Hace unas semanas escribía en el artículo sobre el BIP que hace tiempo me comprometí a hablar del Batallón de Instrucción Paracaidista y del porqué de su disolución. En él conté la historia del BIP desde su nacimiento como Unidad de Depósito e Instrucción hasta su disolución como Unidad de Formación Paracaidista. Hoy hablaremos de las vicisitudes sufridas por esta unidad en sus últimos años de existencia.
La creación de la UDI en 1961 inició una historia que cumpliría cincuenta años en 2011, justo el año en el que se disolvió la UFPAC. Entre UDI, BIP y UFPAC fueron cincuenta años instruyendo principalmente a a paracaidistas, pero también a otro gran número de soldados y legionarios. Fueron 50 años instruyendo, ni un día más.
Durante décadas el BIP era la unidad de instrucción de la Brigada Paracaidista, una unidad que se salía un poco de la norma, al igual que La Legión, en cuanto a las condiciones de servicio de su tropa. La firma de un compromiso semi-profesional, con mayor sueldo que el soldado de remplazo corriente y la mayor posibilidad de reenganche no cabe duda de que marcaban unas de las muchas diferencias entre una CLP y un soldadito de reemplazo en otra unidad.
Pero claro, esa diferencia de condiciones de alistamiento y de sueldo era consecuencia de las exigencias de esta unidad, no al revés. Lo mismo ocurría en La Legión: no era exigente porque se cobrara más, se cobraba más porque era más exigente.
Pues bien, indudablemente una mayor exigencia en las unidades requería una mayor exigencia en la instrucción. No era lo mismo la instrucción de un recluta en un CIR (Centro de Instrucción de Reclutas) que en el BIP, donde todo el que entraba por su puerta lo hacía voluntariamente. Hasta los años 80 en el BIP aún existía el Pelotón de Castigo, coloquialmente llamado el pelote.
En el BIP se daba caña, mucha caña. El paracaidista llegaba en las mejores condiciones posibles a su unidad de destino en Alcalá —como se resumía comúnmente a todas las unidades de la BRIPAC alojadas en Alcalá de Henares—. Hay que recordar que la UDI se creó con oficiales, suboficiales y auxiliares de instrucción que poco tiempo antes habían estado combatiendo en Ifni. Su conocimiento de la realidad del combate les llevaba a instruir con exigencia a los futuros paracaidistas, de los que nadie sabía qué les depararía el destino, pero muy probablemente les podía conducir a otra guerra.
El caso es que esa forma de instruir se fue heredando año tras año tanto por los oficiales y suboficiales como por los auxiliares de instrucción destinados en el BIP. Es cierto que los que estábamos destinados en unidades de Alcalá veíamos cómo venían de Murcia los celepés y criticábamos la instrucción por la tan extendida y odiosa máxima del militar español de hablar mal del trabajo de otras unidades sin conocerlas. No éramos conscientes de las condiciones en las que trabajaban los instructores para conseguir que un gran puñado de civiles se convirtieran en soldados en un par de meses y tuvieran agallas para bajarse de un avión en marcha con armamento y equipo, por la noche y al límite de viento.
Así fueron sucediéndose los años en una época en la que los reemplazos anuales llenaban los cuarteles. Pero llegó la hora de los insumisos de mierda y de los objetores de conciencia que se multiplicaban año a año, comenzando a crear problemas en las plantillas de los cuarteles. En esas estábamos cuando se crearon y se sucedieron distintos formatos de compromiso profesional empezando por el Voluntariado Especial, siguiendo por los Militares de Empleo de Tropa hasta los Militares Profesionales de Tropa.
En un principio esta profesionalización era algo testimonial por dos motivos principalmente: la carga que podría suponer a los presupuestos Generales del Estado una profesionalización total de la tropa con un ejército de más de 300.000 tíos y el miedo de los políticos de finales de los 80 a un ejército totalmente profesional. No olvidemos que cuando entró en vigor la Ley 17/89 Reguladora del Régimen del Personal Militar Profesional sólo hacía ocho años que se había producido el golpe de estado del 23-F y muchos políticos de cierta tendencia odiaban —o temían— a cualquier persona vestida de uniforme.
Las vacas flacas cada vez fueron más flacas porque los jóvenes españoles cada vez eran más insumisos y más objetores. Por ello la profesionalización de la tropa dejó de ser algo testimonial (cuatro o cinco voluntarios especiales por compañía) para incrementarse considerablemente la oferta de plazas para Metopa (Militar de empleo de Tropa Profesional).
Seguro que fue recompensado con alguna Cruz del Mérito Militar por su magnífico trabajo quien parió el sistema , pero lo que creó fue una birria al no prever las consecuencias de lo que ocurriría en caso de cumplirse la hipótesis más desfavorable, que se cumplió. Cuando ya se estaba fraguando y mucho se hablaba a finales de los 90 sobre el fin de la Mili, empezaron a publicarse plazas de soldado en un gran número para todas las unidades de las Fuerzas Armadas. Algunos —el condecorado y el que lo condecoró— se creían que las condiciones para ser soldado eran la panacea y que iba a haber tortas para entrar y que una vez dentro iba a haber tortas por llevar una vida dura. Nada más lejos de la realidad: no se cubrían las plazas y un gran número de los que ingresaban pedían la baja porque nadie les llevaba el desayuno a la cama a las once de la mañana.
Pero en el BIP se seguía con el nivel de exigencia de siempre. La mentalidad de la BRIPAC seguía siendo realista y el propósito era formar a los mejores soldados de la Patria, a sabiendas de que en cualquier momento habría que demostrarlo, como ocurrió en Ifni, Sáhara o Bosnia.
Y llegó la suspensión del Servicio Militar a final de 2001 y se produjo un grandísimo problema que no hacía falta ser muy listo ni tener ningún curso de altos estudios militares pasa saber que iba a producirse. Las Fuerzas Armadas empezaban a tener una grandísima carencia de tropa y marinería.
El Mando de Personal del Ejército de Tierra —y de los otros dos ejércitos, supongo— empezó a preocuparse y necesitaba cantidad; las unidades, conscientes de la realidad de las unidades que en esos años estaban ya desplegadas en Bosnia y Kosovo, necesitaban calidad. Por ello el Ejército comenzó un proceso de suavización de la instrucción con el fin de suprimir una instrucción exigente que impidiera que no se cubrieran las plazas ofertadas.
Por ejemplo, hasta entonces en los centros de formación de tropa, existía una nota final resultante de la evaluación práctica y teórica, más una nota de "concepto", como existía en cualquier centro de formación de oficiales o de suboficiales. Esta nota de concepto, que se basaba en una serie de parámetros como la disciplina, el sacrificio, la voluntariedad, etc., no era una nota arbitraria pues el jefe de la compañía debía justificar cada nota. En esa época el aspirante a soldado profesional, en el ingreso, sólo elegía arma o cuerpo y su destino dependía de su nota final. La nota de concepto menor a 5 suponía la baja automática en el centro de formación con derecho a repetir toda la instrucción una sola vez.
Evidentemente, entre la instrucción que no llegaba a suavizarse como se pretendía y que a algunos no les gustaba el destino que les había llegado por su puesto obtenido, se producía un elevadísimo número de bajas voluntarias. En algunos casos, como el BIP, este número de alumnos que se piraban a su casa se acercaba a veces al 40%. Estaba claro que las FAs no podían funcionar con el 60% de la tropa.
Compañías desactivadas por falta de tropa o activadas y con sólo un par de cabos fue una tónica demasiado habitual en la mayoría de unidades del Ejército Español. Y por ahí algunos, no políticos precisamente, se vanagloriaban del éxito de la profesionalización de las FAs. En fin, Serafín...
Llegó enero de 2003 y todos los centros de formación de tropa pasaron a depender de la Dirección de Enseñanza, en la que se se creó la Subdirección de Formación de Tropa —al mando de un General de Brigada— y se comenzó a tutorizar a todos los centros de forma homogénea, aunque los resultados no resultaron ser todo lo homogéneos que se deseaba.
El BIP dejó de estar encuadrado en la BRIPAC para pasar a integrarse en la Academia de Infantería con el nombre de Unidad de Formación Paracaidista. Todas las academias especiales tenían su centro de formación de tropa y, además, estaban los CIMOV 1 y 2 (actuales CEFOT) y el Centro de Formación de Tropa de Canarias. La Academia de Infantería tenía dos: el suyo propio en Toledo y la UFPAC en Javalí Nuevo (Murcia), donde seguíamos vistiendo de paracaidistas, con exigencia del curso y pasando de ser instructores a ser profesores (con huevo frito de profesor en el uniforme incluido), como ya conté el otro día en este artículo.
Se pretendió dar un giro a la formación de tropa que se consiguió en parte; se pasó a tener "alumnos", los profesores hacíamos el Curso de Aptitud Pedagógica y se creó el Curso Avanzado de Instructor —incongruente nombre cuando se empeñaban en que éramos profesores, no instructores—. Pero seguía existiendo el problema de la cantidad. Ni aumentando cada vez más la oferta a extranjeros —cursimente y tontamente llamados no nacionales— se acababa con el problema. Tampoco que el soldado eligiera su unidad de destino cuando solicitaba ingresar en las FAs ni que la nota de concepto ya no pudiera se inferior a 5 lo solucionaban.
Es cierto que en algunos centros de formación el problema se redujo bastante, pero no del todo. Donde no se redujo esa falta de cantidad fue en la UFPAC, donde seguíamos mentalizados de la importancia de la calidad. Convivíamos con una unidad paracaidista, la III BPAC, cuyos oficiales y suboficiales necesitaban calidad, ya que comenzaron los despliegues en Afganistán y esa carencia de tropa hacía que CLPs recién llegados tuvieran que desplegar en pocos meses en Afganistán, donde nosotros sabíamos que se estaban pegando y recibiendo tiros, pero que no teníamos tan claro que lo supieran los que seguían prefiriendo cantidad.
Por eso los profesores destinados en la UFPAC, reforzados por oficiales y suboficiales de la BRIPAC y del MOE en cada ciclo, teníamos claro que a nuestros compañeros de empleo de las unidades no les podíamos enviar, para ir a pegar tiros a Afganistán, mucha gente aunque fueran pegándose tiros en su propias botas. El nivel de exigencia no se mantuvo, se incrementó.
Una prueba de ello es que el Gral. Bataller Alventosa, a la sazón Subdirector del Tropa de la DIEN, organizó una visita de los jefes de los centros de formación a la UFPAC —no recuerdo si fue 2008 o por ahí—. Durante la misma llegamos a sonrojarnos, pues el General decía abiertamente que el modelo de la UFPAC era el que debían seguir los demás centros y que podían ver los resultados (pruebas físicas, tiro, campo, etc.). Recuerdo que el TCol. Jefe del CEFOT de la Academia de Ingenieros, que había sido unos años antes mi profesor de Táctica de Zapadores, me decía que no se creía que tuvieran esas puntuaciones en tiro a 100 m y que habíamos perforado los blancos antes; o el Coronel de la Academia de Artillería, que decía que ese campo medía menos de 100 m. Se les demostró su error poniendo blancos nuevos y midiendo delante de ellos el campo. El Gral. Bataller, con una mentalidad militar forjada durante muchos años de Legión y de Operaciones Especiales, tenía claro que se necesitaba calidad por encima de cantidad.
Cuando un alumno pedía la baja voluntaria, los jefes de pelotón, sección y compañía debíamos hablar con él e intentar convencerle de que se lo pensara mejor, que aguantara un poco más, etc. En la UFPAC, si el tío pedía la renuncia a media mañana, para la hora de comer estaba ya fuera del cuartel de paisano y esperando al autobús para volver a su casa. Si un tío renunciaba una vez, era una tontería perder el tiempo intentando convencerle, porque volvería a querer irse a la semana y, si no, cuando llegara a la unidad se daría de baja psicológica. De modo que lo teníamos claro: ¿te quieres ir? pues ya estás tardando en entregar las sábanas...
En esos años las bajas durante la formación en la UFPAC ascendían al 43 % y aún así, se colaron todavía algunos que no se merecían haber aprobado. Finalmente, a pesar de todos los intentos del Gral. Jefe de la BRIPAC por evitarlo, la UFPAC fue disuelta el 31 de diciembre de 2011.
50 años, ni un día más...