia y que pasados los años, aunque hubieran rajado de la Mili en sus años mozos, ahora quieren aparentar que fueron los más extraordinarios y mejores soldados de la Patria. Luego, hay otras características diferenciadoras de según qué personajes porque, aunque parezca mentira, hay asociaciones y hermandades que se nutren de personas que jamás fueron militares y que no vistieron un uniforme ni para hacer la Primera Comunión.


Muchos de ellos cumplieron el Servicio Militar de mala gana, incluso los hay que fueron objetores de conciencia. Los hay que ni siquiera fueron militares, como, por ejemplo, mujeres que por su edad es imposible que lo hubieran sido, pero que en algunas asociaciones y hermandades las integran y les permiten usar un uniforme. 


También los hay que fueron militares de reemplazo o profesionales que estuvieron unos años de servicio y luego se fueron a la calle o cumplieron la edad y que siempre tuvieron un gran orgullo de pertenencia a determinada unidad. Esta circunstancia, que en principio es más que suficiente para asociarse y querer rememorar sus años en activo, se emborrona cuando todos ellos, casi sin excepción, resulta que fueron condecorados, hicieron todos los cursos operativos del mundo mundial (los de paracaidista y Operaciones Especiales no pueden faltar) y se cuelgan hasta las chapas de cerveza en sus uniformes.




El problema de todo esto no es que estos personajes se vistan con unos uniformes que no les corresponde y se junten en una casa a beber leche de pantera, el problema es que salen a la calle, se ofrecen a cofradías y juntas de vecinos para participar en procesiones o fiestas de pueblos e intentan aparentar que son militares de verdad. Para un militar es fácil darse cuenta de que son militares de atrezzo, pero mucha gente, incluso medios de comunicación, creen que son militares de verdad. Y claro, teniendo en cuenta el aspecto de algunos y la extraña marcialidad de otros, flaco favor hacen a la imagen de las Fuerzas Armadas.



Lo peor de todo es que hay ocasiones, demasiadas, en las que los FRIKILEG han sido arropados por mandos y jefes de unidades que les han permitido asistir a sus unidades con esas pintas a practicar el turismo patriótico (el que consiste en asistir a todos los actos militares que hay a 300 km a la redonda de su pueblo hayan sido o no invitados).

Como dije antes, la unidad más imitada es La Legión. Por eso repetidamente los generales jefes de la BRILEG han escrito más de una vez a la Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios pidiéndoles que se abstengan del uso de prendas no reglamentadas para los Antiguos Caballeros Legionarios (camisa legionaria con pantalón gris y americana azul marino, con chapiri). Se ha conseguido que no asistan de esa guisa a los cuarteles legionarios, pero no hay provincia en que no sigan aún jugando a soldaditos.


Y así, de modestia llenos,

a los más viejos verás 

tratando de ser lo más 

y de aparentar lo menos.