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Hablar pocas veces de la profesión militar es una de las pruebas de gran desidia e ineptitud para la carrera de las armas. (Del art. 14 de las RR.OO de las FAs)

08 septiembre 2024

CÓMO HEMOS CAMBIADO

Con 40 años de servicio, echo la vista atrás y pienso cuánto hemos cambiado o, mejor dicho, cuánto han cambiado las Fuerzas Armadas españolas. Han pasado cuarenta años y es natural que tantas cosas hayan cambiado tanto. Pero, si entendemos la evolución como un cambio hacia adelante y como mejora ¿realmente hemos evolucionado? Pues depende en qué.

De pollo en 1983

Sólo soy un aficionado a la historia que cuento vivencias, mis vivencias. Por eso este de hoy no pretende ser un artículo sobre datos históricos, sino un resumen de los principales cambios que he experimentado a lo largo de mi vida militar mientras iba acumulando trienios. Vida militar que, aunque parezca raro, aún me sabe a poco...

Siempre he odiado —esto no es delito de odio ¿no?— a los "dices tú de mili" cuyas montañas que subían eran más altas, las marchas más largas, las guardias más frías y las maniobras más duras. A mí, como al Fary, nunca me han gustado los hombres blandengues, y menos si de militares se trata, pero la vida cambia porque cambia la sociedad y la evolución, en este caso sí, ha hecho que el hombre cambie a mejor en general. ¿Somos actualmente más blandos que los soldados de los tercios o que los legionarios romanos? Pues seguro que sí; el ser humano se ha ido acomodando a las facilidades que le ha ido dando la vida y, gracias a Dios, ahora con una simple aplicación informática conseguimos en unos segundos lo que hace siglos hacía un tío duro galopando de punta a punta de España para portar un mensaje. Esto es evolución.

Muchos de estos cambios han sido irremediables y no podrían no haber existido porque han sido producto de la vida misma. No podemos achacar a nadie algunos cambios lógicos y naturales por mucho que no nos gusten, pero hay otros que han sido producto de empeños de mentes pensantes que, supongo, no eran conscientes del gran daño que iban a crear a la Institución. El Plan Bolonia o la suspensión del Servicio Militar y la plena profesionalización de la forma tan chapucera que se hicieron, por poner unos ejemplos.

Veo mi foto de 1983 y pienso en cuántos tipos de botas distintas he tenido desde las famosas y duras como ninguna Segarra de tres hebillas hasta las actuales de boy scout; o cuántos tipos de uniformes de instrucción con sus más que discutibles diseños según se iban pariendo ideas y con su indiscutible y progresiva pérdida de calidad en sus tejidos. O pensar en los Nissan Patrol y Aníbal que hemos sufrido mientras añoramos aquellos durísimos Land Rover 109 que no necesitaban ni llaves para arrancar y cuya única avería podía ser que cogieran aire, solventándolas los propios conductores purgándolos en unos pocos minutos; bueno, a la holgura del volante te acostumbrabas pronto. Y del CETME L... mejor ni hablar.



Si me pusiera a enumerar uno por uno todos los cambios que he visto producirse en estos años faltarían días para escribir tanto: armamento, vehículos, material, equipo, normativa, procedimientos, organización, planes de estudios, sistemas de alistamiento, justicia militar, etc. En todos estos campos y en muchos más este ejército de hoy se diferencia bastante de aquél que yo conocí. Pero no es mi intención hablar de armamento o de vehículos; mi idea es hablar de cómo hemos cambiado los militares y nuestras formas de pensar y, como consecuencia, de actuar.

En primer lugar, ¿ha habido cambios positivos que nos hayan hecho evolucionar? Muchos, no cabe duda (a veces, demasiados), sobre todo en cuanto a políticas de personal con cada vez más derechos, pero también en cuanto a la preparación estratégica de nuestros cuarteles generales saltando por encima de la preparación operacional en la que nos movíamos en aquella época, en cuanto a la optimización y control de los recursos, en cuanto al aprovechamiento de la nuevas tecnologías o en cuanto a la imagen pública de las Fuerzas Armadas, por poner unos pocos ejemplos. Pero sin ningún lugar a dudas, si en algo hemos evolucionado de verdad, ha sido en la seguridad del personal. A pesar de que es posible que se nos haya ido la mano y a veces seamos demasiado exagerados con las medidas de seguridad, sobre todo en instrucción y adiestramiento, creo que ahora se hacen las cosas con más preocupación por la prevención de accidentes que antes. Ya no ves algo que antes todos veíamos tan natural, como ir un montón de tíos en la caja de un camión sin ni siquiera asiento para todos y, por supuesto, sin casco. O viajar de Zaragoza a Hoyo de Manzanares en un viejo autobús caqui con las mochilas amontonadas sobre nuestras cabezas.




Si comparáramos el ejército del siglo XXI con el del XVI, por ejemplo, seguro que hay muchísimas más diferencias que serían consecuencia de muchísimos factores, pero comparándolo con el de hace cuatro décadas, estoy convencido de que el cambio en las formas de los militares y del cambio de vida cuartelera ha sido, sobre todo, consecuencia de la profesionalización de la Tropa tras la suspensión del Servicio Militar.

La primera consecuencia de la profesionalización de la tropa ha sido que el cuartel dejaba de ser la casa del militar para pasar a ser el lugar de trabajo; y no me refiero a casa como domicilio, me refiero a casa como hogar. Tan es así que las viejas cantinas, que se llamaban en casi todos lados Hogar del Soldado, han pasado a llamarse cafetería, como en el Corte Inglés. Fuera de las horas de trabajo ya no hay nadie en los cuarteles. Ya no se convive en los cuarteles. Y este es uno de esos cambios que eran irremediables y lógicos cuando las personas tenemos vida más allá de la militar.

Pero la profesionalización llegó más allá. Durante la época del Servicio Militar, existía una distancia entre mandos y soldados que ahora no existe, o la distancia es más corta. Hay que tener en cuenta que en aquellos años los soldados estaban haciendo la Mili entre 20 meses y 9 meses, dependiendo de la época. Las Fuerzas Armadas eran muy grandes y estaban completamente cubiertas sus unidades con numeroso personal de reemplazo. Este personal llegaba, servía y se licenciaba y así iban corriendo los llamamientos de cada reemplazo anual y los mozos iban pasando. Esto, junto a la falta de conocimientos sobre el Ejército de aquella tropa, no ayudaba al acercamiento.


Pero con toda prisa política hubo que terminar con la mili en 2001. Se aceleró el proceso de profesionalización, pero no se consiguió completar los efectivos para dotar a todas las unidades del personal necesario, a pesar de que mediante los planes META de los años ochenta y RETO y NORTE de los noventa, el Ejército de Tierra se había reducido casi a la mitad en cuanto a número de unidades. Hacía falta soldados. 

Desde 1986 ya había algunos profesionales, los Voluntarios Especiales, pero eran un porcentaje bajísimo y no había más de tres o cuatro por compañía. En 1990 nacieron los Militares de Empleo de Tropa Profesional (METP, los conocidos como los metopas) que paliaron un poco el número de soldados tras la reducción del Servicio Militar a 9 meses y tras la proliferación de objetores de conciencia. Poco antes de 2001 habían ingresado algunos argentinos y uruguayos de ascendencia española, pero también suponían un muy bajo porcentaje. Fue en 2002 cuando se empezó a ofertar plazas de forma multitudinaria para españoles, sudamericanos y guineanos en nuestros ejércitos; había que completar plazas y los españoles no estaban muy por la labor de ser soldados (aún reinaba la idea de mili entre los jóvenes y muchos preferían dejarse el pelo largo, fumar porros y beber litronas en un parque mientras hablaban mal de España). 

A pesar de que desde 2002 hasta 2009 se incorporaban once ciclos por año, hubo verdadera dificultad para completar las plantillas. En la mayoría de unidades hubo que cerrar compañías por falta de tropa y en los centros de formación —yo me encontraba entonces destinado en el Batallón de Instrucción Paracaidista— se nos presionaba mucho para que los alumnos no pidieran la baja voluntaria; en unos centros fueron más tolerantes con la comodidad de los alumnos para retenerlos de cualquier forma y en otros nos costaba más llevarles el desayuno a la cama —ya contaré un día por qué disolvieron el BIP—. Este nuevo criterio de instrucción la justa para que no se disparen en un pie duró unos cuantos años en los que primaba la cantidad sobre la calidad. 


Con estos mimbres había que trabajar día a día y, además, responder a las más y más exigentes misiones internacionales en las que el personal debía estar perfectamente preparado. Ahora ya lo tenemos más asumido en algunos sitios, pero en aquella época fue muy fuerte tener que ver a empresas de seguridad controlando los accesos de algunos cuarteles por falta de soldados para hacer guardias.

Aquella distancia que había entre el mando y el soldadito de reemplazo fue reduciéndose hasta que con el soldado profesional acabó por desaparecer. Este hecho no cabe duda de que fue una evolución y un cambio muy positivo pues se llegó a que todas las unidades vivieran un espíritu de unidad distinto al que estaban acostumbrados y que era el que ya desde siempre habían vivido las unidades con tropa semi profesional, como La Legión o la Brigada Paracaidista. Pero se cambió demasiado rápidamente de chip y se llegó a dar al soldado unas responsabilidades para las que no estaba preparado. En muchos casos se comparaba al soldado con el Guardia Civil aduciendo a la profesionalidad de los dos. Esto, si bien técnicamente era cierto, no lo era en la realidad, debido principalmente a lo expuesto anteriormente sobre la deficiente instrucción con la que llegaban a las unidades.

El caso es que esa positiva evolución que redujo la distancia entre el soldado y el mando originó en un contacto mucho más cercano que, como es lógico y natural, acababa en amistad en muchos casos. Esto no debería entenderse como algo negativo, sino todo lo contrario, pero el problema es que ese buen rollito impide en ocasiones ejercer la autoridad como se debe. ¿Y cuáles son estas ocasiones? Pues en las que ni el subordinado —ya no hablo sólo de tropa— ni el superior saben estar en su sitio. La cercanía entre oficiales y suboficiales ya existía de antes, pero no era óbice para que si uno tenía que corregir al otro, lo corrigiera. Sin embargo, con la profesionalización de la tropa sí he observado mucho que no fue así y derivó en un paternalismo y confraternización mal entendidos. Creo que se ha confiado tanto en la profesionalidad de todos, que se ha llegado a ser poco exigentes con las actitudes de los que fallan.

Cada vez cuesta más corregir a un subordinado. En muchas ocasiones no se corrigen las faltas, aunque haya superiores delante. El purismo en la aplicación de la disciplina se ha relajado y ahora ya se califican las faltas no en leves, graves o muy graves, sino en bueno tampoco es para tanto o en cómo le voy a llamar la atención si es mi conductor o, lo que es peor, en me da corte llamarle la atención.

Y este es el principal cambio negativo que he observado en estos 40 años en cuanto a las actitudes de los militares. El caso del párrafo anterior es anecdótico, pero se ha impuesto un estilo de mando en el que cuesta corregir, a todos los niveles. Se dictan normas que se incumplen sistemáticamente, sobre todo en policía y uniformidad, y aquí no pasa nada. Se incumplen procedimientos y hasta órdenes directas y nada va más allá de una simple, muy simple, amonestación verbal, salvo que las consecuencias sean ya demasiado graves.

Como ya dije una vez en mi publicación dedicada a los nuevos oficiales y suboficiales, el artículo del Cabo de nuestras antiguas Reales Ordenanzas, y el del Militar en en las actuales, es la esencia misma del ejercicio del mando: hay que hacerse querer por el subordinado y hay que ser graciable con él, pero no hay que olvidar que hay que ser firme en el mando y no disimular jamás las faltas.

Por último, no podemos olvidar la política de derechos del personal que, si bien algunos eran necesarios, se han generado tantos que al final tanto derecho va en perjuicio de la operatividad de las unidades. Es complicado ya para un jefe de unidad disponer de todo su personal. Días de descanso adicional, de descanso obligatorio, de descanso por preparación, asuntos propios, licencias, excedencias, bajas médicas, paternidades, maternidades, lactancias, reducciones de jornada y flexibilidades horarias sólo van en perjuicio de la operatividad de las unidades y, como consecuencia, de la del Ejército. 

18 agosto 2024

EL IHCM

Una mañana de principios de 2022, estando yo felizmente destinado en la BZAPLEG dedicado a esas cosas a las que nos dedicamos los militares en las unidades de la Fuerza y por las que se supone que de jóvenes quisimos ser militares, me llamó el anterior Director del Museo Histórico Militar de Cartagena anunciándome que en unos meses iba a salir la vacante de su puesto pues él ya cesaba. La vacante iba a ser de Libre Designación y desde Madrid le habían pedido que sondeara a posibles peticionarios. Me llevé una gran sorpresa porque jamás había pensado en la posibilidad de ir destinado a ese magnífico museo de mi ciudad natal que tantas veces había visitado. También, por supuesto, me causó una gran duda, porque con casi 40 años de servicio, principalmente alternando la boina negra y el chapiri, no estaba yo muy seguro de que pudiera servir para un puesto tan tranquilo —creo que nunca había pensado que me iba llegando la hora de esa ley de vida  que es acabar siendo un pureta. Como gran aficionado a la historia militar de España mi cabeza se sentía muy atraída por esa idea, pero mi corazón no quería colgar el fusil y quitarse la mochila de la espalda. Al final, y cercana mi fecha de ascenso a Teniente Coronel en la que sí o sí tendría que abandonar mi feliz destino en La Legión, decidí solicitar la vacante con la suerte de ser designado para ocupar ese puesto. 



Instituto de Historia y Cultura Militar... ¡Uf!, no sabía demasiado sobre el IHCM, salvo lo que más o menos sabemos todos los militares: que es el órgano que asesora a la SEGENEME sobre la idoneidad o no de los escudos de armas de las unidades, el órgano que custodia los historiales de las unidades disueltas o el órgano que de vez en cuando organiza cursos de heráldica, de uniformología o de música militar y que edita la Revista de Historia Militar, poco más. Pero como los militares españoles somos los más polivalentes del mundo que aprendemos los cometidos de cada puesto por ciencia infusa y que un mismo militar español lo mismo vale para estar poniendo minas y manejando explosivo, coordinando la logística de una unidad, gestionando los créditos y gastos en una habilitación, dirigiendo el protocolo de una brigada o tratando la gestión medioambiental o de riesgos laborales, pensé ¿Quién dijo miedo? Y ahí estoy desde hace un par de años, aprendiendo un montón de cosas desconocidas para mí. A estas alturas...

El caso es que en este tiempo me he dado cuenta de que el IHCM es uno de los grandes desconocidos de nuestro Ejército y por eso El Furriel, que como buen español sabe de todo —y lo que no sabe se lo inventa— intentará hoy dar a conocer un poco esta órgano tan interesante y tan importante para el Ejército de Tierra, al igual que lo son el Instituto de Historia y Cultura Naval para la Armada o el Instituto de Historia y Cultura Aeronáutica para el Ejército del Aire (y del Espacio).

El IHCM tiene su  primer antecedente en el Depósito de la Guerra, creado en 1810 como dependencia del Cuerpo de Estado Mayor con las misiones de recopilar y conservar la documentación histórica y topográfica precisa para asesorar al mando en las intervenciones militares, a partir de las experiencias de campañas anteriores y del conocimiento de los teatros de operaciones. En 1847, se establecen en el Depósito dos secciones, una geográfica y otra histórica, y en 1873 se configuró el Archivo Histórico del Depósito de la Guerra, a cargo de la Sección de Historia y Estadística Militar. El Depósito de la Guerra fue suprimido en junio de 1931, supongo que debido a que el gobierno de la II República no consideraba necesario tener un órgano dedicado a mantener viva la historia militar de España... En 1939 se constituye el Servicio Histórico Militar, que se convertirá en IHCM en 1997.



El IHCM, al mando de un General de División depende directamente del JEME y funcionalmente de la Subdirección General de Publicaciones y Patrimonio Cultural del Ministerio de Defensa.

Orgánicamente, el IHCM se organiza de forma muy heterogénea, pero con unos órganos básicos más interrelacionados de lo que puede parecer a primera vista, con tres ramales fundamentales: archivos, bibliotecas y museos.


Las dos sundirecciones, al mando de sendos genersles de Brigada dirigen cada una de las áreas y, por su interés general, el Museo del Ejército (dirigido por otro Gerneral de Brigada), la Biblioteca Central Militar y los cuatro archivos generales militares (Madrid, Segovia, Ávila y Guadalajara) dependen directamente del General Director. También dependen de él los cuatro consorcios (Figueras, Jaca, Mallorca y Menorca) debido a su singular constitución como órganos cívico-militares gestión compartida de sus espacios con estamentos de la administración civil. Cada uno de estos órganos está al mando de un Coronel.

Territorialmente tenemos los Centros de Historia y Cultura Militar, que, al mando de un Coronel, realizan actividades del Sistema de Acción Cultural en las Comunidades o Ciudades Autónomas que tienen asignadas. Su organización incluye una Jefatura, un Archivo Intermedio Militar, una Biblioteca Histórico Militar, uno o dos Museos Histórico Militares, y en su caso un Área de Historia Militar. Estos centros son:  



Para empezar a entender a qué nos dedicamos en el IHCM, lo mejor es conocer cuál es su misión: 

“El Instituto de Historia y Cultura Militares el órgano responsable, en el ámbito del Ejército de Tierra, de la protección, conservación, catalogación, investigación y divulgación del patrimonio histórico, cultural, documental y bibliográfico del Ejército de Tierra”.

Bueno, esto de entender la misión o el propósito del jefe es algo que siempre parece sencillo a simple vista, pero que luego te pones a hacerte el bocatatún y casi siempre te sobra miga o te falta atún. Menos mal que de la misión salen los cometidos y con ellos ya podemos concretar un poco más y la cantidad de atún se aproxima más al tamaño del chusco. 

Los cometidos asignados al IHCM son, quitando los habituales de cualquier unidad, centro u organismo militar: 

- Asesorar al JEME. en cuanto a las actividades y cometidos de carácter general del Sistema de Acción Cultural (SIACU), redactando los informes técnicos y propuestas que se soliciten o a propia iniciativa.
- Garantizar la conservación y custodia de los bienes del Patrimonio Histórico Militar.
- Coordinar la elaboración y actualización de las guías, registros, censos, inventarios, catálogos e índices de los fondos del Patrimonio Histórico del Ejército, así como su informatización.
- Promover el enriquecimiento del Patrimonio Histórico del Ejército y proteger dichos bienes frente al expolio.
- Difundir el conocimiento de los bienes integrantes del Patrimonio Histórico del Ejército.
- Tutelar y garantizar el acceso de todos los ciudadanos a los bienes integrantes del Patrimonio Histórico Militar.
- Facilitar y promocionar el estudio, por parte de investigadores, de los bienes que constituyen el Patrimonio Histórico del Ejército.
- Realizar, respecto a estos bienes, el intercambio de información cultural, técnica o científica con otros organismos civiles o militares, públicos o privados.
- Inspeccionar el funcionamiento de los órganos de ejecución y servicios relacionados con el Patrimonio Histórico del Ejército, con el fin de estudiar su situación y estado.
- Asegurar el cumplimiento de los Reglamentos y Normas de aplicación en los Archivos, Bibliotecas y Museos del Ejército de Tierra.
- Gestionar el depósito en los Archivos, Bibliotecas y Museos Militares, de bienes de propiedad privada o de otras Administraciones Públicas, de acuerdo con las normas que se establezcan.
- Recabar la preceptiva Orden Ministerial para la salida temporal de los bienes custodiados en sus Archivos, Bibliotecas, Museos Militares y todos los demás establecimientos en los que se conservan fondos del Patrimonio Histórico Militar.
- Estudiar las solicitudes de acceso a los documentos excluidos de consulta pública y tramitarlas conforme al vigente Reglamento de Archivos Militares.
- Custodiar los Historiales de las UCO,s., que hayan sido disueltos y llevar al día el de las UCO,s., que existan en cada momento.
- Dictar y coordinar las instrucciones y normas técnicas de procedimiento específico de los asuntos de su responsabilidad, llevando a cabo las inspecciones o revistas técnicas a todos los órganos del SIACU.
- Archivar, inventariar, redactar y publicar documentos y temas históricos relacionados con la institución militar y la profesión de las Armas.
- Acoger y potenciar los trabajos individuales que versen sobre el pensamiento militar a lo largo de la Historia, instituciones, acontecimientos bélicos, personalidades militares destacadas, usos y costumbres del pasado, etc.
- Difundir la cultura histórico militar de nuestro Ejército, dentro y fuera de él.
- Proponer distintivos y nombres para Unidades.
- Auspiciar las relaciones con los Organismos Públicos y asociaciones civiles y militares relacionados con la Historia en general y con la Historia Militar en particular, así como con las Cátedras especializadas en la materia.
- Impulsar la formación continua del personal de los Archivos, Bibliotecas y Museos del Ejército de Tierra.

Además, el Director del IHCM es la autoridad de coordinación para todo el ET de los Premios Ejército y de la celebración de las efemérides que el JEME determina anualmente.

Todo esto se resume de forma tangible, como se dice ahora, en diferentes actividades acometidas por los órganos de dirección del IHCM, como son el fomento de la presencia de las actividades del IHCM en los medios de comunicación y redes sociales, el impulso del estudio de la Historia Militar como parte relevante de la formación y el perfeccionamiento del personal militar, la organización de cursos de carácter histórico-militar, las relaciones con las diferentes asociaciones relacionadas con el fomento de la Historia y la Cultura Militar, la firma de acuerdos y convenios de colaboración con universidades, organismos e instituciones, el fomento de la acción cultural, la implantación del uso de las nuevas tecnologías para mejorar las capacidades de los museos, archivos y bibliotecas, la mejora de infraestructuras y la dotación de materiales y la consolidación de las relaciones con organismos homólogos de países aliados y amigos.


Cursos impartidos por el IHCM


En cuanto a los órganos territoriales de ejecución, se traduce en la organización de múltiples conferencias, exposiciones temporales, presentaciones de libros, recreaciones históricas, conciertos, seminarios, cursos, visitas guiadas, colaboración con asociaciones históricas civiles de ámbito local o regional, trámite de archivo de documentación procedente de las unidades, control y gestión de fondos bibliográficos, etc. También recientemente, se ha asignado a los CHCM la supervisión de las salas históricas de las unidades y las inspecciones técnicas a los archivos de unidad ubicadas en el ámbito de responsabilidad de cada CHCM.

Como podrán ver los pocos pero selectos lectores que hayan leído todos los cometidos, en el IHCM hay mucha miga y para ponerle el atún el IHCM tiene una orgánica muy adecuada para el cumplimiento de la misión, aunque luego seamos cuatro gatos los que estamos para rellenar los bocatas.

Todo esto viene aliñado con un plus, que es que trabajamos con muchas asociaciones y entidades civiles que van a un ritmo distinto al que estamos acostumbrados los militares y eso a veces complica mucho poder cumplir las cosas en tiempo. 

En resumen, que no nos aburrimos. Y yo que creía que me iba a dedicar a pasar las horas leyendo interesantes documentos de los fondos expuestos en el museo...




11 agosto 2024

FAJAS Y BANDAS

El otro día, en un grupo de Whatsapp un compañero de promoción me hacía una pregunta sobre uniformidad referente a la Banda de la Victoria que se usó en los ejércitos de España tras la Guerra Civil. Me dio la idea, entonces, de hablar en El Furriel de esta banda, pero para ambientarnos bien en su origen hay que empezar por conocer el origen de las bandas y fajas usadas tradicional y secularmente en nuestros ejércitos. 

En España el uso de las bandas y de las fajas se remonta al siglo XVI como distintivo del Ejército Español. En aquella época, al no existir ninguna uniformidad, el método de distinción más utilizado era el uso de una banda que cruzaba el pecho desde el hombro al costado, una faja anudada en la cintura, un simple brazalete o unas plumas en los cascos o en los sombreros, todas ellas de un determinado color, que diferenciaría a un ejército del contrario. En España el color era el rojo carmesí, heredado de la tradición de los Reyes Católicos

"Rocroi, el último tercio" de Ferrer-Dalmau

En el cuadro del magnífico pintor de batallas, Augusto Ferrer-Dalmau refleja perfectamente el verdadero origen de la faja roja española. La faja no era en su origen, como se puede leer por ahí, una banda cruzada en el pecho que distinguía a los capitanes de los tercios y que, con el tiempo, se convirtió en una faja anudada en la cintura. En este cuadro se puede apreciar que la tela roja —aunque realmente era de tono carmesí— era distintivo de soldado español ya que son muchos los soldados que lo portan, unos en la cintura, otros en el pecho, otros en el brazo y otros en las plumas del sombrero y no necesariamente los que la llevan en banda son generales ni capitanes. En aquella época en la que la uniformidad no existía aún, el vestuario corría por cuenta del soldado y cada uno se vestía como podía y el distintivo carmesí que portaba sería fruto de su poder adquisitivo, por lo que no es de extrañar que fueran los capitanes, alféreces y sargentos los que usaran telas de mayor tamaño que los pobrecitos soldados que compartían tela y a duras penas les llegaba para un pequeño brazalete. Este hecho meramente comercial dio pie a que se identificara a los jefes por el distintivo de mayor tamaño: bandas o fajas. 

Fue ya a finales del siglo XVII cuando Carlos II regularizó un poco este distintivo por el que de capitán para arriba se portaría una faja roja carmesí anudada a la cintura. Desde ese momento y hasta la actualidad han sido muchas las modificaciones y cambios que han sufrido en su diseño y en su reglamentación las fajas. 

A finales del XVIII se reglamenta que sólo será usada por los generales y será de tafetán rojo —ya no se especifica que sea rojo carmesí— con las divisas del empleo bordadas en su parte anterior. Esta faja se usará incluso de paisano, como puede verse en la siguiente imagen de un cuadro del General Prim:

 
General Prim

La faja en esa época llevaba los entorchados dorados correspondientes al empleo y no tenía caída al lado terminando en unos flecos dorados que sobresalían por debajo de la faja, como se ve en el siguiente cuadro del General Castaños:

 
General Castaños

Llegamos al siglo XIX y Carlos IV regula que en la faja, hasta entonces sin caída al lado, caigan hacia el lado izquierdo los sobrantes del lazo y en ellos los entorchados dorados correspondientes al empleo; desaparecen los flecos y las caídas terminan en borlas o madroños de hilo de oro. 

Ya en el siglo XX, curiosa fue la Real Orden de 1909 en la que se disponía que los jefes de los cuerpos Jurídico, Administración y Sanidad Militar asimilados a generales de división y de brigada usaran con el uniforme respectivo una faja de seda color amarillo-grisáceo. En 1933 se derogó esa real orden pasando a usar la misma faja que le resto de generales.

Sin más modificaciones en su reglamentación, y sólo con variaciones particulares derivadas de eso tan español como es la peculiar forma de portar algunas prendas del uniforme según le dé la real gana a cada uno —aún pasa—, llegamos al reglamento de uniformidad de 1943, que establece que todos los generales ostenten faja de gala de las siguientes características:

"De tejido de hilo de seda color grana, de cinco centímetros y medio de ancha. Está montada en forma de cinturón y se sujeta por un broche de metal provisto de un cajetín, donde se coloca la caída, que consistirá en un lazo y dos colgantes confeccionados con el mismo tejido; los colgantes terminan cada uno en una borla de oro que tiene una longitud total de 28 centímetros, siendo los flecos mate y bordadas las piezas que componen el cuerpo de la borla. Toda la parte del galón, irá forrada de piel de color granate oscuro.

 A lo largo de cada colgante,. y sobre la borla, se llevarán en forma de pasador los entorchados que correspondan al grado que ostente el Oficial General; cuatro para el Capitán General, tres para el Teniente General, dos para el General de División y uno para el de Brigada".

Para Diario se fijaba una faja un poco distinta:

"De punto de seda, grana, de cinco y medio centímetros de ancha. De lazo pequeño, hecho y con broche; las cabecillas doradas, metálicas, y los flecos, encarnados, de tal longitud que los extremos de dichas borlas no rebasen el filo de la guerrera".

                               
Lazada postiza de gala

Faja de Diario

Es decir, la faja era, en principio, de una pieza de cuero forrada de seda roja sin colgante a la que se añadía la lazada postiza con sus colgantes, pero existía una sin cuero, sólo de tela, de cuatro metros de longitud que, con más o menos vueltas según el general estuviera más delgado o más gordo, se anudaba con el lazo en el lateral izquierdo. Para los oficiales de Estado Mayor se fijaba que la faja sería igual que la de Diario de los generales, pero de color azul y anudada a la derecha. Además, tanto para generales como para los diplomados en Estado Mayor, la de Gala era de hilo de raso de seda y la de Diario de punto de seda.

Posteriormente hubo algunas pequeñas reglamentaciones en cuanto a su uso: que si con el uniforme de Diario sí y posteriormente no, que si con el de Media Gala se usaba la faja de Diario o la de Gala, etc. El uniforme de Media Gala, que podría equivaler al actual para actos de especial relevancia, daría para escribir un artículo, porque a lo largo de los años 70 del siglo XX cambió cada media hora: unas veces guantes blancos y otras guantes avellana, medallas en una época y pasadores en otra, ceñidor de charol negro primero y ceñidor de tela caqui después; eso sí, en ninguna de las distintas variantes se llevaba la banda. Por ejemplo, como podemos observar en la siguiente foto de la Toma de Mando del Tte. Gral. Milans del Bosch como Capitán General de la 3ª Región Militar (1977) el personal usa uniforme de Media Gala con guantes avellana (hasta 1986 no fueron negros) y medallas (la corbata es caqui y la camisa es la color salmón, las usadas en esos años de Gala y Media Gala).

Uniforme de Media Gala en 1977

Gala con camisa color salmón y corbata caqui

Sin más modificaciones reseñables llegamos a 1986, cuando una orden ministerial da un vuelco a la uniformidad del Ejército de Tierra, pero no afecta ni a las fajas de general ni, sorprendentemente, a la Banda de la Victoria. La faja de general cambia posteriormente desapareciendo la de Diario y suprimiendo, en la de Gala, los flecos dorados dejándolos rojos, como era hasta entonces la faja de Diario. Sólo el Rey y el JEMAD, si es de Tierra, llevan los flecos dorados. En la guardia Civil, que siempre ha ido conforme a la normativa de uniformidad del ET, también llevan los flecos rojos. Sin embargo, en la Armada y en el Ejército del Aire (y del Viento) los flecos son dorados. ¿Y por qué en el ET son rojos los flecos actualmente? Pues vaya usted a saber... Pero lo mejor de este cacao son los Cuerpos Comunes, donde los generales llevan faja con flecos rojos y dorados indistintamente.

Faja actual de General de División del ET.


Flecos rojos y flecos dorados en los Cuerpos Comunes

A propósito de la faja y como recordarán mis pocos pero aún leales lectores, hace casi un año ya comenté en VOCABULARIO MILITAR (I) que la faja de general o de diplomado en Estado Mayor se llama así, faja, y no fajín, como tan errónea y frecuentemente se le llama. En ese artículo decía que la faja es la tira de tela (generalmente de seda) que usan nuestros generales y diplomados en Estado Mayor sobre la guerrera del uniforme con sus extremos de los que penden unas borlas. El fajín es el que usan los almirantes y generales de la Armada debajo de la chupa en los uniformes de etiqueta y gran etiqueta y que no lleva borlas. 


 Bueno, ¿y la banda? pues la Banda de la Victoria fue creada por el General Franco en 1940 "para perpetuar la Gloria de nuestra Cruzada". Consistía en una cinta de seda de color carmesí de 8 cm. de ancho y rematada con dos borlas y un pasador con la leyenda "1936-1939". Para los tenientes y alféreces, era un cordón rizado, también de seda del mismo color y con idéntico remate. 

Banda y cordón

Pasador

Decreto de creación de la Banda de la Victoria

La orden daba de plazo hasta el 31 de diciembre de 1941 para su implantación. Al tener que ser comprada particularmente en sastrerías y tiendas de efectos militares, los militares eran reticentes a su uso por su elevado precio, lo que motivó que en febrero de 1942, por una orden del Ministerio del Ejército, a todo el que no la tuviera en esa fecha le sería facilitada por el Establecimiento Central de Intendencia (actual PCAMI) y descontada del sueldo, por supuesto. 

Y finalmente, fue en 1989 cuando el Ministro de Defensa, Narciso Serra, suprimió definitivamente el uso de la Banda de la Victoria. Por cierto, no se suprimió mediante la ley 17/89 Reguladora del Régimen del Personal Militar Profesional —que tantas cosas trituró—, como he leído por algún lado; la ley es de julio y la orden ministerial 06/89 de Serra es de enero:

"De conformidad con lo dispuesto en el artículo único de la Ley 63/1978 y por haberlo así resuelto el Consejo de Ministros, queda derogado el Decreto de 18 de julio de 1940 que crea la banda y el cordón militar. Quedan derogadas, asimismo, la Orden Ministerial 1.647/1979, de 17 de mayo, por la que se establecen normas conjuntas de equiparación, numeración y designación de uniformes del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire, y cuantas disposiciones de igual o inferior rango se opongan a lo dispuesto en la presente Orden Ministerial".

  

Julio de 1988. Capitán con banda y tenientes con cordón

04 agosto 2024

LA MUERTE NO ES EL FINAL

 No creo que haya nadie en España —español, claro— que no haya oído nunca La muerte no es el final, esa canción que se interpreta antes de cada acto de homenaje a los Caídos y durante la cual suele desplazarse la corona de laurel escoltada por los guiones y los banderines hasta el monolito. ¿Pero cuál es el origen de esta canción y cómo se asentó en el seno de las FAs?

Caballeros Cadetes de la AGM entonan "La muerte no es el final"

La canción, de origen religioso, la compuso el sacerdote Cesáreo Gabaráin a mediados de los setenta en homenaje a un joven organista de su parroquia que murió a los 17 años. Gabaráin fue una estrella de la música para misas y es el único sacerdote que cuenta con un disco de oro. Compuso más de quinientas canciones, muchas de ellas muy conocidas entre las que destacan Pescador de hombres, Vienen con alegríaJuntos como hermanos. Sus canciones se tradujeron a numerosas lenguas y tuvo bastante éxito internacional. Como curiosidad, era amigo personal de varios futbolistas del Real Madrid, fue capellán del equipo ciclista Fagor y capellán de la Vuelta Ciclista a España. Llegó a ser prelado personal del Papa San Juan Pablo II hasta su muerte con tan solo 54 años.

La letra de la canción original de Gabaráin era:

Tú nos dijiste que la muerte
no es el final del camino,
que aunque morimos no somos,
carne de un ciego destino.

Tú nos hiciste, tuyos somos,
nuestro destino es vivir,
siendo felices contigo,
sin padecer ni morir.
Siendo felices contigo,
sin padecer ni morir.

Cuando la pena nos alcanza
por un hermano perdido
cuando el adiós dolorido
busca en la Fe su esperanza.
En Tu palabra confiamos
con la certeza que Tú
ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz.
Ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz

Cuando, Señor, resucitaste,
todos vencimos contigo
nos regalaste la vida,
como en Betania al amigo.
Si caminamos a tu lado,
no va a faltarnos tu amor,
porque muriendo vivimos
vida más clara y mejor.
Porque muriendo vivimos
vida más clara y mejor.


En marzo de 1981 el General Sáenz de Tejada (Jefe del Estado Mayor de la 1ª Región Militar), la escucha en Pamplona en el transcurso del funeral de su cuñado, el Teniente Coronel José Prieto García, acribillado a tiros por los asesinos de ETA, e imagina cómo podría realzar esta canción el traslado de la tradicional corona de laurel hasta el monolito en los actos militares de homenaje a los Caídos.

En septiembre de este mismo año, asciende a General de División y es nombrado Jefe de la División de Montaña "Navarra" nº 6 (nº 5 a partir del Plan META  de 1985). No pasó mucho tiempo en su nuevo destino hasta que encargó al Comandante Tomás Asiaín Magaña, Director de la Unidad de Música de la División, la adaptación del canto de Gabaraín al paso lento de nuestro Ejército. El Cte. Asiaín aceptó muy ilusionado el encargo de Sáenz de Tejada. El resultado, como había previsto el General, fue espectacular. La presentación con carácter interno se llevó a cabo a comienzos de 1982 en el cuartel del Regimiento de Infantería de "América" nº 66 y constituyó un éxito rotundo. El recorrido de la corona hasta la Cruz se había ceñido a la duración de la música, seleccionándose una sola estrofa del texto de Gabaraín para facilitar su memorización a los soldados, que es la que todos conocemos:

“Cuando la pena nos alcanza 
por un hermano perdido,
cuando el adiós dolorido 
busca en la Fe su esperanza;
En Tu palabra confiamos, 
con la certeza que Tú
ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz.
Ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz”.

El Gral. Sáenz de Tejada ordenó que se cantara en el resto de la División y pronto fue imitada por otras muchas unidades, sobre todo del norte de España. La primera vez que se entonó con repercusión nacional fue durante el VI Festival de Música Militar, celebrado en Pamplona en mayo de 1983 con motivo del Día de las Fuerzas Armadas

El Rey Juan Carlos I lo oyó en 1985 durante la Entrega de Despachos a la IX Promoción de la Academia General Básica de Suboficiales e hizo grandes elogios de la canción, interesándose por su origen, por lo que el Ministro de Defensa, Narciso Serra, decidió incorporarlo a las ceremonias oficiales de homenaje a los caídos de los tres ejércitos. Posteriormente la Guardia Civil y la Policía Nacional adoptaron la misma canción. La primera vez que se interpretó con rango oficial fue el 3 de octubre de 1986 sin letra, sólo música, con ocasión de la visita a España del Presidente de la República de Guatemala ante el viejo monumento de la Plaza de la Lealtad de Madrid en la ceremonia de homenaje a los que dieron su vida por la Patria. 

Siempre ha habido, y lo sigue habiendo, un poco de lío en cuanto a si se canta "por un hermano perdido" o "por un compañero perdido", pero la Instrucción General 01/17 CEREMONIAS Y ACTOS MILITARES DEL EJÉRCITO DE TIERRA deja bien claro que debe cantarse "del compañero perdido".

La Brigada Paracaidista adoptó una versión muy particular en la que se cambiaba parte de la letra y el orden de algunas estrofas, pero que, sin duda, su canto tenía muchísimo más impacto que la versión normal. El entonces Comandante Capellán D. Manuel Vicente Linares —nuestro queridísimo Páter Linares, una institución en la BRIPAC del que algún día habrá que hablar aquí—, que en torno a 1985 era el capellán de la Bandera "Ortiz de Zárate" III de Paracaidistas, quiso dar a sus paracas una versión un poco más "militar", pero sin salirse mucho del significado y de la línea de la canción, por lo que adaptó la letra incluyendo lo que el Papa Juan XXIII dijo a los paracaidistas en los años 50: "No quisiera, muchachos, que a fuerza de bajar del cielo olvidarais la forma de subir a él". 

Cuando la pena nos alcanza
por un paraca perdido
cuando el adiós dolorido
busca en la Fe su esperanza.

En Tu palabra confiamos
con la certeza que Tú
ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz.

Tú nos dijiste que la muerte
no es el final del camino,
que aunque morimos no somos,
carne de un ciego destino.

Yo no quisiera que un paraca
cuando descienda del cielo,
este soldado olvidara,
la forma de ir a él.
Este soldado olvidara,
la forma de ir a él. 

Palabras de Juan XXIII a los paracaidistas

El Páter Linares

Esta versión se cantó en todas las unidades paracaidistas hasta el año dos mil y pico —de estas aciagas fechas no suelo acordarme— cuando se ordenó que se cantara la versión normal; eso, sí, cantando "paraca" en vez de "compañero". Menos mal que, al menos, se ha mantenido esta versión para las procesiones de Semana Santa, como se puede ver en este vídeo del malagueño Traslado del Cristo de Ánimas de Ciegos, protector de los paracaidistas:


Esta pérdida es otra de esas cosas que han dejado de existir por inexplicables razones que son contrarias a la variedad de tradiciones en las diferentes unidades militares españolas. Tradiciones que, por cierto, algunas no tienen más de media hora de existencia, pero esas unidades han sabido vender el producto; habrá que hablar de estas tradiciones otro día, porque me da a mí que el concepto de tradición es un poco particular a veces.

28 julio 2024

EL IDEARIO PARACAIDISTA

La semana pasada, al escribir sobre el CREDO LEGIONARIO decía que en el Ejército Español hay una serie de normas morales que, unas con más tradición que otras, unas con más acierto en su redacción que otras y unas mucho más motivadoras que otras, buscan ser la guía espiritual sobre la que fundamentar los valores y la idiosincrasia de cada unidad. Muy de moda se ha puesto en los últimos quince o veinte años inventarse decálogos que en su mayoría, siento decirlo, infunden bastante poca motivación. Y es que redactar un credo, un ideario o un decálogo no lo puede hacer cualquiera, porque luego el resultado es el que es.

Ya dije que, sin duda, el Credo Legionario y el Ideario Paracaidista son los dos códigos militares españoles de mayor carga moral. Hoy toca hablar sobre este último.

La Brigada Paracaidista, cuyo nombre oficial actual es el de Brigada "Almogávares" VI de Paracaidistas, nació el 17 de octubre de 1953 con la creación de la Bandera Paracaidista "Roger de Flor", fundada por el Comandante D. Tomás Pallás Sierra. El 23 de febrero de 1954 realizaban el primer lanzamiento paracaidista los componentes del primer curso, fecha que se adoptó como inicio oficial de una corta pero intensa historia de los paracaidistas del Ejército de Tierra. En 1956 se creó la Bandera "Roger de Lauria", II de Paracaidistas y, con ella, la Agrupación de Banderas Paracaidistas. En  1957 tuvieron los paracas su bautismo de fuego entrando heroicamente en combate en la Guerra de Ifni. Ese mismo año, y para desplegar en Ifni apoyando a las dos banderas paracaidistas, se crea la Sección de Transmisiones Exterior, germen del futuro Batallón de Ingenieros Paracaidistas. En 1960 se crea la Bandera "Ortiz de Zárate" III de Paracaidistas, en 1961 la Unidad de Depósito e Instrucción y en 1965 la Agrupación de Banderas Paracaidistas se convierte en Brigada Paracaidista al crearse el Grupo de Artillería, el Batallón de Ingenieros, el Grupo Logístico y el Batallón de Instrucción.

 
Primer emblema de la Agrupación de Banderas Paracaidistas

En 2016, se crean los regimientos paracaidistas "Nápoles" nº 4 y "Zaragoza" nº 5 y se integra en la BRIPAC el Regimiento de Caballería "Lusitania" nº 8.

Comandante Pallás, fundador de los Paracaidistas

La I Bandera Paracaidista se nutrió, sobre todo, de oficiales legionarios y de suboficiales y tropa de unidades de Montaña. El estilo con el que el Fundador impulsó  a la nueva unidad fue muy similar al de La Legión, de la que procedía y, de la misma manera que el Tercio tenía su código moral desde sus primeros años, así lo pretendió Pallás para los paracas desde el principio. 

Pallás, enérgico aragonés, quería un ideario que compendiara todo lo que debería ser el paracaidista y encargó de ello a un joven oficial cuyas dotes literarias empezaban a ser conocidas. Fue el teniente José Frías O´Valle, uno de los fundadores de la Primera Bandera, quien redactó un conjunto de Promesas y Mandatos que influyesen en el espíritu que debía animar a los Caballeros Legionarios Paracaidistas. Así nació nuestro Ideario en 1960.

El Ideario Paracaidista, de doce artículos como el Credo Legionario, se dividió en dos partes: una primera en la que se dice al paracaidista cuál debe ser su conducta, es decir, unas órdenes, unos Mandatos, y una segunda parte, en la que el paracaidista se compromete a cumplir de determinada forma, es decir, un compromiso, unas Promesas. En resumen, el Ideario se creó con unos Mandatos que obligaban al paracaidista y unas Promesas con las que el paracaidista se comprometía, lo que se aprecia en la diferente forma de redacción.

No tengo claro cuál fue el texto original porque hay un par de versiones por ahí que cambian un poco, pero sí cuál fue el que tradicionalmente, durante décadas, se recitó en la Brigada Paracaidista y que dice así:


IDEARIO PARACAIDISTA ANTIGUO

MANDATOS

Nuestro historial

En Ifni se abrió el libro de nuestra historia, no escatimarás tu sangre para escribir en él páginas de gloria.

Trilogía

Dios te dio un alma; tus padres un cuerpo; la Patria, un arma; conserva limpios los tres.

La salud física y la moral

La alegría del vino y las emociones del juego son falsas. Busca la alegría estando contento contigo mismo y las emociones en los deportes y serás sano de cuerpo y alma.

La vida y la muerte

La vida se defiende luchando, la muerte ni se evita ni se busca; la muerte es el mayor premio para el valiente y el mayor castigo para el cobarde.

Honradez

Nunca obres bien ni por miedo al castigo ni por agradar a tus jefes, hazlo así porque es tu deber.

Espíritu de equipo

El valor individual supone mucho pero el valor colectivo y el espíritu de equipo pueden con todo.

PROMESAS

La misión

Por encima de todo está la misión; el calor, el frío, el hambre, el sueño y el cansancio para mí serán estimulantes.

Obediencia

Trabajaré, haré lo que se me mande. Cuando nadie me pueda mandar haré aquello que me mandarían mis jefes si pudieran hacerlo.

Espíritu del deber

Cumpliré con mi deber y no esperaré el juicio de los hombres. Cuando mis superiores no me vean ni me vigilen cumpliré aún mejor que en su presencia. Haré los servicios de armas como si enfrente tuviera al enemigo.

Espíritu de sacrificio

Ningún obstáculo será tan grande que no pueda superarlo, cuanto mayor sea la dificultad y más imprevista la situación, más me superaré y mejor cumpliré la misión. Cuando enfermo, agotado o herido sea un lastre para el cumplimiento de la misión, cooperaré hasta morir.

Voluntariedad

Seré voluntario para cualquier sacrificio. Los puestos de mayor riesgo y fatiga son los puestos de mayor honor.

Espíritu de compañerismo

Ayudaré al débil, me alegraré de los éxitos de mis compañeros y nunca envidiaré a nadie. Procuraré superarlos por mis propios medios.

Pero llegó el año 2003 y se cambió el Ideario Paracaidista sin haber conseguido hasta hoy saber la razón exacta que llevó a esta mutilación del Ideario original. Ya no se diferenciaba entre mandatos y promesas, se redujo de doce a diez espíritus o artículos y se suprimieron algunas partes de algunos que sobrevivieron. Claro, no estaba bien visto que recitáramos que Dios nos dio un alma ni la Patria un arma...

Y esto me apena especialmente por añoranza porque cuando llegué destinado de joven sargento al Batallón de Ingenieros Paracaidista, época en la que aún se pasaba retreta y se leía la orden y se recitaba la Oración y el Ideario por la noche, en mi primer servicio de Suboficial de Cuartel de la Compañía de Zapadores nos tocó recitar la Trilogía. Por ser mi primer Ideario, siempre lo recordé con cariño, además de que era uno de los que más me gustaban. 

Una vez más, como ocurrió al suprimir la camisa legionaria, al suprimir el elegante uniforme de gala en formación (salvo para Semana Santa en Málaga) o al suprimir la versión paracaidista de La muerte no es el final los paracaidistas perdimos parte de de nuestro origen, de nuestra tradición y de nuestra identidad. 

Cía. Zapadores Paracaidistas en uniforme de gala en formación usado hasta principios de los 80

Así quedó redactado el nuevo Ideario Paracaidista:

IDEARIO PARACAIDISTA ACTUAL

Nuestro historial:

En Ifni se abrió el libro de nuestra historia, no escatimaré mi sangre, para escribir en él páginas de gloria.

La misión:

Por encima de todo está la misión; el calor, el frío, el hambre, el sueño y el cansancio, para mí serán estimulantes.

Obediencia:

Trabajaré; haré lo que se me mande, en ausencia de mis jefes cumpliré mejor que en su presencia.

La vida y la muerte:

La vida se defiende luchando; la muerte es el mayor premio para el valiente y el mayor castigo para el cobarde.

Espíritu de superación:

Ningún obstáculo será tan grande que no pueda superarlo.

Voluntariedad:

Seré voluntario para cualquier sacrificio; los puestos de mayor riesgo y fatiga son los puestos de mayor honor.

Espíritu de equipo:

El valor individual supone mucho, el valor colectivo y el espíritu de equipo pueden con todo.

Valor y humildad:

Seré bravo y fiero como el león en el campo de batalla. Nunca se sabrá de mis hazañas por mis propios labios.

Espíritu de compañerismo:

Los éxitos de mis compañeros serán los míos propios. Las leyes del compañerismo serán mi doctrina.

La salud física y moral :

Forjaré mi mente y mi cuerpo, buscando la vida sana en el trabajo, la instrucción y el deporte.

En fin, que aunque el cambio no fuera tan gordo como el que pretendió sin éxito el JEME con el Credo Legionario en 1997, en este caso sí llegó a consumarse la mutilación parcial del Ideario, cambiando parte de nuestra esencia. Una pena... de nuevo.


21 julio 2024

EL CREDO LEGIONARIO

 En el Ejército Español hay una serie de normas morales que, unas con más tradición que otras, unas con más acierto en su redacción que otras y unas mucho más motivadoras que otras, buscan ser la guía espiritual sobre la que fundamentar los valores y la idiosincrasia de cada unidad. Muy de moda se ha puesto en los últimos quince o veinte años inventarse decálogos que en su mayoría, siento decirlo, infunden bastante poca motivación. Y es que redactar un credo, un ideario o un decálogo no lo puede hacer cualquiera, porque luego el resultado es el que es.

Para mí, como es obvio —lo siento, pero es mi blog—, hay tres que están a otro nivel, como son principalmente el Credo Legionario y el Ideario Paracaidista, seguidos muy de cerca por el Decálogo del Cadete. Auténticos catecismos de la Milicia.

Y, aunque mi corasón partío legionario-paracaidista no pudiera decantarse por otros códigos morales, no hay que olvidar que el Credo Legionario lo escribió el Teniente Coronel Millán-Astray, fundador de La Legión, el Ideario Paracaidista lo escribió el Teniente Frías O´Valle, héroe de Ifni, y el Decálogo del Cadete lo escribió el General Franco, fundador de la Academia General Militar en su tercera época. Es decir, como decía al principio, un código moral no lo puede escribir cualquiera y está claro que los tres mencionados no eran, ni mucho menos, unos cualesquiera. Sabían lo que escribían porque lo habían sufrido en el momento culmen en el que se debe hacer gala de los valores militares: el combate.

Los dos primeros, el Credo Legionario y el Ideario Paracaidista, son los de mayor carga moral, redactados de una forma muy militar que solo los militares podemos entender y querer. Prueba de ello es que desde fuera, pero también desde dentro del Ejército, se ha pretendido cambiar su redacción para hacerla más políticamente correcta y en el caso del Ideario Paracaidista, del que hablaré la semana que viene, lo consiguieron.

Primer emblema del Tercio de Extranjeros

El Credo Legionario nació con La Legión. Fue Millán-Astray quien lo plasmó en su libro La Legión, en 1923, cuando el Tercio estaba ya perfectamente consolidado y cuando en sólo tres años había ya causado sensación en el mundo entero por su arrojo y valentía. Pero también por su mística que, aunque aún joven, determinaba ya el espíritu de una unidad especial, muy especial. Tan es así que el texto no se divide en artículos, sino en espíritus porque el Credo es precisamente eso, espíritu.

En el libro La Legión, el Fundador habla así del Credo Legionario:

Es la base espiritual de la Legión, médula y nervio, alma y rito de ella.

La Legión es también religión y sus oraciones están en él comprendidas: las del valor, compañerismo, amistad, unión y socorro, marcha, sufrimiento, endurecimiento a la fatiga, compañerismo ante el fuego, y las cardinales: Disciplina, Combate, Muerte y Amor a la Bandera.

Escrito en momento de exaltación del entusiasmo y de la fe, no tiene el más leve pulimento literario. Surgió espontáneo, como si dictásemos unas instrucciones cualesquiera; sentíamos La Legión, pensamos en el espíritu militar y en el de sacrificio. Queríamos que rindiesen culto al Honor militar y al Valor militar y que, sugestionados con estos sentimientos, vencieran el instinto y no temiesen la muerte.

Y queríamos también dictar las austeras reglas de la hermandad que iba a nacer, para que fuera: militar, guerrera, heroica.

Si tenemos en cuenta que Millán-Astray era un ferviente católico y observamos la estructura del Credo, podemos afirmar que está escrito a semejanza de los Diez Mandamientos de la Ley de Dios. Esos doce espíritus son en realidad diez mandatos que acaban con dos proclamas. Redactado con el estilo de las Reales Ordenanzas de Carlos III, del Credo Legionario emana el espíritu de los grandes héroes y el anhelo de alcanzar las glorias de aquellos heroicos Tercios de la Infantería Española que dominaron Europa durante casi un siglo y medio.

El Credo Legionario constituye la base moral de La Legión y está inspirado en el bushido, el código de conducta de los samuráis cuya mística tanto influyó en Millán-Astray para fundar el Tercio de Extranjeros. Con él quería establecer una serie de sentencias muy simples y de fácil entendimiento para cualquier legionario que debían servir como base espiritual de La Legión, ayudando así a conformar su espíritu de cuerpo. Está claro que consiguió una fuerza con una alta cohesión y dispuesta a combatir sin miedo a la muerte. 

El texto original que redactó Millán-Astray decía así:

El Espíritu del Legionario

Es único y sin igual, es de ciega y feroz acometividad, de buscar siempre acortar la distancia con el enemigo y llegar a la bayoneta.

El Espíritu de Compañerismo

Con el sagrado juramento de no abandonar jamás un hombre en el campo hasta perecer todos.

El Espíritu de Amistad

De juramento entre cada dos hombres.

El Espíritu de Unión y Socorro

A la voz de “A mí La Legión”, sea donde sea, acudirán todos y, con razón o sin ella, defenderán al legionario que pide auxilio.

El Espíritu de Marcha

Jamás un legionario dirá que está cansado hasta caer reventado; será el Cuerpo más veloz.

El Espíritu de Sufrimiento y Dureza

No se quejará de fatiga, ni de dolor, ni de hambre, ni de sed, ni de sueño; hará todos los trabajos: cavará, arrastrará cañones, carros; estará destacado, hará convoyes, trabajará en lo que le manden.

El Espíritu de Acudir al Fuego

La Legión, desde el hombre solo, hasta La Legión entera, acudirá siempre donde oiga fuego; de día, de noche, siempre, siempre, aunque no tenga orden para ello.

El Espíritu de Disciplina

Cumplirá su deber, obedecerá hasta morir.

El Espíritu de Combate

La Legión pedirá siempre, siempre, combatir sin turno, sin contar los días, ni los meses, ni los años.

El Espíritu de la Muerte

El morir en el combate es el mayor honor. No se muere más que una vez. La muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un cobarde.

La Bandera de la Legión

La Bandera de La Legión será la más gloriosa, porque la teñirá la sangre de sus legionarios.

Todos los Hombres Legionarios son bravos

Todos los hombres legionarios son bravos; cada nación tiene fama de bravura; aquí es preciso demostrar qué pueblo es el más valiente.

Es importante comentar que el Espíritu de Marcha fue así redactado originalmente por el Fundador, pero sin tener claro ni cómo ni cuándo, se añadió "... y resistente", quedando como se recita desde tiempos que nadie recuerda: "Jamás un legionario dirá que está cansado hasta caer reventado; será el Cuerpo más veloz y resistente". Como en tantas cosas, hay varias teorías de por qué y cuándo se añadió "y resistente", pero ninguna con base documental ni rigor histórico.

Como tampoco tiene base documental ni rigor histórico el mito de que en 1923 el Teniente Coronel Valenzuela distribuyera entre sus legionarios una nota en la que añadía un nuevo espíritu a los doce que ese mismo año había escrito Millán-Astray. El conocido como El Espíritu del Pelotón de Castigo decía así

Sufrir arresto en el pelotón es un derecho del legionario que pecó militarmente; derecho que no debe desposeérsele ni con indultos ni atenuaciones y, mientras que ejerce este derecho y paga sus deudas, ha de tener el orgullo de buen pagador, que cuanto más plenamente realice el pago más se despliega de sus faltas; que al terminar su correctivo deja de pesar sobre él, puesto que lo liberó pagando su justo precio. Nuestra raza no ha muerto aún.

El caso es que no existe documento alguno en el extensísimo archivo histórico de La Legión que corrobore esta leyenda de la que, si fuera cierta, supongo que habría quedado alguna de esas notas que dicen que Valenzuela entregó a sus legionarios. En definitiva, jamás ha sido oficial ese decimotercer espíritu.

En cuanto a La Bandera de La Legión, originalmente se escribió "será la más gloriosa porque la teñirá la sangre de sus legionarios". Hubo una época en la que se decía "es la más gloriosa porque está teñida con la sangre de sus legionarios" en base a que otra leyenda cuenta que tras la entrega de la primera Bandera Nacional a La Legión el 5 de octubre de 1927, la reina Victoria Eugenia consideró que las bajas legionarias hasta la fecha la hacían merecedora de tal modificación. El caso es que sea como sea, actualmente se recita de nuevo como lo fue originalmente porque el "será" es un mandato: será siempre la más gloriosa, como también lo es "trabajará en lo que le manden", "cumplirá su deber" o "defenderá al legionario que pida auxilio", por ejemplo.

5 de octubre de 1927. La Reina Victoria Eugenia entrega la primera Bandera a La Legión en Dar Riffien

Pero como decía al principio, el Credo Legionario sufrió odios desde fuera del Ejército e, incluso, envidias dentro de la propia Institución. A finales de los años 90 (sobre 1997 más o menos) una concejal del Ayuntamiento de Ronda denunció el anacronismo y la exaltación de la violencia en el Credo además de su estilo franquista ¿? cuando lo oyó en un acto del Tercio Alejandro Farnesio, 4º de La Legión, en Montejaque. No era nueva esa cantinela pues ya en los 80 había una voluntad política de cargarse a La Legión justificándola, entre otras cosas, con el Credo Legionario, que no le gustaba a los políticos.

El caso es que el entonces JEME, Teniente General Faura —aún no existía el empleo de General de Ejército— decidió modificar él mismo, de su puño y letra, el Credo Legionario atreviéndose a modificar lo que Millán-Astray había escrito setenta y cinco años antes. Recuerdo perfectamente el día en el que el General Zorzo, Jefe de la Brigada de La Legión, nos reunió a todos los Oficiales en el salón de actos para comunicarnos, con un cabreo descomunal, que el JEME le había dado la orden de que desde ese momento se recitara el nuevo credo. Éste constaba de diez artículos —ya no se llamaban espíritus, claro— de los que algunos, muy pocos, habían quedado igual, a otros se les modificó su redacción y dos se suprimieron directamente. No recuerdo qué espíritus del Credo estaban en cada caso porque el recorrido de aquel invento fue tan corto como la distancia hasta la puerta de salida del salón de actos. No es que incumpliéramos la orden, por supuesto que no —cumplirá su deber, obedecerá hasta morir— simplemente desde ese momento ordenábamos a nuestros legionarios recitar únicamente los espíritus que no habían sido modificados. Poco a poco tan impopular orden perdió fuerza por sí sola y, gracias a Dios, pasó a ser una triste anécdota.

Cada espíritu del Credo tiene relación con una actividad distinta de la vida cotidiana del legionario, pero para mí hay tres que son los que considero que más levantan el espíritu y más carga moral tienen cuando los legionarios formados gritan con todas sus fuerzas el Espíritu del Legionario, el Espíritu de la Muerte o La Bandera de La Legión. Es un chute de Milicia en vena prácticamente inigualable.


20 de septiembre de 2022, mi último aniversario fundacional de La Legión con la camisa verde.