¿Quién no ha oído o dicho alguna vez "pepino" o su derivado "pepinazo" refiriéndose a un proyectil de artillería? Pues la historia, que tantísimas cosas nos enseña, nos explica el porqué de este coloquial nombre que, como en tantas otras ocasiones, se debe a la genuina habilidad del soldado español para poner mote a cualquier cosa.
Durante el siglo XIX se trabajaba en mejorar el sistema de ánima rayada en los cañones, algo medianamente conseguido en la fusilería, pero que en las piezas de artillería seguía dando ciertos problemas, tanto en la cantidad de residuos de pólvora que quedaban en el ánima tras el disparo como por la falta de precisión y bajo alcance de los proyectiles.
En 1854 el ingeniero inglés Joseph Whitworth trabajó para solucionar estas deficiencias en los cañones de ánima rayada y patentó un sistema mediante el que el proyectil salía del arma girando sobre sí mismo gracias a su desplazamiento a través de un tubo que presentaba la particularidad de presentar una sección hexagonal y donde sus aristas seguían un trazado helicoidal. El proyectil se ajustaba perfectamente a este tipo de ánima ya que se fabricaba con la misma forma hexagonal-helicoidal que el ánima, con lo que se conseguía un giro más homogéneo en su trayectoria que con el sistema de rayado, mejorando su precisión y aumentando su alcance.
En España fue durante la III Guerra Carlista (1872-1876) cuando llegó el ya conocido como cañón Whitworth. Dotarse de artillería moderna y eficaz fue una gran inquietud del Estado Mayor del Ejército Carlista, ejército que contaba con una gran profesionalidad artillera como consecuencia de la presencia en sus filas de muchos oficiales provenientes del disuelto Cuerpo de Artillería en 1873. A propósito, algún día tendrá que escribir El Furriel sobre las disoluciones del Cuerpo de Artillería en España.
Al igual que sucedió con las armas ligeras, la mayoría del material de artillería del Ejército Carlista fue adquirido en el extranjero con fondos de las diputaciones provinciales vascas y navarra y fue el momento en el que llegaron a España los cañones Whitworth de diversos calibres. El número de piezas de artillería de las que disponía fue incrementándose a medida que la guerra avanzaba: en julio de 1873 contaban con 6 cañones y terminada la guerra tenían alrededor de 100, constituyendo más del 60% del total de piezas de artillería. Por lo tanto, si hay un cañón que se pueda considerar como típicamente carlista, es el Whitworth.