17 diciembre 2023

LA BOLSA DE BOMBONES

La extensa historia de nuestro Ejército conlleva la existencia de una gran cantidad de tradiciones. Algunas se perdieron con el tiempo, pero otras se mantienen. De estas últimas hoy hablaremos de la entrega de la bolsa de bombones a los oficiales del Arma de Ingenieros.

Se trata de una bolsa con bombones, morada, por supuesto, que se entrega a todos los alumnos de las diferentes escalas de oficiales que han existido a lo largo de la historia al despedirse de la Academia de Ingenieros cuando finalizan su formación unos días antes de su entrega de despachos en la Academia General Militar. 

El origen de esta tradición se remonta al primer cuarto del siglo XX durante los duros años de la guerra de Marruecos. Eran años en los que la polémica por los ascensos por méritos de guerra se mascaba día a día en las salas de banderas, sobre todo en las de los cuarteles de la Península. Muchos oficiales eran recompensados con ascensos por méritos de guerra que, si bien estaban justificados en muchos casos, sabemos de sobras que en otros muchos se concedían sin plenas garantías de justicia ni de que el ascendido realmente fuera merecedor de ello. En muchos casos estos ascensos se concedían para elevar el caché de una unidad tras acciones no demasiado relevantes ni, mucho menos, heroicas.

Mucho se ha escrito sobre las Juntas de Defensa, pero creo que poco se ha leído sobre ellas, visto lo visto. Una opinión muy extendida sobre estas juntas militares es que nacieron entre los oficiales destinados en la península en oposición a los ascensos por méritos de los que tanto se beneficiaban los oficiales destinados en África, cuando la realidad es que, aunque el asunto de los ascensos honoríficos fue también uno de los caballos de batalla de las juntas, no fue su origen. Su nacimiento se produjo, en 1916, como grupos de presión contra de la reforma militar de 1915 que pretendía un plan de reducción del excesivo número de oficiales mediante retiros anticipados que suponían la amortización de unos 4800 jefes y oficiales que quedarían sin destino y cobrando la mitad. Algo muy similar fue la Reserva Transitoria de 1986, pero en esta ocasión el de tan triste recuerdo Ministro de Defensa Narciso Serra aprendió la lección del fracaso de la época del gobierno de Eduardo Dato y la estableció con carácter voluntario y con unas condiciones económicas mucho más atractivas. 

En 1916 se creó la Junta de Defensa del aún denominado Cuerpo de Ingenieros, primera de todas ellas, e inmediatamente después los oficiales de Infantería crearon su propia junta. Lo primero que reclamó la de Ingenieros fue poder compatibilizar la Milicia con el ejercicio de la ingeniería a nivel particular y fue la de Infantería la primera en oponerse a los ascensos por méritos de guerra y al favoritismo en su concesión. A partir de ese momento empezaron a generalizarse las juntas de defensa en todas las armas y cuerpos del Ejército. Es decir, muy alejada de la realidad queda la absurda opinión tan generalizada de que las Juntas de Defensa fueron creadas por artilleros e ingenieros contra los ascensos por méritos de guerra que beneficiaban a infantes y a jinetes; así, como suena, como si en la Guerra de Marruecos no hubieran combatido artilleros e ingenieros...

Cuando las distintas juntas crecieron tuvieron un papel trascendental en la política española y unificaron ya sus reclamaciones, sobre todo en cuanto a retribuciones y a ascensos por méritos de guerra. En este sentido, la Junta de Defensa de Ingenieros se negó a este tipo de ascensos por un motivo lógico: este tipo de ascensos rápidos propiciaban que oficiales sin suficientes años de experiencia alcanzasen empleos superiores que les permitían hacer dictámenes y firmar proyectos técnicos de envergadura sin el suficiente aval de estudios y experiencia, lo que iba en detrimento del buen nombre y bien hacer del Cuerpo de Ingenieros. 

Por ello, en el momento de recibir sus despachos de teniente, los cadetes de la Academia de Ingenieros de Guadalajara eran reunidos por el director en presencia de todo el claustro de profesores y les instaba a firmar su renuncia a los ascensos por méritos de guerra en un libro que se guardaba en la Academia como testigo de su voluntad de renuncia. Mientras se realizaba el acto de la renuncia, en el exterior de la sala donde se realiza la firma, personal de la Academia repartía bombones a las madres, novias y demás familia de los cadetes, para hacer más dulce la espera.

Desde entonces, todas las promociones de oficiales del Arma de Ingenieros reciben una bolsa de bombones el día que se despiden de la Academia de Ingenieros y de su Bandera rumbo a la Academia General Militar para recoger sus despachos. 

Foto de mi bolsa de bombones que aún conservo (sin bombones, claro).