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Hablar pocas veces de la profesión militar es una de las pruebas de gran desidia e ineptitud para la carrera de las armas. (Del art. 14 de las RR.OO de las FAs)

24 septiembre 2023

VOCABULARIO MILITAR (I)

No cabe duda de que los militares tenemos nuestra forma particular de llamar a las cosas, pero no sólo a las cosas específicamente militares, sino que a menudo también damos nombre a cosas o situaciones para las que para el resto de la humanidad utiliza otras palabras. Del primer caso (cosas específicas militares), hay miles de ejemplos, pero del segundo (cosas o situaciones generales), también hay muchos. Un simple ejemplo es el de segunda comida. Nadie en España llama segunda comida a la cena, sin embargo, al menos en el Ejército de Tierra, en la orden diaria al relacionar el menú (o minuta), suele siempre escribirse segunda comida. ¿Por qué? Pues yo no lo sé, pero sería interesante saber el motivo, que seguro que tiene su razón en sus orígenes.

Otro tema es el de la cantidad de palabras y expresiones usadas cotidianamente por la población en general que tienen un origen militar, pero este será un tema para escribir sobre él otro día.

Todas nuestras formas de llamar a las cosas tienen su porqué y sería interesante conocer el origen de todas y cada una de nuestras expresiones. Tenemos la suerte de poder consultar aún el Diccionario militar, etimológico, histórico, tecnológico del General José Almirante –de Ingenieros, por supuesto–. Este diccionario es etimológico, por lo que, además de su definición, explica el origen y la historia de cada palabra, pero al haber sido escrito en 1869 hay algunas palabras más modernas que no están recogidas en él. ¿Hay alguien actualmente con el suficiente nivel de cultura militar como para meterse en ese fregao? Me temo que no...

El Diccionario Militar de Almirante tiene todavía más vigencia de la que muchos se creen, por lo que yo recomiendo comprarlo y consultarlo pues consultándolo a menudo se aprende mucho de Milicia. Este diccionario, junto a Estampa de Capitanes. El Espíritu Militar Español, del General Jorge Vigón, deberían ser de lectura/consulta obligada en las academias militares me juego lo que sea a que muchos de los jóvenes oficiales y suboficiales no saben de qué libros estamos hablando

Pues bien, aún a sabiendas de que la lengua evoluciona y es imposible hablar igual que se hablaba en el siglo XIX, en el vocabulario militar hay muchas palabras que evolucionan, pero lo hacen porque son sustituidas por vulgarismos consecuencia de la falta de culturilla militar. Si leyéramos más en general, y a Almirante en particular, no habríamos llegado actualmente a decir algunas palabras como las decimos ni a cambiar el significado a otras.

Hay muchísimos ejemplos, pero como una cosa es que El Furriel –furrier en los siglos XVI y XVII– os entretenga un rato el domingo y otra es que sea un pesado, veremos algunos ejemplos de palabras o denominaciones actuales que han perdido o variado su verdadero significado o su forma de ser escritas o que han transformado su denominación.

BARBOQUEJO. El barboquejo se llama así porque es la correa que va colocada en la barbilla, ya que si fuera colocada en la garganta, como muchos se la colocan, se llamaría gargantejo. Bromas aparte, el barboquejo evolucionó vulgarmente a barbuquejo que, aunque el Diccionario de la Real Academia Española ya lo contemple remitiendo para su definición a la original de barboquejo, no lo menciona Almirante. Es decir, la palabra original (por no decir la correcta) es barboquejo.

TAHALÍ. Muchos creen que el tahalí es la vaina del machete del fusil, sin embargo, es la pieza de cuero, o de lona actualmente, mediante la que la vaina cuelga del ceñidor.



FAJA. Actualmente, que hasta en escritos oficiales se llama fajín a la faja, ya no me atrevo escribir que esté mal dicho, simplemente puedo apuntar que el desconocimiento de la diferencia entre faja y fajín ha llevado a que se usen indistintamente ambas palabras. Incluso ya hay quien cree que faja está mal dicho. A ver, la faja es la tira de tela (generalmente de seda) que usan nuestros generales y diplomados en Estado Mayor sobre la guerrera del uniforme con sus extremos de los que penden unas borlas. El fajín es el que usan los almirantes y generales de la Armada debajo de la chupa en los uniformes de etiqueta y gran etiqueta y que no lleva borlas. 


INTERVALO Y DISTANCIA. En una formación, el intervalo es la separación entre hombres en la fila o entre unidades en el frente, es decir, entre un hombre y el de su lado. La distancia es la separación entre hombres en la hilera o entre unidades en el fondo, es decir, entre un hombre y el de delante o el de detrás. Por eso cuando se oye –demasiado, desgraciadamente– "reducid las distancias entre unidades" cuando éstas están en línea, se está diciendo bastante mal.

UNIFORME. No creo que haga falta explicar qué es un uniforme. Lo que sí haría falta es que los propios militares estuviéramos convencidos de la importancia espiritual del uniforme y dejáramos de llamar traje a nuestro hábito militar. Un traje lo lleva cualquiera, los militares llevamos uniforme, ni más ni menos.

MIMETA, PIXELADO, PATEADA. No voy a meterme mucho con este asunto que, a pesar de que no me guste mucho que se llame mimeta al uniforme de campaña ni pateada a una marcha, sé que está dentro de la jerga coloquial del militar español. Lo que sí requiere que se preste atención es a que al uniforme de campaña se le llame sólo como pixelado. Es un  caso similar a creer que el sarga es un color. El pixelado es un patrón mimético con cuadraditos a estilo píxel. Hay quien cree que el uniforme de campaña de uso habitual actual, el mimetizado de patrón boscoso, se llama pixelado y que el anterior o usado ahora en Mali, por ejemplo, es el árido. Lo correcto es que uno es uniforme de campaña boscoso y el otro árido, ambos pixelados.


ZAPAPALA. Decir zapapala es como decir palapala porque una zapa es un tipo de pala con empleo similar al de la azada. Es correcto decir zapapico pues es una herramienta compuesta de pico y de zapa, pero no lo es llamar zapapala a una pala. Está claro que hablar de estas herramientas como útiles de mango corto –denominación muy académica– es incómodo y va contra la economía de la lengua, pero no cuesta nada llamar a las cosas por su nombre.

ALAMBRADA CONCERTINA. Ya escribí una entrada tratando sobre el mal uso de la palabra concertina La alambrada concertina.

Y esto es todo por hoy en esta primera entrega del VOCABULARIO MILITAR, que da para más días. 


N.del A.: En Publicaciones de Defensa compré una reedición de 1989 del Diccionario de Almirante (en dos volúmenes), pero seguro que está en las bibliotecas de muchas unidades. Y seguro, también, que es fácil descargarlo en pdf de la red .





17 septiembre 2023

CIII ANIVERSARIO DE LA LEGIÓN

En 2020, con motivo de la multitud de actos previstos para conmemorar el Centenario de La Legión Española, un compañero de promoción me decía que no sabía a qué venía tanto revuelo por cien años cuando la mayoría de los regimientos de cualquier arma habían sobrepasado esa centena con creces. No le faltaba razón ya que, con orgullo para cualquier militar español, tenemos unos regimientos antiquísimos y con una trayectoria histórica encomiable. Estos regimientos han derramado su sangre durante siglos y gracias a ellos España ha llegado a estar en el nivel que ha estado durante siglos. Su sacrificio ha sido y es admirable y ejemplar. 

Es cierto que con lo larga y dilatada que ha sido la Historia Militar de España, celebrar un centésimo aniversario parece "poca cosa" comparado con los hasta quingentésimos aniversarios que pueden celebrar algunas de las unidades que existen actualmente. Así se lo comenté a él, pero también le expuse mi opinión de por qué el Ejército de Tierra se había volcado en la celebración del Centenario Fundacional de La Legión.

Cuando uno ya peina canas debajo de la gorra conoce muchas unidades y su idiosincrasia y se da cuenta de que hay unidades que tienen un muchísimo más acentuado "espíritu de cuerpo" que otras, independientemente de la noble historia que que lleven cargada en sus mochilas unas u otras unidades. Pues bien, este espíritu de cuerpo —muy en desuso y sustituido por la expresión espíritu de unidad— tiene en La Legión un valor elevadísimo a pesar de su joven, pero intensa, historia. Tal vez cuando La Legión cumpla quinientos años de historia —nos quedan cuatrocientos para descubrirlo, paciencia que todo llega— haya otra unidad con un mayor espíritu de cuerpo que las unidades legionarias. De igual manera, tal vez hace cuatrocientos, trescientos o doscientos años había unidades con un espíritu propio mayor, incluso, que el actual espíritu colectivo del Caballero Legionario. Pero a cada uno le toca vivir en una época y actualmente, sin ningún lugar a dudas, el espíritu de pertenencia a una unidad que tiene el legionario no se encuentra en otras unidades; se aproxima mucho en algunas, pero igual... de ninguna manera.

En todo esto influyen mucho, además de su corta pero gloriosa historia, los símbolos y muestras externas que actualmente diferencian a La Legión del resto del Ejército de Tierra. Desde el primer día en que uno se viste la camisa verde y se coloca el chapiri, se siente diferente. ¡Ojo! que no estoy diciendo mejor, estoy diciendo diferente; yo soy de los que saben —tal vez por esas canas que ya peino— que ni uno es mejor que los demás ni los demás son peores que uno. Muchas unidades actuales han demostrado su valor en recientes operaciones con muertos, heridos y cruces del Mérito Militar con Distintivo Rojo, pero creo que en la actualidad el legionario sabe exteriorizar y demostrar su orgullo a los demás de una forma más intensa. En definitiva, creo que La Legión sabe "vender su producto" como nadie y esto es, sin duda, una buena cualidad que consigue que no exista un solo español que no sepa de quién se trata cuando se le habla de La Legión Española. Y es que con tanto caído en combate y tanto laureado en tan corto plazo de tiempo de la Historia de España, no es para menos. 

Y estamos ya inmersos en las celebraciones del CIII Aniversario Fundacional que culminarán el próximo día 20. Ese día se cumplirá, exactamente, un año desde la última ocasión que tuve de vestir la verde camisa abierta cuando formé por última vez junto a mi queridísima Bandera de Zapadores de La Legión en el CII Aniversario.

Como siempre hice tras pasar revista y antes de presentar la unidad al Teniente Coronel Jefe de la Bandera, arengué a los zapadores legionarios. Fue mi última arenga, que recuerdo con gran cariño a pesar de no haber sido —lo reconozco— la mejor y más motivadora de cuantas eché. El torbellino de sentimientos que brotaban en mi corazón en esa última ocasión impedían que mi voz expresara de forma correcta todo lo que me habría gustado decir.

20-SEP-22. Mi última arenga a los Zapadores de La Legión.

Este año volveré a estar presente en el acto militar del 20 SEP, pero fuera de filas. Ya no formaré con mis queridos zapadores legionarios, pero desde fuera de formación cantaré con ellos el Novio de la Muerte y recitaré los espíritus del Credo Legionario, lo celebraré con ellos en la caseta y brindaré con leche de pantera, pero... nada será igual. 

Para cumplir los plazos de El Furriel publico hoy domingo, por lo que me adelanto al día 20 en mis felicitaciones a todos los Caballeros Legionarios de hoy, de ayer y de siempre por esta celebración. 

Los antiguos y veteranos, seguid sintiéndoos orgullosos de que vuestro paso por las filas de La Legión fue parte de la historia de la misma y que vuestro pequeño trabajo diario convirtió en grande la herencia que dejabais a las generaciones venideras. 

Los que aún tenéis la gran fortuna de seguir vistiendo la camisa verde, sentíos orgullosos de haber tenido el valor de acoger voluntariamente el legado que os dejaron todos los que un día gritaron ¡VIVA LA LEGIÓN! y no olvidéis la responsabilidad que adquiristeis voluntariamente de mantener vivo el Espíritu Legionario, pues sois un eslabón más de la recia cadena que impulsa día a día a La Legión porque juntos formamos Bandera. 

Como siempre os decía, haced las cosas con ganas, con alma y con espíritu legionario. Nunca os sintáis funcionarios, sentíos legionarios en todas vuestras acciones, en paz o en guerra y con uniforme o sin él, con todo lo que esa palabra conlleva y que el Fundador supo plasmar en cada uno de los espíritus del Credo Legionario para que los cumplierais como lo cumplieron miles de legionarios antes que nosotros para la grandeza de España y de La Legión.

Nunca olvidéis que formáis parte de ese perfecto engranaje que ha conseguido durante ciento tres años que España deba tanto a La Legión como La Legión debe tanto a Millán-Astray.


Feliz 20 y que nuestro protector, el Cristo de la Buena Muerte, os dé fuerza y os proteja.

DAMAS Y CABALLEROS LEGIONARIOS, CON EL GORRO EN LA MANO IZQUIERDA Y EL BRAZO EN ALTO, GRITAD CONMIGO:

¡VIVA ESPAÑA!

¡VIVA EL REY!

¡VIVA LA LEGIÓN!


10 septiembre 2023

LAS PAEF

Las PAEF... nunca bien definidas y comprendidas. 

Y, sobre todo, nada comprendidas cuando nacieron, allá por finales de los años 70. ¡Ay! Esas antiguas PAEF que cambiaron por otras pruebas con nombre tan antipático como tegecefé -pero la de su nombre es una historia para otro día-.

En aquellos primeros años de las PAEF recuerdo perfectamente lo cabreado que llegaba a casa mi padre por lo escaqueada que era la gente para no hacer las pruebas; para algunos supuso un trauma tener que superar ese nuevo invento de la superioridad que ponía a todos, jefes, oficiales y suboficiales, a la misma altura -en esa época los oficiales se dividían en jefes y oficiales-. Era una época en la que en algunas unidades, demasiadas, no estaba bien visto ver a un mando en pantalón corto porque creían tener reconocido, por naturaleza, un adecuado estado físico de cara al combate. Era la época en la que en algunas unidades, demasiadas, la tropa salía a gimnasia a diario a las órdenes del Sargento de Semana de la compañía, mientras los demás oficiales y suboficiales practicaban su peculiar forma de prepararse físicamente para el combate. En resumen, y sin rodeos, era una época en la que, salvo en honrosas excepciones, no hacía gimnasia ni el Tato.


La forma física del militar de esos años puede que no fuera muy buena, pero lo que no cabe duda es que morro y sentido del humor tenían para regalar. Prueba de ello es un artículo que alguien escribió, con mucha guasa, y que circuló rápidamente por las unidades, a pesar de no existir el Whatsapp. Se hizo tan famoso que llegó a publicarse en la revista Ejército, cuando esa revista era tan entretenida que hasta tenía artículos de humor. Como desde niño siempre he devorado cualquier cosa que caía en mis manos relacionada con lo militar, guardo desde esos años este recorte que transcribo aquí. Trata este simpático escrito de un parte de novedades sobre la ejecución de las PAEF en el Regimiento de Infantería "La Desgracia" nº 13:

REGIMIENTO DE INFANTERÍA "LA DESGRACIA" Nº 13

MANDO

        S/REF. 1313
        Fecha: 13OCT79

        ASUNTO
Dar parte a la Autoridad
de la gran calamidad
ocurrida al Regimiento
al hacer entrenamiento.

        TEXTO:
De acuerdo con lo ordenado
en el escrito citado
arriba en la referencia,
le comunico a Vuecencia
las novedades habidas
en la prueba de atletismo
dirigidas por mí mismo
según normas recibidas
de su Cuartel General
por el conducto habitual.

A las diez de la mañana
del día ya señalado,
todos los mandos formados,
y yo al frente de mi Plana,
emprendimos el camino
hacia un terreno vecino
que reúne condiciones
para hacer exhibiciones
de una manera discreta 
y un poco de tapadillo,
pues no encuentro natural
el que un Jefe u Oficial
se ponga una camiseta,
zapatillas, calzoncillos
y quede con esa ropa 
a la vista de la Tropa.

Por supuesto se cumplió 
a rajatabla la nota
por la cual se me prohibió
hacer deporte en pelota.
 
Aquel día yo mandaba,
si el estadillo no miente,
un alférez, diez tenientes,
veinticuatro capitanes,
un doctor, dos capellanes,
diecinueve comandantes,
un teniente practicante,
seis tenientes coroneles,
además de dos furrieles
que tenían las misiones
de llevar las provisiones, 
el vino y los alimentos,
para mantener contentos 
a todos mis campeones,
pues siempre en mí ha sido norma
que para mantenerse en forma
y llegar a ser atleta,
es cosa muy conveniente
el mantener una dieta
copiosa, pero prudente.

Una vez aleccionados
los mandos ya reseñados,
pusiéronse en movimiento
y fueron entusiasmados
a los puestos señalados
en la Orden del Regimiento.

Un Teniente Coronel
hizo la prueba primera
dando una corta carrera
y luego un salto espantoso
para caer en el foso,
mas falló la puntería
y cayó de una manera
tan mala y poco certera
que de lejos se veía
que aquel salto lastimero
era su salto postrero.

En mi vida militar
yo jamás he visto nada
que se pueda comparar
a la horrible bofetada
que se dio al aterrizar.

¡Cómo sería la cosa
que yo mismo, sin dudar,
hice del foso una fosa
y allí lo mandé enterrar!
A la vez un capellán,
en altar improvisado,
bendijo con gran afán
los restos del desgraciado.

Finalizado el oficio
en honor del jefe aquél,
que, Teniente Coronel,
murió en acto de servicio
al intentar, sin remedio,
saltar tres metros y medio,
hasta mí se me acercaron
sus restantes compañeros 
y de mí solicitaron,
con un gesto noble y fiero,
efectuar lo intentado
por su colega finado.

Lo consideré oportuno, 
mas decisión desgraciada,
pues aquellos camaradas,
uno a uno,
brinco a brinco,
se me escoñaron los cinco
y este ilustre Regimiento,
que data de mil quinientos,
que al turco produjo espanto
en la lucha de Lepanto
y que en el sitio de Breda
ganó múltiples laureles,
en un momento se queda
sin tenientes coroneles.

Al punto los comandantes
dieron un paso adelante,
ofreciendo sus servicios
para cualquier sacrificio.
Mas viendo lo peligroso
que resultaba aquel foso,
ordené rápidamente
hacer la prueba siguiente.

Si la anterior decisión
desgraciada resultó,
no se imagina Vuecencia
el desastre que ocurrió
en la prueba de potencia.

Yo mismo di la salida,
jamás lo hiciera en la vida,
pues a la voz ¡Preparados!
cayeron dos desmayados.
Cuando di la voz de ¡Listos!,
le juro que nunca he visto
una cosa similar 
ya que los actuantes,
todos ellos comandantes,
se pusieron a temblar
y a temblar de una manera
que al oír la voz de ¡Ya!
y comenzar la carrera,
pocos metros más allá
de la línea de partida,
cuatro quedaron sin vida
de una forma fulminante
que resultó acojonante.

Del resto de los atletas
no creo preciso hablar
pues ya podrá imaginar
que ni uno llegó a la meta.

Yo, viendo el desastre aquel,
firmemente reaccioné,
como debe un Coronel,
y escuetamente ordené:
todos los supervivientes
hagan la prueba siguiente.

Esa orden fue fatal,
pues al cabo de un momento,
solo se oían lamentos,
resoplidos angustiosos
y estertores quejumbrosos
dados por el personal
que colgado de un madero,
cual tienda de carnicero,
con las manos desolladas,
las caras desencajadas,
los ojos desorbitados
y el corazón angustiado
querían, con todo empeño,
subir al maldito leño.

Con el peso, finalmente,
la barra, sobrecargada,
cayó al suelo de repente
y la mitad de mi gente
se quedó allí sepultada.

Queriendo finalizar
todo aquello como fuera,
ordené realizar
la prueba que nos quedaba
y allí, de cualquier manera,
todo el personal saltaba
con gran esfuerzo y gran gana
brincaba como una rana
sin dirección ni concierto
ni ninguna autoridad
y el que no quedó allí muerto
fue pura casualidad

¡La que allí se pudo armar!
Se montó tal cipote
que incluso los sacerdotes
se pusieron a saltar.
Los huesos se destrozaban,
las vértebras rechinaban,
mientras que los que saltaban
a los caídos pisaban
a la vez que éstos aullaban,
gritaban y blasfemaban.

Por fin, gracias a Dios,
se acabó aquel victimario
ya que según el horario,
en cuanto dieron las dos,
tocó el corneta fajina.
Los vivos, con disciplina,
dejaron ya de quejarse,
trataron de levantarse,
mas, quitados dos y yo,
ninguno lo consiguió.
Los muertos sí que cumplieron:
ni siquiera se movieron.

Quise los muertos contar,
para poder parte dar,
mas no pude realizar
tarea tan sobrehumana
y lo que hice fue restar
los que en pie se pusieron
de todos los que salieron
del cuartel por la mañana,
y el resultado fue cierto,
pues descontados los muertos,
del alarde deportivo,
sólo quedaban dos vivos
que, llevando al Coronel,
grandes esfuerzos hicieron,
llegando como pudieron
a las puertas del cuartel.

Puede Vuecencia observar
que el parte lo escribo a mano,
el único órgano sano
que he podido conservar.
Y sólo la mano izquierda
pues toda mi anatomía
se ha convertido hoy en día
en una asquerosa mierda.

Tengo un brazo destrozado,
el otro paralizado,
siete costillas partidas,
otras cuatro medio hundidas,
agrandado el esternón,
en una pierna un tirón,
en la otra dos fracturas,
en el brazo una fisura
y desgarrado un riñón.

Por la parte de detrás 
la cosa ha llegado a más
pues sepa, mi General,
que no hay ni una cervical
que se encuentre en buen estado
y que tan solo ha quedado
una vértebra lumbar
que no puede funcionar.

En resumen, Excelencia,
se acabó mi Regimiento
y temo no quede nada 
del resto de la Brigada,
por lo que ruego a vuecencia
dé su consentimiento
y me ordene cómo y cuándo
haré la entrega del Mando,
pues considero enojoso,
de gran responsabilidad
y altamente peligroso
el mandar una unidad
si continúan vigentes
las órdenes concernientes
a las pruebas exigidas,
y deportivas llamadas,
pues parecen calculadas
para futuros suicidas.

Hospital Militar
de la XIII Región Militar.

FIRMADO:
Federico Olabarría
y Pérez de la Lasia,
Coronel de Infantería
caído en acto de gimnasia.


EXCMO. SR. GENERAL JEFE DE DEPORTE Y SUBINSPECTOR ATLÉTICO DE LA XIII REGIÓN MILITAR.



N.del A.: Sé que GIMNASIA no es el término adecuado y los puristas se estarán echando las manos a la cabeza, pero es así como se llamaba en esos años y muchos posteriores. Tan es así, que la Escuela Central de Educación Física se llamó Escuela Central de Gimnasia desde su fundación hasta casi los años 80. El Coronel Moscardó era director de la Escuela de Gimnasia.   












03 septiembre 2023

ESTO YA NO ES LO QUE ERA

La Legión ya no es lo que era, le dijo el primer legionario alistado al segundo...

Esta frase, que muchos hemos oído con humor tantas veces, tiene su miga. Da igual que hablemos de legionarios o de cualquier otro tipo de soldado o marinero. En todos lados cuecen habas (y en Cartagena michirones) y en todos lados nos encontramos a los mejores soldados de la Patria que tienen siempre preparada esta frase en su rico vocabulario: esto ya no es lo que era.

En España existe la costumbre de intentar empequeñecer al prójimo para demostrar los méritos propios. No se hace con malicia, ni con desprecio; es algo inherente a nuestra mediterránea forma de ser. Si tengo que estar en lo más alto, prefiero que los demás bajen y así no se dan cuenta de que soy incapaz de subir yo. 

Aunque no sea una mentalidad únicamente militar -la universidad ya no es lo que era, el fútbol ya no es lo que era- sí que es algo que en los ejércitos siempre ha sido una frase muy socorrida en cualquier conversación sobre la vida militar posterior a la de la época del orador, principalmente en las conversaciones de barra de bar. Hablo del típico en mi época sí que eran duras las marchas; así, como si las montañas antes fueran más altas y los kilómetros más largos. 

Estas manifestaciones de exaltación de la gloria personal se dan, principalmente, entre aquellos que estuvieron media hora en la mili o entre aquellos otros que, siendo profesionales, se han dedicado toda su vida a sobrevivir con la única ambición de que su nombre figure en la lista de revista del mes siguiente. En todos los casos siempre tiene la misma finalidad: hacer creer al contertulio que es un tipo duro por haber sobrevivido a su dura vida militar y que jamás España volverá a tener un soldado universal como él.

Pero a ver, que no se me malinterprete; no me estoy refiriendo a comentarios comparando el antes y el ahora. Una cosa es comentar cómo han cambiado las cosas y otra muy distinta es comparar despreciando lo actual, es decir, afirmar que cualquier tiempo pasado fue mejor, cuando lo único cierto -tangible dicen ahora- es que cualquier tiempo pasado fue anterior.

De que el Ejército ha cambiado, no cabe duda. Los jóvenes militares no tienen aún esa percepción, pero la tendrán cada vez más porque el Ejército seguirá cambiando y, en muchos aspectos, se parecerá poco o nada a lo que conocieron en sus primeros años. Entonces surge la pregunta del millón... ¿Cuánto ha cambiado el Ejército? Pues depende de sobre qué estemos hablando, porque según la época ha habido pocos cambios en algunos aspectos que, sin embargo, sí han cambiado mucho respecto a otros tiempos.

Lo verdaderamente importante, más que cuánto ha cambiado, es cómo ha cambiado; ¿ha mejorado o ha empeorado? Pues depende. En algunos aspectos se ha mejorado mucho, pero en otros se echan de menos algunas cosillas de antes. Siempre desde mi subjetivo punto de vista, por supuesto, y teniendo en cuenta que muchas cosas que yo añoro son detestadas por otros que se alegran de que hayan pasado a la historia. 

¿Podría enumerar los cambios positivos y los cambios negativos que yo he experimentado? Pues supongo que sí, pero serían dos largas listas -sin tener claro cuál sería más larga-. 

Invito a quien aún haya llegado a este párrafo sin aburrirse que eche la vista atrás y piense en qué y cómo ha cambiado la vida militar desde sus comienzos. Cuanto más veterano sea, más diferencias encontrará. Unas serán más trascendentales y otras serán de menor importancia, pero lo que habrá que tener siempre claro es que no todos los cambios lo han sido para mal.

El Ejército está vivo, muy vivo, y por eso sufre cambios. Estos cambios a veces son incomprensibles para los que no estamos al nivel de decisión adecuado y, aún sabiendo que esos niveles de decisión muchas veces están alejados de la realidad de las unidades, no sabemos los motivos estratégico-político-económicos que les han obligado a esos cambios. Los cambios se producen en base a un montón de variables y nunca podemos echar la culpa de que esto ya no es lo que era a las nuevas generaciones, que no olvidemos que entran en las FAs procedentes de una sociedad que también cambia. En este antiquísimo Ejército Español, todos hemos formado parte de la nueva generación en nuestros inicios. Hay mucho bocachanclas que dice que La Legión ya no es lo que era en los años 80, seguro que no piensa que habría legionarios que dirían que La Legión de los 80 ya no era lo que era la de los 60, y así sucesivamente. 


Indudablemente hay cosas que, de forma totalmente objetiva, han cambiado a peor y otras que han cambiado a mejor; por eso una cosa es añorar cosas anteriores y otra pensar que siempre todo lo anterior fue mejor. Cada uno en su antes seguro que encuentra cosas de las que da gracias a Dios porque han cambiado.

Cada uno vive la época en la que le toca y vive el Ejército que le toca; no se puede elegir. Si se hubiera podido elegir, a mí me habría gustado nacer en 1900, con lo que podría haber vivido la fundación de La Legión, la guerra de Marruecos, etc., y me habría dado tiempo a llegar a la guerra de Ifni justo antes de pasar a la reserva. 

En fin, que nadie tiene la culpa de que las montañas ahora sean más bajas y los kilómetros más cortos...

N. del A.: Ya de paso recuerdo que La Legión de la década de los 80 fue La Legión que menos operaciones reales llevó a cabo de toda su historia: ninguna. Que luego en las redes sociales no paran de criticar a la actual los que vistieron la camisa verde media hora en esos años y, además, la mayoría de los Frikileg provienen de esos años.